
El cineasta húngaro László Nemes nos dejó boquiabiertos en 2015 con una de las operas primas más impactantes de los últimos años. ‘El hijo de Saúl‘ reflejaba de una manera nunca vista hasta el momento el horror del campo de concentración de Auschwitz, virtuosismo por el que logró el Oscar de habla no inglesa. Ahora regresa con ‘Atardecer‘ un drama de época en vísperas de la Primera Guerra Mundial por el que su director ha ganado este año el premio FIPRESCI en la Mostra de Venecia.
La película narra la historia de Irisz Leiter que llega a la capital húngara con 20 años y con la esperanza de trabajar de sombrerera en la antigua tienda de sus padres biológicos. Sin embargo, el nuevo propietario, la rechaza. A su vez, se tendrá que enfrentar a su pasado cuando descubre un hermano que nunca supo que tenía. Su misión de encontrarlo la lleva a descubrir oscuros secretos mientras el país se prepara para el caos de la guerra.
El cineasta húngaro László Nemes reflexiona sobre Atardecer
Incluso antes de empezar mi primer trabajo, ‘El hijo de Saúl‘, tenía en mente la idea de hacer una película sobre una mujer, solitaria, perdida en su mundo, un mundo que intenta, pero no consigue, entender. Probablemente por la influencia de una innegable tradición literaria y cinematográfica de Europa central, he caído en un personaje principal que está, en parte, rodeado de misterio y que cuyas acciones deben ser analizadas y reanalizadas por el público continuamente, hasta convertirse en una figura de una dimensión inesperada, como una especie de Juana de Arco de Centroeuropa.
«Mi principal objetivo es llegar al espectador de una manera diferente, después de hacer que el público sienta y reflexione». László Nemes
A diferencia de ‘El hijo de Saúl’, que se trataba de un estilo documental minucioso, ‘Atardecer‘ se asemeja a un cuento, un misterio propiamente dicho, donde se invita al espectador a que, junto al personaje principal, busque un posible camino a través de este laberinto de fachadas y de capas. Desde el inicio, imaginé esta película como una manera de sumergir al espectador en un laberinto personal, acompañando a Irisz en su objetivo de encontrar a su hermano y, a la vez, de encontrar el significado del mundo que quiere descubrir. Detrás de cada pista que parece desvelar, aparece información contradictoria. Tras cada capa, se revela una nueva. Y el personaje principal puede, perfectamente, no ser consciente del proceso que se está llevando a cabo en su interior. Irisz es un personaje atrapado entre la luz y la oscuridad, la belleza y la amenaza, incapaz de lidiar con las zonas grises. En este sentido, ‘Atardecer’ es también la historia de una chica, el florecimiento de una extraña flor.

‘Atardecer‘, desde un principio, intenta seguir de cerca al personaje principal, Irisz, cosa que da un enfoque muy íntimo en una película de época, e intenta romper con los códigos previsibles de la percepción del pasado. Ojalá que el espectador se sumerja en un mundo desconocido, donde las personas hablen lenguas diferentes (el sonido es la piedra angular de la estrategia de inmersión) y así, se fuerce a eliminar algunas barreras. Creo que es muy necesario. Mi principal objetivo es llegar al espectador de una manera diferente, después de hacer que el público sienta y reflexione.
‘Atardecer’ es una película sobre la civilización en sus encrucijadas. En el corazón de Europa, en la cumbre del progreso y la tecnología, sin haber sido escrita, la historia personal de una mujer joven se convierte en el reflejo de un proceso que es, en sí mismo, el nacimiento del siglo XX.
Hace un siglo, desde lo más alto de su propia cúspide, Europa se suicidó. Hasta la fecha, este suicidio sigue siendo un misterio. Es como si la civilización, en su momento álgido, estuviera produciendo el veneno que la destruiría. En el núcleo de la película, yace esta inquietud personal.
«Mis profundas raíces europeas me han llevado a preguntarme sobre la época en la que vivimos ahora y las épocas de nuestros antepasados». László Nemes
‘Atardecer’ se sitúa antes de la Primera Guerra Mundial en el Imperio austrohúngaro, un estado aparentemente próspero y plurinacional, con una docena de lenguas y diversas culturas, y cuyas boyantes capitales, Viena y Budapest, eran el centro cultural del mundo. Sin embargo, frente a este trasfondo floreciente, se encuentra la realidad de las fuerzas ocultas que están a punto de destrozarlo todo.
Cuando era niño, mi abuela, que nació en 1914, me contaba historias. Su vida abarcó praticamente todo el siglo, vivió la agitación del continente europeo, pasando por todos los regímenes totalitarios, genocidios, revoluciones fallidas y guerras. Ella fue, en cierto modo, Europa.
Mis profundas raíces europeas me han llevado a preguntarme sobre la época en la que vivimos ahora y las épocas de nuestros antepasados, lo fino que puede llegar a ser el revestimiento de la civilización y qué hay debajo. En nuestro mundo moderno posnacional, parece que hemos olvidado las dinámicas de la historia y, en nuestro infinito amor por la tecnología y la ciencia, también parece que hemos olvidado lo cerca que pueden llevarnos del borde de la destrucción. Creo que vivimos en un mundo que no está muy lejos del anterior a la Gran Guerra de 1914. Un mundo completamente ciego ante las fuerzas de destrucción que se alimentan en su interior. No estamos lejos de los procesos que se llevaron a cabo en la monarquía austrohúngara. Para nosotros, la historia es ahora y está en Europa central.