
¿Te has quedado huérfano y ahora tienes que mudarte a miles de kilómetros con tu tío rarito el del kimono en su mansión llena de relojes, sillones orejeros y madera de la que cruje? Mal asunto, la verdad. Quizás, para hacer más llevadero tu pesar, tengas suerte y descubras que la casa encierra en cada esquina multitud de misterios, mucha magia y algún que otro portal a otros mundos. Aunque no podrás sentirte el único. Basada en la novela juvenil homónima de John Bellairs, ‘La casa del reloj en la pared’ ya nos narra eso.
Eli Roth, el tipo que nos ha deleitado con gores como ‘Hostel’ o ‘El infierno verde’ o mamarrachadas como ‘El justiciero’ ahora hace filmes de terror comercial para todos los públicos. O dicho de otra manera: es como si a Nolan le encargan hacer una comedia musical porque tiene que pagar unas facturas. A cambio, el director nos propone todo un homenaje al género repleto de la rica imaginería de la magia, la brujería y las casas encantadas. Un duty-free de referencias al cine ochentero de monstruitos, Harry Potter o sagas actuales como ‘Animales fantásticos’ conectadas entre sí que peca de falta de ambición.
Y es que esa mansión se nos presenta en la historia como aquel lugar donde no parece haber pasado el tiempo. Literalmente, el cineasta parece poco interesado, por temor o por desgana, en explorar más allá de los trivialidades que el guion de la adaptación le ofrece. Porque ni las puertas que no se deben abrir (y se abren) ni los conjuros que no funcionan faltan en la morada de Eli Roth.
Bajo el paraguas del tito Spielberg, ‘La casa del reloj en la pared’ aprueba con nota en el plano técnico con efectos que hacen más solvente a la trama. Del mismo modo, la elegancia gótica, los momentos creepy y un humor que funcionan entre sus personajes coronan este disfrutable apartado.
El reparto, por su parte, sube enteros al resultado con una extraña pareja. Jonathan Barnavelt encarnado por un Jack Black que comienza a gustarse en papeles de señor excéntrico y, en el fondo, bonachón (véase la reciente ‘Pesadillas’) y junto a él, Cate Blanchett que ilumina la pantalla con una señora Zimmerman tan tierna como poderosa. Ambos acompañarán al joven protagonista Lewis Barnavelt (Owen Baccaro) en sus desventuras.
Una historia hilvanada con aires de magia de bazar desde un misterio no demasiado profundo con el justo ingenio y eficacia para entretener al espectador. Un decente arreglo palomitero de fin de semana para toda la familia. Juzgad vosotros si es una pérdida de tiempo. Tic tac.