‘Venom’ supone la segunda incursión cinematográfica del personaje tras su aparición en la horrible ‘Spiderman 3‘ (Sam Raimi, 2007). En la citada cinta de Raimi, el personaje fue incorporado en última instancia y por petición expresa del estudio, provocando la necesidad de reestructurar la película para acomodar a Venom en la historia. El resultado: un enorme éxito de taquilla y un fracaso sonoro de crítica y gran parte del público. Todo el mundo parecía estar de acuerdo en que al personaje de Venom no se le hizo justicia y merecía un filme donde fuera co-protagonista cuanto menos.

Una década después, Sony Pictures pone en marcha una película del personaje en solitario. Su particularidad reside en la ausencia de Spiderman, personaje esencial para el desarrollo de la trama del simbionte. Spiderman se ha asentado en el MCU como uno de los estandartes de dicho universo y ha conquistado a todos, en parte gracias al excelente trabajo de Tom Holland y a la visión de Kevin Feige sobre el personaje. Sony se encuentra en una búsqueda desesperada por construir su propio universo cinematográfico, de ahí que hayan anunciado una película sobre Morbius protagonizada por Jared Leto. Sin embargo, la responsabilidad recae en ‘Venom’, filme que necesita triunfar en taquilla para mantener vivos los planes de Sony a largo plazo. Los primeros datos de taquilla son prometedores, pero la recepción de público y crítica ya es otro cantar. Es el momento de explicaros por qué creo que ‘Venom’ es una película mediocre y fallida incapaz de reconocer sus puntos fuertes y explotarlos en pantalla.

Proyecto caduco

Uno de los principales problemas de esta película es su incapacidad para aprovechar la evolución del género a lo largo de la última década y proporcionar al espectador un filme con un estándar de calidad aceptable. La cinta es como viajar al pasado y observar mecanismos anticuados y sonrojantes de un género en plena gestación. No existe una estructura fijada, los diálogos son absolutamente bochornosos y el montaje es ridículo porque nunca transmite fluidez y continuidad. ‘Venom’ ha nacido en 2018 pero parece pertenecer a otra época.

Los guionistas de la película son Jeff Pinkner, Scott Rosenberg y Kelly Marcel. Para empezar, no suele ser buena señal tener tres guionistas o más en un filme, y en este caso creo que se nota muchísimo. La historia intenta manejar distintos tonos a lo largo de su metraje y parece dar palos de ciego hasta encontrar lo que funciona, pero ha desperdiciado tanto tiempo manejando un tono tan distinto que acaba siendo contraproducente y hiere de muerte a la historia en su primer acto. La primera media hora de película es indefendible, y es un bache tan grave que la cinta nunca se recupera. Hay conversaciones ridículas, una escena que parece sacada de ‘The Room‘ (Tommy Wiseau, 2003) y una indiferencia total por desarrollar personajes excepto Eddie Brock (Tom Hardy).

El montaje es vergonzoso por momentos. Hay un instante al inicio del filme en el que se enlazan tres conflictos distintos en tres planos (literalmente) para que el personaje de Brock pueda alcanzar el lugar que buscan los guionistas de cara a su «transformación» en Venom. Me parece un trabajo tan vago a tantos niveles que me resulta sorprendente que Sony leyera el guion o viera un montaje inicial del filme y dijeran «Así genial, seguid». Debemos exigirle a un filme de superhéroes actual mucho más que diálogos artificiales que sólo funcionan como meras herramientas para enlazar con la siguiente escena. Merecemos una película que no se ventile el desarrollo de personajes en favor de una secuencia de acción gratuita y sin peso en la trama. Y por favor, basta ya con los villanos multimillonarios y megalomaníacos sin ningún tipo de tridimensionalidad. No es tan difícil proporcionarle un conflicto que le de contexto y al menos entendamos su viaje. Ni siquiera necesita ser un villano empático per se, pero sí uno bien perfilado y aquí brilla por su ausencia. Riz Ahmed hace lo que puede pero no tiene nada para exprimir, y es una lástima.

