
Sobre la figura de Pedro Almodóvar, sobrevuela el falso mito acerca de su incapacidad para dotar a sus personajes varones de unos papeles a la altura de sus “mujeres”. Es un hecho que en la obra del director manchego lo femenino actúa como centro a partir del cual desarrollar un discurso fílmico. En numerosas ocasiones, los personajes masculinos del cine de Almodóvar se encuentran localizados en los márgenes de la historia, sin que esto implique un menor cuidado de su caracterización, gestualidad o diálogos.
En una entrevista para Film Threat, el director comentaba lo siguiente acerca de esta cuestión.
“Por alguna razón que realmente nunca me he puesto a analizar detenidamente, estoy mucho más interesado en los personajes femeninos. Creo que tiene que ver con el papel que el hombre hasta ahora ha tenido que interpretar en la sociedad”. Pedro Almodóvar
Parte de la predilección de Almodóvar por las mujeres también encuentra su arraigo en su infancia, como él mismo ha remarcado en numerosas entrevistas, y sus experiencias en Calzada de Calatrava (Ciudad Real) con su madre, su abuela, su hermana y las distintas gentes del pueblo.
No obstante, el dejar de lado los numerosos y fantásticos personajes y arquetipos de masculinidad a los que el director ha echado mano en sus películas implicaría una lectura parcial de su corpus cinematográfico. Esa débil y todavía generalizada consideración con la que he decidido comenzar mi escrito encuentra numerosas fisuras, como pretendo mostrar, en el momento en que uno se va introduciendo en las películas de este realizador.
Antes de nada, se ha de comentar que el quedarse en el binomio masculino-femenino para hablar del cine de Pedro Almodóvar sería un error. La identidad es un tema volátil y frágil, así se lo comentaba el director a Film Threat.
“Si yo tuviera que escribir un papel para Clark Gable, probablemente lo escribiese para Clark Gable, pero luego, seguro, yo elegiría a Sarah Bernhardt para interpretarlo. En varias ocasiones he escrito papales a los cuales a última hora les he cambiado el sexo, de hombre a mujer”. Pedro Almodóvar
El cuerpo humano no supone aquí una limitación, sino un objeto moldeable en función de las necesidades o gustos de un creador. Es por ello que un mismo actor puedo encarnar en las cintas de Almodóvar personajes de distintos género.
Dado que ‘Dolor y gloria’, último proyecto del director manchego, se estrena el 22 de marzo, y puesto que esta nueva película cuenta con Antonio Banderas (un habitual del universo ‘almodovariano’) y Asier Etxeandia como pareja protagonista, en este artículo se recordarán otros grandes personajes masculinos del cine de Almodóvar.
Pablo (Eusebio Poncela) y Antonio (Antonio Banderas) en La ley del Deseo (1987)
Antonio (Antonio Banderas), un muchacho joven marcado por la férrea educación a la que estuvo sometido por parte de su madre, comienza una tóxica relación con Pablo Quintero (Eusebio Poncela), director de cine adicto al sexo y las drogas, tras pasar una noche juntos. Fruto de este encuentro, ambos personajes recorrerán un camino marcado por el deseo visceral, motor principal del relato, y unas relaciones de dependencia en las que se irán alternando los roles de poder.
Finalmente, y optando Almodóvar por recuperar del imaginario shakesperiano la cuestión del suicidio de los amantes, el relato se cierra con una reinterpretación del motivo iconográfico de la Pietà. Para el historiador cinematográfico José Luis Sánchez Noriega, el marcado carácter materno que posee en la tradición cristiana la imagen de la Virgen María recogiendo el cuerpo muerto de su hijo, se emplea en ‘La ley del deseo’ para establecer una comunión amorosa y sacrificial entre Pablo y Antonio.
Ricky (Antonio Banderas) en Átame (1989)
Un ser desplazado de la sociedad, privado de una familia, recluido en los reformatorios e incapacitado para establecer una relación acorde a las normas. Ricky (Antonio Banderas) buscará el amor de su examante la actriz Marina Osorio (Victoria Abril) por medio de los procedimientos más primitivos. Sus prácticas violentas, y por momentos infantiles, no hacen más que remarcar el vacío de un personaje que lo único que busca es un lugar en el que poder ser querido.
Al igual que Ricky, una gran parte de los intérpretes masculinos presentes en los distintas historias del director manchego se mueven alrededor de un trauma (infantil, familiar, sentimental o incluso físico) que se articula como eje vertebrador de una identidad inundada por la carencia.
Juez Domínguez, Hugo, Letal (Miguel Bosé) en Tacones lejanos (1991)
Tres personalidades, tres maneras de enfrentarse al mundo, en un mismo cuerpo. Por momentos, parece imposible encontrar el hilo que establezca la comunión entre este peculiar trío. Es aquí donde reside la grandeza de Hugo, pero también la de Femme Letal y la del juez Domínguez (todos ellos interpretados por Miguel Bosé). Cada máscara responde a unas necesidades distintas.
