
Al fin llegó 2019 para descubrir si coincidiremos en algo de lo que vimos en ‘Blade Runner‘ (1982, Ridley Scott). Ambientada en este mismo año, si descontamos los coches voladores sí podemos afirmar que hemos alcanzado ciertos estilismos de los ciudadanos que deambulaban por las calles sucias y luminosas (vaya, en eso también coincidimos). Tampoco sería raro que alguna vez nos hayamos sentido agobiados entre la multitud en un entorno humeante y bajo la lluvia, donde no haría falta cruzarse con Harrisond Ford para decir «Esto es muy ciberpunk». Un término que lleva usándose desde los ochenta y que ciñéndonos a la definición sería “un subgénero de la ciencia ficción en el que la tecnología avanzada (ciber) y los personajes antisociales (punk) son los protagonistas”. Hablamos de películas ciberpunk.
No todas las películas que podemos reconocer como ciberpunk se sustentan estrictamente en estos dos pilares, por lo que tendría más sentido dejarnos llevar por valoraciones estéticas a la hora de incluirlas. Es un movimiento que parece no estar definido del todo ya que, al margen de las distintas vertientes que se le puedan adjudicar, está más vigente que nunca en la actualidad cinematográfica con cintas como la secuela ‘Blade Runner 2049‘ (2017, Denis Villeneuve) que no paran de expandir su universo añadiendo nuevas ideas visuales.
Herederas de los replicantes
‘El quinto elemento‘ (1997, Luc Besson) reúne varios factores para posicionarse como buen ejemplo de este peculiar subgénero, ya sea por el diseño del vestuario o por la ciudad con vehículos sobrevolando rascacielos caóticamente. Es considerada una heredera directa del sello Blade Runner, aunque lo justo sería reconocer que ambas estuvieron influenciadas por el cómic de 1976 The Long Tomorrow (Moebius, Dan O’Bannon) publicado en la mítica revista Métal Hurlant, de la que salieron multitud de historias de corte similar. Precisamente en la película animada ‘Heavy metal‘ (1981, Gerald Potterton) hay un episodio en el que la urbe se asemeja mucho al modelo arquitectónico de las dos películas mencionadas, teniendo a un violento taxista como protagonista.
Ya en el 95 la directora Kathryn Bigelow había realizado un gran aporte con ‘Días extraños‘, guión de su entonces marido James Cameron que nos contaba cómo unos hackers vendían a la gente recuerdos y vivencias que nunca habían experimentado pero que llegaban a sentir como reales. Fue un acierto situar la historia en Nochevieja (empezaban el año 2000), consiguiendo así un tono futurista pero realista al mismo tiempo en el que nosotros también estamos expectantes ante tan importante acontecimiento.
El espectador no se sentirá igual de identificado con los personajes y la historia, pero muy probablemente las imágenes más ciberpunk las encuentre en una película japonesa de animación: ‘Akira‘ (1988, Katsuhiro Otomo) que nos introduce desde el principio en la inmensa Neo-Tokyo, en la que junto a numerosos neones se dan disturbios entre policías y manifestantes. Todo está lleno de metal, tuberías y cables, robots, carteles y pintadas… un panorama ideal para darnos cuenta de que hoy día ya estamos experimentando lo que nos planteaba este loco anime (¿buscará el mismo objetivo la nueva versión con actores que está preparando Taika Waititi?). Aquel decadente estilo ya lo utilizó el director para contarnos un año antes la película de episodios ‘Neo-Tokyo’, especialmente en las historias de “El piloto de carreras” y “Trabajos de construcción suspendidos”.
Otomo ha confesado que ‘Easy Rider‘ (1969, Dennis Hopper) fue una fuerte inspiración para sus motoristas de ‘Akira’, pero es imposible no pensar en los excéntricos villanos de ‘Mad Max‘ (1979, George Miller). Aún desarrollándose en paisaje desértico en vez de en una metrópolis, la customizada y polvorienta ropa que llevan es clave en el patrón de vestir ciberpunk (haciéndose más evidente en la secuela), así como la idea de bandas de locos que lo único que desean es llegar al límite durante brutales combates en moto. En 2015 estrenaron la película ‘Turbo Kid‘ (de Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell), que añadiendo más humor y violencia regresaba al mismo tono de esta saga mítica además de homenajear otras películas de los 80 (como últimamente se lleva haciendo en esta corriente vintage del cine que vivimos).
“Es mentira todo, vivís en Matrix”
Es evidente que en los últimos años ha aumentado la producción de filmes que por lo menos se circunscriben en ese tan sobado término de “distopía”, aunque la mayoría tienden más a lo post-apocalíptico, como la producción de Netflix ‘Io’ (2019, Jonathan Helpert). Las series ‘Altered Carbon’ (2018) y ‘Black Mirror’ (2011) son conocidos ejemplos en los que el avance tecnológico se combina con un dudoso Estado del bienestar. ¿Podemos hablar de una tendencia? El pesimismo que nos caracteriza está colisionando con los nuevos medios y aplicaciones que afloran sin parar, planteándonos si podríamos llegar pronto a ese futuro frío y sin esperanza del que se nutren este tipo de historias. Y es que en nuestro día a día necesitamos cada vez más a las máquinas, que parecen más vivas que los propios humanos deprimidos a causa del conflicto social y la crisis económica.
