
‘Cafarnaúm’, largometraje que se alzó con el Premio del Jurado de la última edición del Festival de Cannes y que competirá por el Oscar a mejor película de habla no inglesa, coloca al espectador ante los horrores de nacer y crecer en países como el Líbano. Esta historia de estructura cronológica fragmentada, que se abre con el inicio de un inusual proceso judicial, nos muestra los motivos y acontecimientos que han llevado al joven Zain (Zain Al Rafeea) a demandar a sus padres (Fadi Yousef y Kawsar Al Haddad). Durante su periplo por las devastadas calles libanesas, el muchacho se topara con Rahil (Yordanos Shiferaw), trabajadora inmigrante en un destartalado parque de atracciones, y su hijo (Boluwatife Treasure Bankole), lo que dará pie a una inusual relación en busca de un perdido amor maternal y fraternal.
Probablemente a algunos, como ha ocurrido en el seno de la crítica cinematográfica, les resulte excesivo el enfoque naturalista de un filme que por momento roza la “pornografía emocional”. Durante una parte considerable del metraje, Nadine Labaki deambula por la finísima cuerda floja de la crudeza y la brutalidad, amenazada siempre por una caída en el cliché o el ya mencionado uso excesivo del dramatismo. Considero, que la decisión final a la hora de posicionarse frente a este tipo de relatos recae en el “modo de ver” del espectador. En mi caso, la propuesta de Labaki me parece coherente dado el contexto en el que se asienta la obra. Pese a que ciertas imágenes puedan resultar “innecesarias”, la directora también saca del plano otros aspectos de difícil tratamiento en relación con la puesta en escena de la violencia infantil.

Frente a esa brutalidad, uno de los puntos a destacar de la película son sus emocionantes momentos de bondad humana, protagonizados en su mayor por Zain tras su encuentro con Rahil y su hijo. Con ello, nos referimos a secuencias que actúan casi a la manera contenedores aislados de la trama, donde se nos muestran los intentos de un grupo de personajes por dejar de lado todo lo que les rodea para intentar establecer vínculos afectivos y construir una tan ansiada familia, entendida en este caso como espacio de protección y cuidados mutuos. De este modo, podríamos leer la película como la búsqueda de una familia por parte de un niño al que se le ha privado de infancia.
En lo que respecta a los personajes, Labaki construye una carismática pareja de pequeños actores los cuales, a pesar de su situación de desamparo, gozan de una cierta e inocente comicidad. No obstante, la fotografía del filme no hace más que sacarnos del gag y recordarnos lo insignificante de estas figuras frente a la monumentalidad del desastre. Optando por una mirada infantil frente al desastre, la directora se sitúa en la línea de otros realizadores como Roberto Rossellini en ‘Alemania, año cero’ (1948), Luis Buñuel en ‘Los olvidados’ (1950) o, en el ámbito oriental, Abbas Kiarostami.
Concluyendo, ‘Cafarnaúm’ se articula como un naturalista recorrido por las ruinas de una niñez arrebatada, contexto en el que la bondad humana ha de combatir a la desesperanzadora realidad para brotar de entre los escombros de la miseria.