
Rodrigo Sorogoyen vuelve a la actualidad cinematográfica con el largometraje ‘El Reino‘. Presentada en la sección oficial a concurso del Festival de Cine de San Sebastián, certamen donde ya consiguiera el premio al mejor guión con su anterior largometraje ‘Que Dios nos perdone’, el director deja muy claro su preferencia por el thriller. Género, que en esta ocasión, se aborda desde otro prisma: la corruptela política.
Con ‘El Reino‘ nos adentramos en una historia como muchas de las que oímos en las noticias. Un político con muchas ganas de medrar, profesional y económicamente, es implicado en un caso de corrupción. Cuando los medios de comunicación empiezan a hacerse eco de las dimensiones del escándalo su partido le niega el respaldo que el cree merecer. Con el único apoyo de su familia, trata de no hundirse luchando contra la maquinaria corrupta de la que el mismo formó parte.
Pero ojo que estamos ante una película de acción más que una película sobre política. Más cercana -por supuesto, salvando las distancias- a ‘Misión Imposible’ que a ‘El hombre de las mil caras’. ‘El Reino’ es un relato de la corrupción política que incluye grabaciones, persecuciones, accidentes, robos, paraísos fiscales y hasta un asesinato. Acontecimientos todos muy bien dosificados por un guión muy trabajado, con un ritmo rabioso al que acompaña una banda sonora electrónica que bien pudiera ser un homenaje a la Ruta del Bakalao (ya que la película transcurre en Valencia).
Lo interesante de la propuesta de Sorogoyen es el punto de vista desde donde se cuenta, más desde la vivencia del personaje principal que desde la maraña de corruptelas, esto último algo que ya hemos visto en demasiadas ocasiones. Tampoco se recrea en la opulencia de las faltas de ética, y panda de paletos maleantes, que tanto nos llama la atención.
Antonio de la Torre interpreta de manera solvente a ese tipo de político que consigue medrar en el aparato de un partido gracias a su viveza y sus ganas de salir adelante, que además de tener escasa preparación no tiene ninguna voluntad de servicio público y termina corrompido. Innegable que Sorogoyen, en esa ocasión, ha sabido sacar lo mejor de Antonio de la Torre. El director también utiliza por primera vez a la omnipresente Barbara Lennie y a séniors de la escena como Josep Maria Pou.
Mención aparate merecen Luis Zahera y Ana Wagener, dos secundarios que cautivan la atención por bordar dos personajes tan difíciles y necesarios que dan color al guion: la dirigente del partido tosca que trata ser un referente interno cuando sabe de toda la corrupción que la rodea y el ‘bufón’, brabucón y sin maneras que hace el papel de ‘conseguidor’. Es fácil dejarse llevar por la imaginación y buscar ambos perfiles en alguno de los tantos casos de corrupción que inundan nuestro país.
Si tenemos que ponerle un pero a la cinta este sería su final. Un final correcto, pero no a la altura del resto del metraje que es espectacular. Pero esto desde luego no debe desanimar al espectador, puesto que estamos ante una de las triunfadoras del Festival de San Sebastián y un trabajo que acumulará muchas nominaciones a muchos premios a lo largo de la temporada.