El escapismo que muchas personas buscan en sus vidas es posible alcanzarlo gracias a la realidad virtual, pieza angular en todo esto. La película más reciente que se basa en este concepto es ‘Ready Player One‘ (2018, Steven Spielberg). Está basada en el libro homónimo de Ernest Cline, pero recuerda bastante a la novela Snow Crash que Neal Stephenson publicó en 1992: Hiro es un chaval que pasa horas en su habitación conectándose a una máquina que le sitúa en el “metaverso”, un espacio virtual paralelo a la propia realidad en el que puede disponer de un avatar.
En ‘Brazil‘ (1985, Terry Gilliam) no es con unas gafas VR sino usando su mera imaginación el modo que encuentra el héroe para huir (o volar, mejor dicho) de su burocrática existencia en las oficinas de cemento. Esta obra de culto de la ciencia ficción es ideal para exponer una de las claves del movimiento: la deshumanización y automatización de los habitantes de las ciudades obsesionados con el trabajo sin llegar a tener un momento de tranquilidad. Gilliam es el director perfecto para contarnos una historia así, añadiendo a sus personajes ese matiz desastroso que impregna gran parte de su filmografía.
Soy un cyborg
Hay determinados elementos que son fáciles de encontrar cuando nos adentramos en este peculiar mundo de ficción. El “cyborg”, máquina con apariencia humana, no suele fallar. La exitosa ‘Westworld’ (2016, Jonathan Nolan) centra su foco en estos seres creados por la necesidad que tiene el ser humano de encontrar un físico superior al suyo. La serie se basa en la aquí titulada ‘Almas de metal’ (1973, Michael Crichton), un claro antecedente de la que tiempo después nos presentaría al cyborg por excelencia: ‘Terminator’ (1984, James Cameron), el perfecto asesino fabricado con carne y un endoesqueleto de titanio paseándose con unas pintas de macarra que ni el Mel Gibson de Mad Max. No es casualidad tener también a Cameron detrás del inminente estreno de ‘Alita: Ángel de combate‘ (2019, Robert Rodríguez), proponiéndonos el dilema de la necesaria separación entre la mente y el cuerpo del androide desubicado en su existencia.
Hace nada Scarlett Johansson interpretó un rol similar en ‘Ghost in the Shell‘ (2017, Rupert Sanders), versión en imagen real de la película del mismo nombre dirigida en 1995 por Mamoru Oshii, un clásico del anime que no sólo nos presentaba una ciudad típica del subgénero sino que profundizaba en los códigos de la realidad virtual teniendo como villano a un hacker que controla una inmensa cantidad de información en la red (un villano de nuestros días, vamos). Es el referente cinematográfico más claro de los muchos que tuvieron los creadores de ‘Matrix’ (1999, Lilly Wachowski, Lana Wachowski), que ahondaron más en conceptos filosóficos como el mito de la caverna de Platón y aportaron buenas dosis de acción, convirtiéndose en la trilogía de éxito que todos recordamos. Nadie ha explicado mejor la idea de lo virtual con imágenes tan potentes y emblemáticas como la pantalla con caracteres verdes que se desplazan verticalmente.
El origen de las películas ciberpunk
En este cúmulo de influencias y conexiones que estamos desarrollando teniendo en el altar a ‘Blade Runner’, debemos por fin hablar de Neuromante: el origen oficial del ciberpunk es esta novela escrita por William Gibson en 1984. Él empezó todo, junto a Bruce Sterling (Mirrorshades) y Norman Spinrad (Pequeños héroes), sentando las bases al dar claves principales como personajes solitarios, bares de mala muerte, implantes cibernéticos, y lo más básico, la idea de “ciberespacio” (antecedente literario de Internet). La adaptación al cómic en 1991 de Tom de Haven y Bruce Jensen ayudó a concretar las complicadas visiones que ofrecía el libro, sin dejar de resultar impactante el parecido con algunos personajes de ‘Matrix’. La necesaria versión cinematográfica, durante años en manos de Vincenzo Natali (‘Cube‘, ‘Cypher’) y ahora en las de Tim Miller (‘Deadpool’, ‘Terminator 6’), tendrá el reto de impactar sin parecerse demasiado a las películas que se inspiraron en el libro.
Aún quedan proyectos interesantes que pueden plasmarse en la gran pantalla y muchos de ellos pueden llegarnos de adaptaciones del cómic, un medio realmente apropiado para desarrollar estas coloridas y metalizadas fantasías del futuro. El dibujante Enki Bilal, también director, es un autor que merece ser adaptado como es debido dada su gran aportación de ilustraciones acordes al tema. También quedan por ahí pendientes las hiperdetalladas viñetas de Hard Boiled (1990-92, Frank Miller, Geof Darrow) y Transmetropolitan (1997-2002, Warren Ellis, Darick Robertson), considerada post-ciberpunk al haberse llegado a una situación extrema en la que la línea moral se ha traspasado completamente (sexo en la TV durante el horario infantil) y la muerte en las calles es algo común gracias a una corrupción política de máximo nivel. Digamos que es un paso más en lo visto hasta ahora, y teniendo en cuenta que ya muchos podemos creer que vivimos un ciberpunk real, habría que plantearse que le deparará a este movimiento en la ficción y qué nuevas películas le seguirán hasta crear un estilo que merezca una denominación diferente.
Exoesqueleto interior, interesante. ¿No será mejor simplemente un endoesqueleto?
Muchas gracias por tu comentario. Acabamos de actualizar el post y ahora queda más claro.
Existe una película adaptando Los inmortales, de Bilal. Zafa bastante.