La balada de Buster Scruggs’ fue concebida, originalmente, en un formato televisivo seriado de seis episodios para Netflix, lo cual queda reflejado en la estructura dividida en seis partes –‘La balada de Buster Scruggs’, ‘Cerca de algodones’, ‘El mantenido’, ‘El cañón de oro’, ‘La mujer desconcertada’ y ‘Los restos mortales’– en que se sustenta la nueva película de los hermanos Coen. No es la primera vez que los directores se sumergen en el universo del western, aunque hemos de matizar que el filme se encuentra a caballo entre otros géneros, como el musical, la comedia o el terror; mezcla de diferentes estilos que Joel y Ethan Coen ya habían combinado en trabajos anteriores, pero con mayor fortuna o acierto.

El primer plano del relato hace alusión a un libro donde están comprendidas todas las historias que van a narrarse a continuación. Así, nos adentramos en un paisaje desértico mientras que escuchamos un tema musical interpretado por un Buster Scruggs (Tim Blake Nelson) que viaja sobre su caballo. A partir de entonces este pequeño segmento se torna de lo más hilarante, presentándonos al Pájaro Cantor de San Saba como un sanguinario cowboy al que nadie es capaz de dar muerte. Lo mismo ocurre con el siguiente capítulo, ‘Cerca de algodones’, protagonizado por James Franco, en donde el constante contacto con la parca se torna gran elemento humorístico –maravilloso “¡Sartén!”, gritó aquel viejo– e incluso se atreve a romper ciertos clichés del amor romántico, tan instaurado en el cine de Hollywood, cuando el ladrón protagonista parece que va a salvarse de perecer en la soga porque vislumbra a una bella mujer entre el público, siendo imposible para el espectador no imaginarse, debido a sus expectativas del género, una fecunda historia pasional.

«Los hermanos Coen presentan seis historias del Oeste, a veces absurdas, a veces profundas, protagonizadas por forajidos y colonos en la frontera estadounidense.»

La balada de Buster Scruggs dirigida por Joel y Ethan Coen
Tom Waits en el segmento ‘El cañón de oro’ de «La balada de Buster Scruggs», dirigida por Joel y Ethan Coen. Fuente: Netflix

El problema que el aquí firmante tiene para con la película alude a la irregularidad que acusan ciertos pasajes: mientras que algunos producen la sensación de que su duración debería reducirse (‘El mantenido’, ‘Los restos mortales’), otros parece que, incluso, merecerían un largometraje para ellos solos (imagínense todo el melodrama que podría extraerse del maravilloso ‘La mujer desconcertada’). De hecho, el tiempo que a cada uno de ellos se les confiere es elemento sintomático de mis palabras: la historia de Zoe Kazan (magnífica en pantalla) en la que interpreta a Alice Longabaugh, una muchacha que duda en contraer matrimonio con un hombre mucho mayor que ella para que se haga cargo de deudas que no puede pagar, roza los 40 minutos, mientras que el protagonizado por James Franco suma la cuarta parte de ese tiempo. Creo que ‘La balada de Buster Scruggs’ ganaría en profundidad y reflexión de haber sido una serie de televisión, pero, aun así, no deja de ser una buena película – aunque menor, irregular– de los hermanos Coen.

Quizá estos problemas se ejemplifiquen de manera brillante en el último cortometraje, ‘Los restos mortales’. En la primera parte, los personajes hablan sin cesar, algo característico en el universo coeniano, pero que en este instante se sienten como diálogos alargados que distan mucho de lograr la comicidad de un ‘El gran Lebowski’ (1998) o, incluso –sí, tengo debilidad por esta cinta– ‘¡Ave, César!’ (2016). No estoy diciendo con esto que en toda la película no tengamos momentos graciosos –porque no es así–, pero sí que ciertas características del cine de Joel y Ethan Coen parecen disiparse en ciertos segmentos, para poder alcanzar su plenitud en otros.

El filme mezcla comedia y drama a partes iguales, haciendo de las diferentes muertes que tienen lugar en sus diferentes pasajes un nexo común. Pero mientras que los cuerpos exámines en ciertos episodios sirven como elemento humorístico (‘La balada de Buster Scruggs’, ‘Cerca de algodones’) en otros se utilizan de manera trágica (‘El mantenido’, ‘La mujer desconcertada’), fantasmática (‘Los restos mortales’) o para romper determinadas expectativas (‘El cañón de oro’).

En última instancia, ‘La balada de Buster Scruggs’ sigue una reflexión que cada vez está más en boga: si es mejor dejar a un autor –en este caso, autores– libertad absoluta en sus proyectos o si, a veces, es necesaria la figura de un productor que imponga ciertas limitaciones con el fin de crear una obra más redonda y menos dispersa. En el caso de David Lynch lo tengo más que claro, pero con que según qué directores no tanto. Les dejo esta reflexión a ustedes.

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