
La fascinación por la obra de Stephen King sigue llegando de forma masiva a las salas de cine y a las plataformas VOD. Tras el éxito de ‘It‘ en 2017, que ya cuenta con un segundo capítulo para 2019, llega ‘Cementerio de animales‘. Tres décadas después de su primera adaptación cinematográfica, de la mano de Mary Lambert, aterriza una obra muy desvirtuada, que si bien hace algún amago de proponer posibles relecturas su forma de hacerlo no podría encajar mejor en los lugares más acomodaticios del género. Flaco favor le hacen además producciones tan arriesgadas como ‘It Follows’ (2014) y ‘The Witch’ (2015) o las más recientes ‘Un lugar tranquilo‘ (2018) y ‘Hereditary’ (2018), obras que están reinventando y ofreciendo una nueva perspectiva dentro del muy transitado género de terror.
Se podría hablar de la obra literaria en la que se basa la nueva entrega como una de las obras cumbre del escritor de Portland. A través de una perfectamente estructurada familia y un antiguo cementerio tribal que trae a la vida a los cuerpos inertes, las páginas de King trazaban una radiografía perfecta sobre la significación de la muerte y la indefensión del ser humano frente a ella y ahondaba en un terrorífico drama familiar poniendo el foco central en la niñez.
Obra que, temáticamente ya contenía los elementos de terror suficientes, se convierte en esta nueva adaptación (distanciada de la muy reivindicable propuesta de Mary Lambert) en un festival de «jumpscares» e intentos sorpresivos ultrafuncionales y muy descafeinados que hacen que muchas partes del metraje se confundan con humor negro (como pudo comprobar quien esto escribe), que devienen de un fallido montaje del plano contraplano y de una ineptitud a la hora de afrontar con sólida personalidad una segunda adaptación.

El dúo formado por Dennis Widmyer y Kevin Kölsch, directores de esta nueva versión de ‘Cementerio de animales‘, toma una decisión argumental arriesgada con inesperadas derivaciones del relato original que consiguen alterar sutilmente su mitología, sus interpretaciones y sus recreaciones de ambientación (la presencia explícita de grandes camiones industriales que atraviesan a toda velocidad las carreteras del poblado). Podría hallarse aquí la única muestra de ingenio que la cinta tiene por ofrecer si no llega a ser por la torpe utilización de uno de los personajes más relevantes del relato, Jud, el vecino de la nueva residencia de la familia protagonista, que solo aparece en los momentos narrativamente requeridos, obviando cualquier elemento de identificación y limitando su riqueza a un simple recurso narrativo.
La cinta, empeñada en renunciar la exploración dramática de la historia en pro de ofrecer un ejercicio estilístico plano y acomodaticio se convierte en la menos solemne de las adaptaciones de la obra de Stephen King.