Se trate de proyectos más personales –‘Hunger’ (2008), ‘Shame’ (2011)– o dirigidos hacia un público mayoritario –’12 años de esclavitud’ (2013)–, Steve McQueen parece volver repetidamente, una y otra vez, al tema que atraviesa toda su trayectoria: el dolor. Con ‘Viudas’ nos cuenta la historia de un grupo de mujeres que se ven obligadas a terminar el proyecto frustrado de robo en que murieron sus respectivos maridos para poder saldar la deuda que estos han contraído con Jamal Manning (Brian Tyree Henry), un político negro que busca erigirse en alcalde de su distrito de Chicago, que no dudará en retornar a las costumbres de su pasado violento de ser necesario.

El filme se abre con un plano cenital en que Veronica y Harry Rawlings (Viola Davis y Liam Neeson respectivamente) se besan en cama. Un montaje alternado comienza a combinar imágenes del último atraco en el que Harry y su banda participan –debido a que la figura espectral de la muerte se cierne sobre ellos– con tomas donde la pareja se muestra su amor. Fenecimiento por un lado, afecto por el otro. Steve McQueen, desde la secuencia inaugural, nos habla de las fuerzas destructoras del amor y, lo veremos en el discurrir de la película, de cómo este regresa una y otra vez a la mente del personaje encarnado por una sensacional Viola Davis para provocarle un dolor insoslayable. Pero no por ello ‘Viudas’ se convierte en una película en la que las mujeres solo lloran el deceso de sus maridos, sino que, muy por el contrario, se muestra como una historia de empoderamiento femenino donde esta vez serán ellas las que, sin ayuda de nadie, tendrán que tomar las riendas de sus vidas.

El director británico no se contenta tan solo con exponer esta trama principal, sino que a partir de ella continúa cuestiones nucleares de sus trabajos precedentes, como el racismo, muy patente en la ganadora del Oscar a Mejor Película ’12 años de esclavitud’, y que, en su nuevo filme, toma forma en las opiniones que la familia Mulligan (el hijo interpretado por Colin Farrell y el padre por Robert Duvall) tiene de Jamal Manning. Por otra parte, todos los tejemanejes políticos y peripecias entre sendos clanes sirven para profundizar en la corrupción, cinismo y daños colaterales de una política en la que prevalece la imagen antes que los hechos, donde Jack Mullingan, el personaje encarnado por Colin Farrell, quiere vivir bien lejos del distrito que quiere gobernar.

Sin embargo, no es el racismo el único eco a la filmografía anterior de McQueen sino que las localizaciones de la propia película, haciendo gala de su ostentosidad, evocan a la devastadora ‘Shame’: las múltiples camas, la prostitución, los ventanales, los bares y hoteles de lujo… el aquí firmante no se sorprendería si Brandon Sullivan (Michael Fassbender) deambulara por alguno de estos lugares en busca de otra dosis más de encuentros líquidos. Pero mientras que en esa obra anterior la opresión que padecía el protagonista estribaba en su propio cuerpo, aquí, por otra parte, proviene de un elemento familiar tal como las consecuencias de los errores de la pareja sentimental.

‘Viudas’, película que se asienta en el cine de género, en el thriller, supone la evolución estilística de su director hacia una estandarización cada vez más orientada hacia el gran público, porque si mientras antaño se privilegiaba la filmación con largos plano secuencia que condensaban la creciente tensión de las escenas, hogaño se opta por tomas de menor duración, que no por ello son dignas de desprecio ni están exentas de una significativa angustia e incertidumbre como podemos constatar al referirnos al extraordinario segmento del golpe final. Pese a ello, el desenlace se torna lastrado en tanto, en cuanto, el epílogo se dilata en exceso sin motivo aparente.

El gran acierto de ‘Viudas’, sin duda, radica en los papeles protagónicas femeninos, respaldados por unas solventes interpretaciones, sobre todo las de Viola Davis y Elizabeth Debicki, y en la profundidad –escindida en la mayoría de blockbusters actuales–que este thriller de acción confiere a sus personajes. Aun así, todo sea dicho, lejanos quedan los tiempos de las mejores de obras de Michael Mann; lejanos, por tanto, los tiempos en que Al Pacino y Robert De Niro se intentaban dar caza en las melancólicas calles de Los Ángeles.

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