Poder. Mantener el poder siempre es difícil. Es un equilibrio entre el perder y el ganar. Es un juego donde, a veces, es necesario apostar con todas tus cartas, aunque no sean las ganadoras. Son estrategias; son cambios. Cambios para poder mantener, en últimas, ese mismo poder. Incluso, a veces, hace falta un ‘Cambio de reinas’ para perpetuarse en el poder; mantener el reinado.

Siglo XVIII. Para asegurar la continuación del reino, la regente del reino de Francia ofrece a España, en símbolo de mantener relaciones diplomáticas fructíferas y, en últimas, asegurar el reinado francés, la heredera francesa al reino español. Este ultimo, para agradecer el gesto, ofrece a la heredera como esposa a Luis XV. Cambios. Cambios que, en principio, producen avances. Avances que, con el cambio de reinas, no es suficiente para ningún reino.

Como una pintura en movimiento, el intercambio de poder puede suponer una pérdida de éste, aun teniendo la sensación de haber ganado. Pero ganar no siempre es positivo. Ganar por un bien mayor puede ser una pérdida a nivel personal. Y más cuando, el ganar; el mantener el poder o perpetuarlo, no está en la voluntad de uno, como pasa a Luis XV (Igor Van Dessel).

La muerte es lo único que se escapa de nuestro poder. Poder delimitado, a la vez, por la aparición de ésta; de la muerte. No para el ser que se desvanece, sino para los seres que viven. Luis XV es muestra de ello. De esa contradicción entre poseer el poder y, en otro extremo, no poder manejarlo. Es la inocencia de un niño obligado a vivir la muerte sin poder manejarla pero, a la vez, tener que poder, y el deber, de llevar un reino.

Esa inocencia arrebatada. Inocencia que vemos en los ojos de Maria Victoria (Juliane Lepoureau). Inocencia arrebatada por ese bien superior; ese reino. Reino que, en el fondo, no es de nadie: es un bien supremo. Inocencia arrebatada como las muñecas de porcelana cambiadas por otras. Comportamientos adultos; la obligación del amor y el amor por sus muñecas. Obligación de ser adulta.

Cambio de reinas’ es un cambio para que nada cambie: para que se mantengan dos reinos. Es un sacrificio para que nada permute. Es un ente superior, el poder, ejerciendo su fuerza sobre las personas. Personas que, humanas, renuncian a serlo. 

En definitiva, ‘Cambio de reinas’ es un cuadro en movimiento. Es una pintura viva. Vivencias que muestran cómo los seres divinos —los reyes— eran crueles. Pero esa crueldad tiene un bien común. Bien común merecido porqué, como dicen, el fin justifica los medios. O no. Quién sabe.

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