
En el año 2009 el diseñador Tom Ford debutó como director de cine con una elegante, distinguida y maravillosa película hecha a su medida, ‘Un hombre soltero‘, adaptación a la gran pantalla de la novela de Christopher Isherwood.
Un día. Un instante. Una rutina realizada para sobrevivir a ésta. La belleza de las pequeñas cosas. El tiempo. Nuestro tiempo o el de otros. Situaciones y emociones desprendidas de estas. Solitud. Soledad. Tú y el presente, con el pasado. Lo bello de la persona, aunque no nos guste. Lo bello del momento, aunque lo despreciemos. ‘Un hombre soltero‘; solo en el aquí y el ahora.
Siempre intentamos rodearnos de belleza. Belleza como aquello que inspira, que nos une, que nos separa y que nos hace ponernos en posición en cuanto al ser; en nuestro ser y en el ser respecto al mundo exteriorizado. La belleza no sólo conlleva estética, también atrae una ética y una lógica. Un modo de pensar que nos describe el mundo en cuanto a personas que habitamos en él pero que no nos muestra la verdad sobre éste. Más bien nos muestra una aproximación, la nuestra, a esa verdad.
Un anuncio prolongado, aseguran algunos. La idea de contemplar la belleza en cantidades altas puede parecer ideológica. Ideológica en tanto a distancia de nuestra realidad. Uno de los mayores placeres estéticos es el visual. Lo visual y lo auditivo. Tom Ford nos invade, en eso, con sus obras cinematográficas.
Las obras de arte cinematográficas nos abren y, a la vez, nos desentrañan, a su modo, el ser del ente; de Tom Ford. La estética conlleva una ética. Ética que, a la vez, conlleva una lógica con el ser; con el ente en sí. Ese mismo ente que relaciona su estética, su ética y su lógica para con la verdad viendo, de ésta última, sólo su aproximación a ella.
Lo bello, lo estético y lo lógico de Un hombre soltero
La contemplación de la vida por George Falconer (Colin Firth) viene a ser el mismo punto de inflexión que realiza el director con ‘Un hombre soltero’. Un ente que descansa en la forma. Forma que no es bella; no es estética. Pero la belleza de no serlo se convierte en arte, pues una vida alejada de la felicidad puede ser estéticamente bella, teniendo su lógica ética.
Ética que para George Falconer, profesor universitario en la California de los años sesenta, se rompe y, a la vez, sigue con diferente forma, cuando su novio Jim (Matthew Goode) muere en un accidente de coche. Muerte para él también, pues la forma de vivir de George es la que lo lleva a querer finalizar con su vida.
En ese contexto, la ética, la estética y la lógica se convierten, per sé, en estados humanos. El director nos lo muestra a través de las interfencias de Carlos (Jon Kortajarena) y Kenny (Nicholas Hault) para con George; lo subjetivo toma forma sólo en relación humana con otros entes, pues ‘la verdad’ es contemplada como verdadera para el individuo cuando ésta no es puesta en relación con otros seres humanos.

Carlos (Jon Kortajarena) es ‘la verdad’ en cuanto al ser salvaje. Salvaje en cuanto al profesor; son los deseos ocultos, en cuanto a las demás personas, sobre quién es él. Es la idea del incosciente individual saliendo al exterior. Pero, como ser racional, George es ‘corgito, ergo sum’.
Kenny (Nicholas Hault) es el opuesto a Carlos: es un instinto racional; la juventud; las ganas de aprender; de vivir. Es un reflejo de la “otra verdad” de George Falconer. La esperanza de éste exteriorizada. Y la contradicción hecha materia.
Charley (Julianne Moore) es la visión epicúrea de George. Es un ser estético en el más puro sentido filosófico pues tanto en la ética como en la lógica vive con su ‘verdad’ presente. Su entrega a los placeres de la vida. Placeres que no cumplen en relación con los seres de su entorno pero sí con el ente en sí; con ella misma. Entregada al amor, imposible, del profesor Falconer; entregada a la bebida y a los cigarrillos; a la contemplación de ésta. Es, en definitiva, aquello estético dentro de lo estético; de la película; lo que se relaciona con el espectador. Es una belleza a contemplar relacionada con lo ‘bueno’ de la vida. No es ‘la verdad’, es una visión del comportamiento humano sobre ella dentro de lo subjetivo.
George Falconer y la verdad en la persona
La verdad configurada por George Falconer, y su decisión sobre finalizar con su vida, no le deja ver la otra vertiente de ésta y, cuando ve la ‘otra verdad’; las ganas de vivir, su verdad invade su realidad. Esto es, en sí, la relación de él con el “cogito, ergo sum”: piensa y, por ende, luego existe. Existe en su relación con lo bello y lo ético inundado por su lógica que descubre su ser ante el momento. Es A single man pero casado con sí mismo.
Es en la belleza donde Tom Ford descansa la forma pero solamente porque la forma se vislumbra como la entidad del ser; del ente en sí; lo propio. Forma y contenido; lo racional con lo irracional que decubren lo sujeto al objeto. Es esa relación dentro del frame, del espectador con el frame y el espectador consigo mismo y en tanto como multitud.