
‘Tu hijo’ da comienzo con una escena que se repite varias veces: la de un padre de familia, Jaime Jiménez (interpretado por José Coronado), conduciendo en su coche hacia el trabajo mientras que escucha las noticias de la radio. Del aparato se escapan todo tipo de males que acechan a nuestra sociedad: un desahucio, una violación múltiple perpetrada a una mujer… Jaime permanece impasable ante todos los horrores de los que el programa matinal informa, no le afectan a él personalmente. No parece casual que cuando su hijo Marcos (Pol Montañés) es víctima de una brutal paliza que lo deja en estado vegetativo a la salida de una de las discotecas de su ciudad, no volvamos a escuchar ninguna emisora radiofónica informativa. Esta vez, el terror y el dolor que antes parecían extremadamente lejanos sacuden al protagonista; ha pasado a ser uno de las múltiples perjudicados de esa sociedad de la que hablaban en la radio.
Es por ello que durante los primeros setenta minutos de la nueva película de Miguel Ángel Rivas el relato se centra en contar el proceso de obsesión que empieza a padecer Jaime, padre confundido que no sabe a qué atenerse ante la dolorosa falta de pistas con respecto a la identidad de los agresores. Lo vemos en su coche, paseando en la noche, volviendo al lugar de los hechos, corriendo por el puente por el que corría con su hijo, como intentando reencontrarse con él… nada. Por desgracia, el guion firmado por el propio Rivas y Alberto Marini soluciona ciertas situaciones de una manera muy deux ex machina, además de remarcar ciertos detalles como si el público no fuese capaz de atar los cabos él solo.
El uso de la cámara en ‘Tu hijo’, esa proximidad constante con el personaje Jaime, nos lleva a experimentar su dolor de primera mano —el director del filme ya había demostrado su solvencia en este asunto con ‘Secuestrados’ (2010)—, consumando la unión entre personaje y espectador en la última media hora, en la que de Miguel Ángel Rivas privilegia la utilización de largos planos secuencia generando un gran terror ante las acciones, pensamientos y consecuencias a los actos de los protagonistas. Pero el firmante de la cinta es un ser perverso, y cuando uno piensa que está todo solucionado, llega un flashback que da un giro de 180º al asunto, haciendo darnos cuenta de lo inocentes que hemos sido como espectadores, haciéndonos sentir culpables por haber podido empatizar con según qué personajes.
Es en ese momento donde el filme nos habla de la falta de objetividad que tenemos con nuestros seres queridos, con las personas que amamos (aunque sea más que deplorable y cuestionable la actitud que mantiene el padre para con su hijo en el clímax de la película); además del egoísmo. Esto último es expuesto en otras secuencias del largometraje, por ejemplo, cuando Manolo (Luis Bermejo), el propietario de la discoteca donde tuvieron lugar los dramáticos acontecimientos, visita a Javier con un ramo de flores para trasmitirle sus condolencias, no sin antes sugerirle que se asegure de mencionar que nada de lo acaecido es responsabilidad del club que dirige. Todo el mundo parece preocuparse única y exclusivamente de sus propios asuntos, el resto no tiene importancia.
Pero también se indaga en el intento de perdón y de olvido, intento a la postre frustrado debido al advenimiento de —como aventurábamos— una fijación/obsesión incurable, irremediable. Javier se aísla de todo y de todos, incluso de su esposa interpretada por la inmensa (pero aquí desaprovechadísima) Ana Wagener. A Miguel Ángel Rivas tan solo parece importarle la instrospección y dolor del marido, pero no el de la esposa (aunque sí el de la mujer, como se refleja en flashback anteriormente citado).
‘Tu hijo’, en definitiva, nos habla del mal endémico que asola nuestra sociedad, una sociedad que presta particular atención a las apariencias, sin indagar más en ellas, ocultando así el verdadero horror que estas conforman. Pero, quizá, sobre lo que verdaderamente nos quiere hacer reflexionar el director de la cinta, es sobre nuestra posición ante los asuntos que cuestiona el filme, de saber lo qué harías si lo expuesto en el largometraje le pasara a tu hijo. Cuestión, sin ninguna duda, estremecedora.