Deslumbrante en todos los sentidos, atropellada, libre, por momentos aburrida, en color y en blanco y negro, espesa narrativamente y un lujo visual, así es ‘Al otro lado del viento‘, la última película completa de Orson Welles hasta la fecha. Dos hora de cine alucinógeno. 122 minutos interesantísimos que, sin embargo, no se atreven a mirarle a los ojos a gigantes como ‘Sed de mal‘ o ‘Ciudadano Kane’.

Antes de empezar a hablar de lo que creo que es ‘Al otro lado del viento’, nos ponemos de pie para aplaudir a Bob Murawski, montador de la película, a Peter Bogdanovich, Filip Jan Rymsza, Frank Marshall, y a Beatrice Welles, benditos culpables de que este proyecto haya visto la luz, y a Netflix, por ofrecer el dinero necesario para prender la mecha.

Al otro lado del viento‘ es muchísimas películas en una. Por simplificar: por un lado tenemos el falso documental sobre Jake Hannaford, director de cine que celebra su cumpleaños con amigos del mundillo mientras les enseña su última película; interpretado magníficamente por John Huston. Y, por otro, la película que presenta Hannaford a su círculo, llena de erotismo, protagonizada por Oja Kodar, pareja de Welles, y Robert Random.

En ‘Al otro lado del viento’, Orson Welles se planta, saca un gran espejo, se mira en él, lo coge con sus grandes manos y lo deforma a su gusto para vomitar sus obsesiones. Nos habla de su relación con el discípulo aventajado, Peter Bogdanovich, que se interpreta a sí mismo; del nuevo cine que estaba llegando a Hollywood (Dennis Hopper también está por ahí); del alcoholismo de su padre, Hannaford llena y vacía vasos sin pestañear, una y otra vez; del misticismo de su figura; o de su dificultad para levantar una película a pesar de ser una estrella. Nos habla de muchos, muchos temas. Hay de todo en esta película, y todo parece apuntar a la inmensa figura de Welles. Al final, esta obra parece una gran carcajada de Welles riéndose de sí mismo, de la industria del cine, del cine de los demás, de Bogdanovich… en definitiva, de casi todo lo que le ha rodeado y se le ha puesto por delante.

Al otro lado del viento - Orson Welles

Lo mejor de la película es su brillantez estilística. La primera parte es ritmo endiablado, yuxtaposición de planos que atosigan a los personajes, muy cerrados sobre ellos y planos de muy corta duración. Welles compone un mundo acelerado con una afluencia de personajes abrumadora, todos ellos relacionados con el mundo del cine. Mención especial para el maravilloso trabajo de montaje que firma Bob Murawski.

Mientras tanto, en la película dentro de la película, Welles nos muestra una obsesión hasta entonces poco explorada en su obra: el erotismo y el sexo. El relato sigue a los dos protagonistas mientras se persiguen, se evitan, escapan el uno del otro. Son escenas que parecen sacadas del cine porno a nivel de guion y, en general, de la ridiculización del cine experimental. Sin embargo, en muchas de ellas, Welles vuelve a demostrar su maestría visual. Nos engatusa con magníficos colores y con un estupendo sentido del plano y del movimiento de la cámara y de los personajes. Muchas escenas de esta semi-película erótica merecerían un aparte, por citar dos: la ya muy comentada escena en los dos asientos delanteros de un coche que comparten tres personajes mientras llueve y los colores bailan y bañan la piel tostada del personaje de Oja Kodar. Y la escena en la que ella se desliza por un baño lleno de todo tipo de combinaciones sexuales que termina con un plano mítico, con una tela mojada, semi-transparente, un cuerpo semidesnudo y una “lolita” que termina acogiendo un cubito de hielo en su boca.

A pesar de tener una parte de falso documental arrolladora y otra con una historia de amor hipnotizadora, con escenas cercanas a lo onírico, esto no es suficiente para componer una obra mayúscula. Si le despojamos de su carácter mítico, a nivel narrativo la película carece de gran interés. Se trata de una obra interesantísima, pero que no se puede comparar con las grandes obras del maestro Welles, quizás porque tampoco pretende jugar en esa misma liga.

En definitiva, es una película que le coge la mano al cine experimental mientras lo critica. Es la experiencia Erasmus de Welles por la Nouvelle Vague. El Welles travestido de Buñuel. Excesivo. Valiente. ‘Al otro lado del viento’ es:

  1. Un lujo que ningún mitómano se puede perder.
  2. Una obra menor del genial Orson Welles.
  3. Y un milagro que todos debemos celebrar porque ayudará a que sigamos alimentando y glosando la figura de uno de los mayores cineastas de la historia.

 

 Nota final 

No dejéis de ver los dos documentales que Netflix ha estrenado también con motivo de este lanzamiento: They’ll Love Me When I’m Dead, y A Final Cut for Orson: 40 Years in the Making. Material 100% disfrutable para cualquier cinéfilo.

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