
La historia de la familia Kennedy sigue en el imaginario colectivo como una novela en la que la grandeza y la desgracia se dan la mano. El asesinato de JFK, el líder que devolvió la confianza en la política a toda una generación, el asesinato de Robert Kennedy, el hermano idealista, comprometido con la justicia y digno sucesor simbólico del hermano muerto, accidentes, enfermedades… grandes hombres vapuleados por la tragedia. Solo el tiempo ha ido introduciendo puntos de oscuridad en ese relato, y es una de esas sombras la que explora ‘El escándalo Ted Kennedy‘, dirigida por John Curran.
En el verano de 1969, Ted Kennedy, hermano de John Fitzgerald y Robert, sufre un accidente de tráfico junto a su secretaria, Mary Jo Kopechne, interpretada por Rooney Mara. Él logra escapar y abandona a su suerte a la joven, que muere en el siniestro. El político, al que da vida Jason Clarke, está poniendo en marcha su carrera como gobernador y no avisa del accidente a las autoridades para no poner en peligro su carrera. Solo a la mañana siguiente acude a la policía, que rescata del coche accidentado el cadáver de la joven.
Es el punto de partida de una historia real, que forma parte de la leyenda negra de los Kennedy y que ofrece todos los elementos imaginables para construir un thriller sobre los límites del poder, un suspense sobre las maniobras de Kennedy para ocultar la verdadera versión de los hechos, una radiografía de la debacle de una saga fundamental para entender la política del siglo XX o un drama sobre las tribulaciones y sufrimientos de un hombre, Ted Kennedy, incapaz de estar a la altura de las expectativas que la figura de sus hermanos ha establecido para él, torturado por la inseguridad y abocado a un final desgraciado (que, en la vida real, por cierto, no tuvo).
Curran ha querido quizás que su película sea todas esas cosas a la vez y el resultado es una película correctamente realizada, rítmica y entretenida, pero que no puede evitar dejar en cada plano la sensación de una oportunidad perdida. Confiados en la potencia de los acontecimientos que narran, Curran y los guionistas Taylor Allen y Andrew Logan apenas han ido más allá de la epidermis de los temas que la historia ponía en sus manos. Así, ni se llega a entender del todo por qué Ted Kennedy quiere volar con su coche, ni se llega a desarrollar todo el cisma mental que le afecta ni se llega a establecer del todo una reflexión sobre los resortes a disposición del poder para encubrir sus desmanes o negligencias.
Hay otro problema en ‘El escándalo Ted Kennedy‘, y es que aterriza durante muchos minutos del metraje en un tono farsesco, o en una incorrecta dosificación de humor negro, que le resta empaque a la narración, que desmaya la intensidad de lo que está pasando y que deja convertidos a sus personajes, especialmente al protagonista, en una especie de guiñoles.
Jason Clarke hace un buen trabajo al dar vida a ese hombre irresponsable y a ese político mediocre, que se ve expulsado de la adolescencia con 37 años cumplidos. Buena parte de su drama apenas esbozado es obra de Joseph Kennedy, patriarca de la saga, mano en la sombra, que aparece en ‘El escándalo Ted Kennedy’ ya postrado pero con la sed de poder y la ambición de acero intactas. Bruce Dern hace un trabajo magnífico con ese personaje que apenas habla y apenas se mueve pero que extiende las tinieblas sobre la ética para iluminar el futuro de su hijo pequeño, la última bala de su clan.
Lo logró: el benjamín Ted Kennedy fue senador durante 47 años.