El círculo de amistades de Tara (Gemma Arterton) considera que esta posee una vida envidiable: su marido tiene un buen trabajo, viven en una bonita casa y han engendrado a dos bellos hijos. La realidad, sin embargo, es bien distinta. En la escena que abre ‘La búsqueda de la felicidad’, Tara se arregla frente al espejo de su habitación, se viste y sale por la puerta. La cámara se centra en su triste semblante, el cual es –y será– encuadrado a través de primeros planos que nos permitirán experimentar sus emociones de primera mano. No pasa demasiado tiempo hasta que vemos que algo pasa con ella, que no está cómoda en el ambiente en el que vive, que necesita un cambio, escapar de su rutina (y es ahí donde la fuerza del título original del filme, ‘The Escape’, reside; significación perdida en su traducción al español).

La situación que padece, como vemos, es muy contraria a la que sus seres cercanos consideran: su marido, Mark (Dominic Cooper), parece que solo tiene interés en mantener relaciones sexuales con ella. Cuando llega a casa, después de su jornada laboral, lo último que quiere es escuchar lo que su esposa tenga que decir. La educación de sus hijos, debido a la ausencia diaria del padre, la sobrepasa de muchas maneras, haciendo que ella siempre parezca la mala de la familia por encargarse de su educación. Y, lo que es peor: que su pareja sentimental sea el único que trabaje (que la mantenga es ideal a los ojos de la madre de Tara) la priva a ella de poder salir afuera, de tener su propio espacio, relegándola única y exclusivamente a las tareas del hogar. Cierto día, cuando no puede más, le espeta a su marido que no es feliz. Desde ese momento intenta rehacer su vida personal apuntándose a diferentes actividades o pasando más tiempo sola, pero él sigue sin comprenderla, menospreciando la intimidad que ella necesita, queriendo, tan solo, tener sexo con ella sin atender a sus necesidades.

Desaparecer, escapar de ese lugar que la aprisiona es la única salida que ella vislumbra. Y si varias de las propuestas más estimulantes de este año – ‘Sin amor’, de Andréi Zviáguintsev; ‘Burning’, de Lee Chang-Dong; y ‘Lo que esconde Silver Lake’, de David Robert Mitchell– se centraban en la búsqueda de un personaje desaparecido por parte de sus allegados, ‘La búsqueda de la felicidadnos posiciona en el lugar de ese (esa) desaparecido (desaparecida). Cuando Tara decide viajar sola a París, observamos cómo es capaz de apreciar y disfrutar de cada pequeño detalle que la rodea; algo que no podría hacer en el hogar del que huye. Allí conoce a Philippe (Jalil Lespert), un fotógrafo francés, a quien persigue por un museo de la ciudad. En determinado momento, él le dice a ella que el ser humano de antaño poseía seis sentidos en vez de cinco: el sexto vendría a ser el deseo, el cual, a su parecer, ha perdido todo el mundo. Y no es difícil ver cómo Tara también lo ha extraviado, cómo su círculo familiar y amoroso ha sido el responsable de todo ello.

El filme de Dominic Savage plantea algo tan escalofriante como saber qué se esconde más allá de las simples apariencias, sobre qué esconden al exterior esas parejas que parecen tan perfectas a los ojos del resto (porque, a fin de cuentas, Mark, el marido de Tara, no es más que un simple maltratador psicológico, quien es capaz de redimirse en una suerte de happy ending). Asimismo, ‘La búsqueda de la felicidad’ habla, como antes apuntábamos, de la pérdida del anhelo, de ser incapaz de volver a sentir lo que una vez se sintió, porque aunque al final se nos intente impostar la reconciliación de la pareja, Tara, en el cierre de la película, sigue siendo incapaz de acomodarse a la vida matrimonial; incapacidad simbolizada en la ansiedad que se precipita sobre ella en el mismo parque de la secuencia inaugural. Es ahí cuando comprendemos que si ‘La búsqueda de la felicidad’ posee una estructura circular se debe a que es imposible escapar de ese círculo vicioso de infelicidad.

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