
‘The Old Man and the Gun’ es una película atípica dentro del contexto que los dos últimos filmes de David Lowery –’En un lugar sin ley’ (2013), ‘A ghost story’ (2017)– habían conformado. Pero también resulta atípica dentro del género de robos y atracos en que se inscribe en la medida en que comedia y drama se dan la mano en esta suerte de despedida cinematográfica del icónico Robert Redford.
El relato nos sitúa en el clásico busca y captura entre ladrón y policía, aunque este se pueda sentir como un macguffin: en la mitad del filme, la hija de John Hunt (el agente interpretado por el siempre brillante Casey Affleck), una niña de apenas doce años, al darse cuenta de la manera en que el acto de perseguir a Forrest Tucker (Robert Redford) está afectando a su padre, le dice que no se preocupe porque “si lo atrapa, no lo podrá perseguir más”. Este juego infinito del gato y el ratón, que hace discurrir la narración, se torna pues, eso, un mero elemento para hacer avanzar la trama –además de regalarnos secuencias interesantes–, aunque el alma de la película parezca encontrarse en otro lugar.
Como decíamos, Forrest Tucker es un atracador; un atracador de bancos. Pero lo curioso de ello es que se trata de un señor mayor a la par que simpático y caballero, como todas sus víctimas –quizá este no sea el nombre más adecuado– se empeñan en señalar. Contrapuesto a él, nos encontramos con el policía que intenta atraparlo, Hunt, que es la encarnación de todo lo contrario: aparte de ser joven, es infeliz y se ahoga en su propia frustración como podemos ver en pantalla. Es significativo que solo cuando el personaje de Affleck parezca empatizar con su pareja y salgan a cenar a un restaurante, ambos protagonistas, perseguidor y perseguido, se encuentren (¿por gracia divina?) en los servicios del local.

‘The Old Man and the Gun’ nos habla de perseguir nuestros sueños, de intentar saber quiénes somos y, en definitiva, saber qué es lo que queremos. En el caso de Tucker es obvio, y se repite una y otra vez dentro del relato: él es feliz atracando bancos, y eso es lo que quiere hacer hasta el día de su muerte; ni siendo encarcelado casi una veintena de veces aprenderá la lección, porque tiene claro sus principios y sus metas. Quizá, la repetición de sus actos le genera, cada una de las veces, una diferencia, una resultante nueva sensación a la que se vuelve adicto.
Sin embargo, el cambio de registro con respecto a obras anteriores parece no favorecer a David Lowery: la conjunción de drama y comedia no termina de congeniar del todo bien. A esto se suma una banda sonora que recorre el largometraje de principio a fin, pero que una vez que nos acostumbramos a ella, se torna ausente, vacía. Es en el último tercio (si es que podemos realizar esta división en un filme como este) donde se impone el drama, y la calidad de su conjunto se asienta, haciendo de este el más disfrutable por el aquí firmante.
Irregular, pero a ratos interesante, ‘The Old Man and the Gun’ puede presumir del gran trabajo actoral que consigue a través, principalmente, de la química que se desprende de los personajes de Robert Redford y la maravillosa Sissy Spacek. Es una lástima que tras visionar una película como esta, que prometía grandes aciertos –a nivel de actuación, dirección, guion, género–, uno tenga la sensación de que no le calará ni una mínima parte en comparación a su predecesora.