Arquetipos y delirio

‘Venom’ toma un único riesgo: dar total libertad a Tom Hardy para que haga lo que le de la gana con su personaje. La jugada podría haber salido terriblemente mal, pero Hardy consigue construir un personaje desquiciado, histriónico e incluso cómico en una película que no parece apostar por este tono. Eddie Brock es presentado en la película como un hombre inteligente, vehemente e incapaz de limitarse a sí mismo en su trabajo. Sin embargo, cuando entra en contacto con el simbionte estamos ante un animal muy distinto. Hardy empieza a poblar su interpretación de tics, aspavientos y muecas, y lo más increíble de todo esto es que funciona. Y lo hace porque nos hace olvidar el horrible primer acto y la película se vuelve entretenida, incluso divertida. Su personaje es más impredecible y genera atención en el espectador. Su relación con el simbionte no sólo es lo mejor de la película, ese acercamiento ERA la película, pero Sony nunca lo supo. La película habría funcionado muchísimo mejor si Sony hubiera dado un golpe sobre la mesa y dicho: comedia con toques de terror/gore y con calificación ‘R’. La relación entre Eddie Brock y Venom es interesante y sus diálogos se sienten trabajados, tratados con cierto cariño, algo que desaparece en el resto de la película. Por eso la sensación general es de frustración una vez acaba el filme.

Hardy es un oasis refrescante (a ratos) en un mundo artificial y poco creíble. Los personajes no se sienten reales porque reaccionan de formas ilógicas a muchas situaciones distintas durante la película. Hay frases que me causaron incomodidad o directamente vergüenza ajena porque nadie diría dichas frases en esos momentos en el mundo real. Son pinceladas de brocha gorda que los guionistas introducen de forma forzada para que el espectador sepa en todo momento dónde se encuentran los personajes a nivel emocional y respecto a su relación, ya sea de amistad, profesional o amorosa. Cuando no existe verosimilitud en los sentimientos de los personajes, es difícil empatizar con ellos y seguir su viaje personal con interés.

En este sentido, Michelle Williams es un completo desperdicio. Se trata de una de las mejores actrices de su generación, capaz de destacar en todo tipos de proyectos y nominada al Oscar en múltiples ocasiones. En esta película, Williams es la novia dolida que sólo aparece para crear una sensación específica al personaje de Hardy o para ayudarle de manera forzada aunque nunca sabes cómo sabe estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Es el típico personaje al que los guionistas le quieren dar algo con lo que jugar, pero no saben exactamente cómo así que fuerzan la máquina para intentar convencer al espectador de que realmente el personaje es esencial y hace cosas.

Del personaje de Jenny Slate ya casi ni hablamos porque es un ‘plot point’ de manual. Su existencia se limita a contextualizar hechos al espectador y al propio Eddie Brock, y a permitirle descubrir cosas que Brock necesitará saber para avanzar la trama. De lo contrario, no tiene ningún otro propósito. Lo mismo ocurre con dos personajes secundarios. Aparecen en dos momentos de la película. El primero, para mostrarnos su amistad con Brock. El segundo, para crear una narrativa circular y cerrar su participación de una forma que parezca interesante. El problema es que todo es tan obvio y se ven los mecanismos de manera tan clara que me sacan de la película.

Las secuencias de acción no están mal (aunque a ratos el CGI canta bastante), siempre que está Venom en pantalla la película crece mucho y la fotografía de Matthew Libatique tiene escenas inspiradas, pero todo queda ensombrecido por un nivel de estupidez y apatía alarmante. Vería una secuela, pero sólo si ponen a alguien competente como guionista y a un director con mayor virtuosismo y libertad tras la cámara. Ruben Fleischer no aporta nada especial y se siente un proyecto con falta de personalidad. Hay demasiadas escenas nocturnas, y hablamos de un bicho CGI negro que se mueve con rapidez. Así no hay forma de apreciar detalles, de orientarnos en los escenarios. Su acercamiento a ciertas secuencias son directamente convencionales o poco inspiradas. Sólo algún plano concreto se te queda en la memoria.

Termino. Sony ha querido jugar a lo seguro, apoyarse en la popularidad de su personaje para atraer la atención de su audiencia y nos ha regalado un producto anticuado, vulgar e incapaz de reconocer su potencial. ‘Venom’ quizás no sea la peor película del año, pero me ha creado una reacción visceral como pocas en 2018. Supongo que es mejor sentirte frustrado con un filme que no explota sus posibilidades a salir del cine frío e indiferente. Aún así, no es una película que pueda recomendar.

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