La ciudad perdida‘ (1955), excluida en general de las listas de películas españolas policiacas y con tintes negro-criminales de los años 50, presenta la interesante particularidad de ser el único filme de este género dirigido y producido por una mujer, la cineasta y productora Margarita Alexandre.

La película es una adaptación fílmica de la novela homónima escrita por la falangista disidente Mercedes Fórmica (1951). Codirigido por Rafael Torrecilla, y conocido también como ‘Terroristi a Madrides una coproducción hispano-italiana que desarrolla temas de índole social mediante una mirada crítica y una estética noir. Es precisamente la tensión existente entre el individuo y el statu quo, todo un tópico del cine noir, lo que permite que el público formule interpretaciones que van más allá del mensaje reaccionario que inevitablemente, debido a la censura, ofrece el final del filme.

Rafael (Fausto Tozzi) es un miembro del Partido Comunista Español que entra clandestinamente en España con sus compañeros para llevar a cabo un ataque organizado. A las puertas de Madrid el coche es interceptado por la policía y en el tiroteo todos sus compañeros mueren excepto él. Desesperado, decide entrar en Madrid en busca de ayuda pero su contacto en la ciudad le indica que debe apañárselas solo. Sin dinero y sin un plan posible para huir de Madrid, decide tomar como rehén a María (Cosetta Greco), una joven viuda rica que se disponía a cenar con unos amigos. Tras horas caminando, ésta le pide a Rafael que descansen y se esconden en una estación de trenes casi abandonada. Allí permanecen escondidos hasta la madrugada, cuando la policía los descubre y dispara a Rafael, quien cae muerto en las vías del tren.

La crítica ha considerado ‘La ciudad perdida‘ como parte de una producción cultural que promociona el programa franquista del nacionalcatolicismo y el melodrama fascista que reconoce y politiza la conexión entre los dominios público y doméstico. En La pesadilla roja del General Franco: el discurso anticomunista en el cine español de la dictadura, Carlos Heredero sitúa este filme dentro del grupo de películas de propaganda anticomunista de los años cincuenta. Si bien este acercamiento puede haberse visto influido por la novela de Fórmica, un estudio crítico de la adaptación fílmica, atendiendo a los cambios realizados por la directora, así como el potencial subversivo inherente al género negro nos puede ofrecer conclusiones muy diferentes.

Alejada de los estereotipos clásicos como mujer fatal o ángel redentor

Uno de los cambios más notables en ‘La ciudad perdida‘ es la ausencia de una focalización múltiple que en la novela construye a los personajes, contribuye a retratar la miseria moral de posguerra y de sus habitantes y, sobretodo, ensalza los roles e ideales que el régimen le atribuye a la mujer. En la novela, María representa el pilar moral de la sociedad y es la encargada de transmitir el mensaje reconciliador y de perdón que impregna toda la obra. A pesar de la reciente pérdida de su marido luchando en el bando nacionalista, logra perdonar a Rafael, representante de los “rojos” que matan a su marido, además de ser su supuesto raptor y violador.

La directora, en cambio, construye a un personaje femenino menos maniqueo, que adquiere una mayor complejidad y toma conciencia política e ideológica del otro. Su función consiste en experimentar otra realidad al darle voz y escuchar al “rojo”. Si bien es heredera de una categoría social elevada, rompe con los estereotipos de la conciencia de clase afín al franquismo que concibe al fugitivo comunista como un salvaje y una amenaza al sistema, y representa la posibilidad de establecer una relación de amistad o amorosa con el otro. María se interesa por saber cómo ha llegado a convertirse en un fugitivo de la ley y lo anima a que abandone la vida criminal y se entregue a la justicia, con la esperanza de que pueda empezar de nuevo. Aboga así por una visión revisionista del discurso reconciliador de las dos Españas, característico de la producción cultural de esta época y afín al régimen franquista.

La ciudad perdida (1955) dirigida por Margarita Alexandre

La visión clásica del antihéroe noir

Esta visión la vemos en el personaje de Rafael, un fugitivo comunista fracasado enfrentado al sistema y afín al discurso de la disidencia. La decisión de no incluir una voz en off también contribuye a la construcción de un sujeto masculino a partir de la ambigüedad, alejándose del sentimentalismo y enfocándose en su identidad disidente. Rafael es un sujeto vulnerable, abocado a un destino trágico. En este sentido, se incluyen flashbacks del pasado de Rafael antes del exilio, para acentuar el sentimiento de abandono que sufre por parte de su familia y de su novia, enfatizando el gran sacrificio que supuso su compromiso con el partido. Los planos panorámicos y las tomas largas de los espacios de Madrid, mientras el protagonista camina sin rumbo, siguen un estilo documental neorrealista que, combinado con la estética noir de unos primeros planos de su rostro, revelan la angustia y el cansancio que éste siente, así como el sentimiento de soledad del fugitivo abandonado por los suyos. La escena en que Rafa contempla la ciudad a través de unas rejas refuerza su derrotismo y desengaño. Madrid representa un espacio de derrota, de todo lo irrealizado, para el protagonista y para los exiliados (entre ellos, Margarita Alexandre y su esposo). Madrid, símbolo importante del imaginario de la resistencia al régimen franquista, es vista por el protagonista como «la ciudad perdida», idea ya presente en el título.

Margarita Alexandre (1923-2015) también ofrece un final muy diferente al del texto literario. En la novela, Rafael decide quitarse la vida y María, en su perfil beatífico y redentor, le quita la pistola y le dispara, cargando con el peso de la culpa y facilitando la entrada de Rafael en el “reino de los cielos”. No es posible la salvación del personaje, pero al menos sí de su alma. En ‘La ciudad perdida’, en cambio,  Rafael decide abandonar el vagón del tren, poniendo a salvo a María. Mientras huye, cae abatido por la policía. Si bien su muerte puede interpretarse como un castigo divino o un acto de justicia poética, un final característico del noir, el acto final de bondad realizado por Rafael y la visualización conspicua de su cuerpo inerte en medio de las vías del tren, llevan a que el espectador se identifique con el criminal. Este final pone de relieve la imposibilidad de un entendimiento o perdón entre vencedores y vencidos, denunciando de manera solapada la falsedad del discurso reconciliador impulsado por el régimen franquista.

Alexandre salta a la dirección en 1953 con la película documental ‘Cristo‘ (declarada por Franco de interés nacional) y, aunque su autoría femenina ha sido en la mayoría de ocasiones desautorizada, codirige un total de tres largometrajes. Alexandre y Torrecilla fundan la productora Nervion Films, produciendo, además de sus filmes ‘La ciudad perdida’ y ‘La gata’ (primera cinta rodada en Cinemascope y color en España), las películas ‘Un hecho violento’ (José María Forqué, 1958) y ‘Nada menos que un Arkángel’ (Antonio del Amo, 1960). En la década de los 60, Alexandre pasa a dedicarse por completo a la producción dentro del entonces recién creado Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC). Décadas más tarde, en Italia, retoma su actividad antifranquista y junto con Torrecilla financian el proyecto ‘Operación Ogro’, llevado a la pantalla por el conocido cineasta de izquierdas Gillo Pontecorvo en 1979. Regresan a España de nuevo en 1982. En 2004, le hacen entrega de la Medalla de Honor de la Asociación Española de Historiadores del Cine. En el reciente Festival de Cine de Málaga se pudo ver un interesante documental sobre vida.

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