Un ser extraño concilia el sueño en el regazo de la joven que ha secuestrado. Un asesino perpetúa su crimen. Un anciano, acompañado de su sobrina, yace en su lecho de muerte. Un compendio de escenas que el director, Leos Carax, descubre al franquear la cuarta pared de su habitación-cubículo. El trayecto le llevará a una sala de cine llena de espectadores que “han dejado de mirar”, dormidos, impasibles ante una proyección. Es en la acción de traspasar un marco de confort (el establishment, las reglas o convenciones del cine) y caminar hacia lo desconocido (aceptando las mutaciones del medio que de una vez por todas despierten a los espectadores del letargo mental) en la que Carax escenifica el hecho cinematográfico. La escena culmina en el enfrentamiento con la propia pantalla de la sala, donde empezará a proyectarse ‘Holy Motors‘.

«¿Y si la gente deja de mirar?» – Denis Lavant (Holy Motors, 2012)

Una se pregunta si Leos Carax no estaría ya en 2012 anticipando muchos de los dilemas que definirían la producción y la distribución cinematográfica del último lustro. Las llegadas de las múltiples plataformas VOD y sus enfrentamientos con las salas de cine y los festivales, la figura del espectador frente al avasallamiento de contenido, las mutaciones de los géneros cinematográficos y los avances tecnológicos del digital son algunas de las ideas y reflexiones que laten detrás de cada fotograma de ‘Holy Motors’.

Holy Motors (2012) dirigida por Leos Carax.
Escena de «Holy Motors» (2012) dirigida por el cineasta francés Leos Carax.

Las escenas que hilvanan ‘Holy Motors‘ comprenden una especie de viaje que tiene como protagonista a Monsieur Oscar, un «actor» que se gana la vida transformándose en diferentes personajes mientras recorre París en limusina. Con cada salida de la limusina – máquina que hace función de cámara -, Monsieur Oscar se sumerge en un entorno – medio – diferente donde se mimetizará sin dificultad. Cada “cita” que tiene con un cliente equivale a un género cinematográfico (desde el “motion capture” al musical, del drama costumbrista al cine social) que muta, que incluso muere en alguna ocasión para revivir transformado en otra cosa, liberando supuestos límites y abriéndose a nuevos horizontes y rindiéndose ante las infinitas posibilidades que brinda el poder de la ficción.

Frente a esta idea de nuevos horizontes, resuenan las ideas románticas de Monsieur Oscar, que sobrevive entre los fantasmas de un cine pretérito. En una breve conversación con el personaje que interpreta Michel Piccoli, Oscar, abrumado por la evolución del oficio, confiesa que solo sigue en el peculiar mundo de la actuación por “la belleza del gesto”. “La belleza está en la mirada del que observa” le responde Piccoli haciendo alusión al espectador, “¿y si dejan de mirar?” le replica el otro. Entre dudas y temores a lo nuevo, ideales románticos y sentimientos de nostalgia, Carax recuerda que el cine vive actualmente en una situación mudable, alterable e intenta arrojar luz sobre un futuro fructífero del estado cinematográfico.

Holy Motors‘ se inscribe, de esta manera, dentro de unos parámetros que revelan que actualmente el cine está en un proceso múltiple (triple) de mutación: como evento social (la sala y los espectadores), como realidad del avance tecnológico (“la gente ya no quiere máquinas que se vean” musita en la escena final una limusina a otra en el aparcamiento que da título al filme, el de los “benditos motores”), y como forma de expresión alejada de establecimientos o lugares acomodaticios.

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