
El amor es un juego en el que siempre se acaba perdiendo. Juego que no gana el que mejor cartas tiene, sino el que teniendo las cartas que le han tocado, por azar, arriesga. Riesgo que te lleva a la perdición sine qua non. Condición que lleva a Zula (Joanna Kulig) y Wiktor (Tomasz Kot) a vivir, en unos affairs cálidos, su propia guerra fría; su ‘Cold War’.
A no querer estar juntos; a no poder, pero vivir enamorados; necesitados uno del otro. Como si un talón de acero se interpusiere entre ellos; una necesidad del uno con el otro para justificarse en sí mismos. ‘Cold War’ es de las peores guerras que un ser humano puede experienciar, pero de las mejores conexiones humanas que puede sentir.
La guerra fría como escenario. Polonia. Como expresión del comunismo, canciones que ensalzan el alma y, por qué no, ensalzan los ideales; los conceptos detrás de este. Ideales que, expresados melódicamente, no reproducen el trasfondo de la guerra fría que, al fin y al cabo, es guerra.
Ambiente hostil. Imágenes que significan más que las palabras. En blanco y negro, sin color. Pero con mucha tonalidad, mucho matiz, mucho tinte. Una historia de amor que, en el fondo, no es amor. Un bloque comunista que, en el fondo, no lo es. Un bloque occidental que, en últimas, vive su represión.
Pawel Pawlikowski nos deleita con una historia. Historia que no pertenece a ningún lugar. Es una historia incorpórea. No es comunista, no es occidental. No tiene tiempo. Pero, por desgracia, se sitúa en tierra de nadie y de todos.
Historia que, en el fondo, tiene un punto de locura, de destruir y destruirse, de buscar lo eterno en lo efímero; lo volátil. Una historia de locura. Locura de la persona para con el mundo y en el mundo. Locura del amor. Amor loco, que inunda a la persona en la desesperación. Desesperación deseada y buscada.
‘Cold War’ es la historia de un amor fugaz, imposible. En un ambiente donde todo es imposible, inestimable. Es un amour fou; una reminiscencia en blanco y negro de lo que pudo haber sido y nunca lo fue. Porqué, en el fondo, después de la vida, está la muerte y, la muerte, une más que la vida; es un para siempre.