
El Festival de Cine de Gijón 2018 supera ya el ecuador habiendo mostrado no pocas propuestas de notable interés, y tras recibir la visita de diversos realizadores como la homenajeada videoartista canaria Eli Cortiñas, cuya instalación audiovisual ocupa ya un espacio privilegiado en el Antiguo Instituto Jovellanos, una de las céntricas sedes del certamen asturiano.
Entre los títulos más destacados de los últimos días encontramos los dos últimos trabajos del coreano Hong Sang-soo, nombre clave en la historia reciente del Festival que fue objeto de retrospectiva en 2013 y se alzó con el premio a la mejor película en 2015 con ‘Ahora sí, antes no‘. También hemos podido ver dentro de la Sección Oficial, estimulantes obras procedentes del este de Europa, así como alguna rareza digna de destacar en las secciones paralelas. Os lo contamos a continuación.
Relaxer (USA). Dir. Joel Potrykus
El estadounidense Joel Potrykus, autor de obras indies tan controvertidas como ‘Buzzard‘, presenta en su nuevo trabajo -producido por Aaron Katz- una peculiar historia preapocalíptica con la amenaza del ‘Efecto 2000’ y los videojuegos como elementos de base para construir una distopía claustrofóbica, entre lo meramente humorístico y lo trascendente, sobre el advenimiento de un nueva nueva era. Un auténtico delirio entre la lisergia cronenbergiana y el mumblecore freak que está llamado a despertar pasiones enfrentadas.
La película utiliza la subcultura gamer para construir un inquietante microcosmos alrededor de un tan enigmático como poco agradable personaje central, sumido en una zozobra emocional y física que simboliza un cierto vacío generacional previo al cambio de siglo. Rodada en una mugrienta estancia como único escenario, la película recurre a altas dosis de un humor negro que no debería impedir que el espectador aprecie el auténtico alcance de esta interesante parábola disfrazada de farsa.
Grass (Corea del Sur). Dir. Hong Sang-soo
El respetado cineasta coreano Hong Sang-soo es un habitual de los festivales de cine independiente por el que Gijón siente auténtica devoción, como demuestra su omnipresencia en la programación del certamen asturiano a lo largo de la última década. La sección oficial de este año incluye dos títulos del cineasta, uno de ellos, este ‘Grass‘ presentado fuera de competición.

La austeridad habitual del autor de ‘La cámara de Claire‘ se revela en su máxima expresión en esta miniatura blanquinegra, de poco más de una hora de metraje, cuya acción transcurre de manera casi íntegra en un pequeño café de Seúl en el que varios personajes conversan sobre recuerdos, derrotas, anhelos y desencantos. Se encuentra entre las obras más ligeras y luminosas de Sang-soo y culmina con un precioso plano-secuencia que reúne a sus personajes para cerrar un círculo emocional de mensaje conciliador.
Hotel by the River (Corea del Sur). Dir. Hong Sang-soo
Algo más ambiciosa, al menos en apariencia, es la segunda de las películas del coreano que encontramos en la programación del Festival de Cine de Gijón 2018, en este caso dentro de la competición oficial y con el aval de un premio en el último festival de Locarno para su actor protagonista, Joo-Bong Ki, que da vida a un poeta, padre de dos hijos muy distintos con los que conversa en un apartado hotel en el que se hospeda por una larga temporada.
La película alterna la historia de este peculiar patriarca, con la de una mujer joven que se encuentra en el mismo hotel con una amiga íntima, para tratar de superar un reciente desengaño amoroso. Las conversaciones sobre el amor, la pérdida y las esencias vitales discurren con mayor ligereza a medida que nos aproximamos a un desenlace agridulce y un tanto abrupto, aunque pleno de significado.

I Do Not Care If We Go Down in History As Barbarians (Rumanía). Dir. Radu Jude
El autor de la premiada ‘Aferim!‘, presenta en Gijón su nueva y ambiciosa obra, un film-ensayo sobre la memoria histórica de Rumanía, que invita a devolver la mirada hacia un oscuro periodo de colaboracionismo del país balcánico con el régimen Nazi, una etapa presente de manera difuminada en un ideario colectivo rumano contemporáneo mucho más atento a condenar los crímenes soviéticos.
Interesantísima reflexión sobre los perniciosos agujeros en la memoria colectiva del este de Europa, cuyo pertinente mensaje trasciende casi cualquier frontera del continente en estos tiempos de un temible auge nacionalista, azuzado precisamente por figuras adictas a un torticero revisionismo histórico destinado a lanzar eslóganes xenófobos a una población confundida por la crisis y necesitada de cabezas de turco. Nos da, eso sí, la sensación de que el mensaje calaría igualmente con algo menos de metraje y renunciando a un par de subtramas estériles.
Mug (Polonia). Dir. Malgorzata Szumowska
Premiada en la última Berlinale y clara aspirante a figurar en el palmarés de Gijón, la polaca ‘Mug‘ sublima la parábola sobre la identidad colectiva y la difícil gestión de la herencia del pasado, que se ha convertido ya en leit motiv de esta última edición del festival asturiano. Lo hace a través de una historia alegórica sobre un joven prometido que sufre un grave accidente mientras trabaja en una faraónica obra para construir una descomunal figura de Cristo en una pequeña ciudad polaca.
El transplante de cara al que se somete con éxito el protagonista le sirve a Szumowska para reflexionar sobre la transición democrática -a veces a marchas forzadas e incompleta en el ámbito social- que ha experimentado el país centroeuropeo en las últimas décadas. La pugna entre la tradición y la modernidad, con marcada lucha intergeneracional, es retratada por la directora sin caer en lo discursivo, manteniendo el mensaje en el subtexto de un relato ágil que adquiere por momentos un tono de fábula costumbrista. De lo mejor visto hasta hoy en Gijón.

Land (Italia). Dir. Babak Jalali
‘Land‘ es una curiosa producción italiana que versa sobre los dramas cotidianos de los habitantes de una reserva de nativos norteamericanos en pleno siglo XX. Rodada en México con participación de diversos países europeos, podría encuadrarse dentro del neo-western de espíritu revisionista que algunos títulos recientes como ‘Comanchería‘ o ‘Wind River’, han explorado con mayor éxito en el último lustro.
El iraní Babak Jalali, que ya concursó en Gijón con la superior ‘Frontier Blue’s’, sigue acusando un estilo que confunde lo contemplativo con la monotonía. La escasa fluidez emocional del relato puede tener relación con la elección de actores no profesionales que no siempre transmiten la crudeza del drama que vemos en pantalla con la veracidad exigible para que la voluntad de denuncia sobre las minorías raciales trascienda sus innegables buenas intenciones.