La mujer de la montaña’ da comienzo con una secuencia vibrante que nos adentra de lleno en el relato. En ella, Halla (Halldóra Geirharðsdóttir) boicotea un tendido eléctrico como método de renuncia y disconformidad hacia la industria del aluminio que está contaminando su país. Acto seguido, la mujer protagonista del filme se ve obligada a esconderse debido a que un helicóptero sobrevuela el espacio –un inmenso paisaje natural– en busca del origen del atentado que acaba de tener lugar. Finalmente pide ayuda a un vecino de la zona y se oculta entre la hierba que este guardaba en su remolque, lo que no parece, para nada, gratuito: Halla, por tanto, se funde con la naturaleza, con aquello que anhela proteger, con aquello que anhela conservar.

El resto del tiempo que no dedica a ser una activista parece ocuparlo su trabajo como profesora de canto, hasta que todo se ve interrumpido cuando es notificada de que, después de un largo tiempo, una niña en adopción espera por su cuidado. Sus inseguridades ante tal enmienda son aliviadas, en mayor o menor medida, gracias a la presencia de su hermana gemela, quien vendría a representar una clase de doble complementario de su personalidad y, por tanto, un equilibrio en su vida.

La mujer de la montaña dirigida por Benedikt Erlingsson
Halldóra Geirharðsdóttir (Halla) en «La mujer de la montaña», dirigida por Benedikt Erlingsson. Fuente: Avalon.

La película de Benedikt Erlingsson, aunque centrada en su crítica, y en que sea un personaje femenino de tal calibre el que la protagonice, deja un espacio para el humor que transita durante toda su duración: es curiosa la manera en la que el director islandés rompe la cuarta pared –a través de la mostración de los músicos que interpretan la banda sonora, cuya presencia en una película convencional al uso quedaría relegada a la música extradiegética–, y resulta glorioso –no tanto si pensamos en que este tipo de cosas pasan cada día– el running gag del extranjero al que siempre culpan erróneamente por las acciones de Halla.

Aun así, ‘La mujer de la montaña’ deja espacio para la intimidad, para una verdadera conexión con su protagonista –ayudada por la estupenda interpretación de Halldóra Geirharðsdóttir– a la cual sentimos no ya como un personaje, sino como una persona. Sentimos como propio el vínculo que Halla establece con la naturaleza, que, si al principio se representaba visualmente con la mujer escondiéndose dentro de la hierba, cara al final de la cinta se consolida al bañarse en barro, como si estuviese fusionándose con la propia naturaleza del ambiente.

No parece casual tampoco que el filme se estrene el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, ya que, de una u otra manera, Halla –personaje femenino del que muchos guionistas deberían de tomar nota– lidera su propia revolución, llevando hasta sus últimas consecuencias sus creencias, arriesgando todo lo que tiene –o puede que vaya a tener en un futuro– por una causa mayor. Y es que el valor de ‘La mujer de la montaña’ reside en poner todo esto en escena con gran originalidad y frescura.

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