Cabecilla de una investigación criminal durante el día y transformista en karaokes de mala muerte por las noches, encontrará en Rebeca (Victoria Abril), hija de la reconocida artista Becky del Páramo (Marisa Paredes), un alma afín a la que intentará rescatar del infierno en el que se encuentra envuelta tras el asesinato de su marido.
Ángel (Juan Echanove) en La flor de mi secreto (1995)
Ángel (Juan Echanove) trabaja como redactor en El País y escribe relatos románticos bajo el pseudónimo de Paqui Derma. Preocupado por su amiga Leo (Marisa Paredes), asumirá su rol como novelista famosa para darle un respiro en su ajetreada y monótona vida.
Frente a la toxicidad de Paco (Imanol Arias), marido de Leo dotado de una capacidad innata para ejercer un maltrato capaz de llevar al suicidio y a la locura a su mujer, Ángel se nos presenta como un modelo masculino completamente opuesto. El primero es un militar de poca palabras, malhumorado por su situación en el hogar. El segundo, una figura que no rehuye ni de su feminidad ni de los errores que pueda cometer, es el encargado de construir los espacios de esperanza y comicidad en este melodrama.
David de Paz (Javier Bardem) en Carne trémula (1997)
David de Paz (Javier Bardem), antiguo policía postrado en una silla de ruedas como consecuencia de un accidentado caso que propiciará su matrimonio con Elena (Francesca Neri), es el claro reflejo de una masculinidad rota. El modelo clásico del detective heroico dispuesto a pasar a la acción quiebra tras quedar este parapléjico y verse obligado a reestructurar su vida en torno al «fatal disparo».
La salida de prisión de Víctor (Liberto Rabal), antiguo implicado en este suceso traumático, resucitará en David unos fantasmas del pasado que le llevarán a tejer un vengativo plan ante la amenaza de perder a su esposa.
Benigno (Javier Cámara) en Hable con ella (2002)
De personaje cómico a una de las criaturas más oscuras e inquietantes en la filmografía de este director. Benigno (Javier Cámara) trabaja cuidando de Alicia (Leonor Watling), una bailarina en coma. Su relación va más allá de lo establecido por el código ético de cualquier empleado sanitario en contacto con una persona en estado comatoso: habla con ella, le realiza tratamientos de belleza, la pasea por el hospital, etc.
La manera en la que el espectador se relaciona con este personaje, que goza de brillantes momentos de humor durante la primera parte del metraje, se rompe definitivamente tras la secuencia del Amante menguante. Valiéndose de una estética procedente del cine primitivo y artistas de la pintura como el alemán Alfred Kubin, Almodóvar reconstruye el momento de la violación que sufre Alicia por parte de Benigno para colocarnos a partir de este momento ante un espacio dominado por el claroscuro moral.
Ángel, Juan, Zahara (Gael García Bernal) en La mala educación (2004)
La desestructuración clásica de los tiempos y los espacios que se presenta en la ‘La mala educación’, jugando con el trampantojo de las formas y forzando sus límites, se traslada también a la identidad de los personajes. Juan (Gael García Bernal), bajo el nombre artístico de Ángel Andrade, asumirá el rol de su hermano Ignacio para ganarse el afecto de un Enrique, director y antiguo amigo del segundo.
La metamorfosis del cuerpo (de Juan a Zahara, papel al que dará vida dentro de la nueva película de Enrique, La visita) viene acompañada a su vez de un profundo cambio psicológico, en función del “papel que Juan interprete”.
Robert Ledgard (Antonio Banderas) en La piel que habito (2011)
Robert Ledgard (Antonio Banderas) actualiza el arquetipo del mad-doctor en el cine de Almodóvar. Su personaje, un hombre obsesionado por los misterios de la carne al igual que el cirujano al que da vida Pierre Brasseur en ‘Los ojos sin rostro’ (1960) de Georges Franju, se nutre del trauma ocasionado por el suicidio de su mujer y su hija Norma (Blanca Suárez) para convertirse en tirano sobre el cuerpo de Vicente (Jan Cornet/Elena Anaya), al considerar que merece ser castigado por haber violado a su hija. Las continuas escenas en las que se nos muestra a Robert contemplando, e incluso acariciando, la imagen de Vera/Vicente, remarcan su obsesión vouyerista por la figura femenina.
Lorenzo (Darío Grandinetti) en Julieta (2016)
Pese a tratarse de una interpretación mucho más comedida y secundaria que la de Marco en ‘Hable con ella’, el personaje de Lorenzo (Darío Grandinetti) en ‘Julieta‘ nos sirve para dedicar un par de líneas a las comparsas masculinas en el cine del Almodóvar, que enriquecen el relato, ya sea desde la ironía o el drama, y en este caso comparten en silencio la carga que portan a sus espaldas las protagonistas.
Lorenzo es el encargado de acompañar a Julieta (Emma Suárez) en su dolor por la pérdida de su hija Antía (Blanca Parés y Priscilla Delgado). Habita el segundo plano que sabe que le corresponde en esta historia entre una madre y su hija, sin que ello suponga una deficiencia en el plano interpretativo.