Me sucede con el cine de Olivier Assayas que, como espectador, soy incapaz de apartar la mirada de la pantalla durante la integridad del metraje de sus películas. En ‘Dobles vidas’ no puedo evitar mostrar mi admiración por la ingente cantidad de líneas de diálogo que atraviesan el filme de principio a fin, aunque en ocasiones pueda sentirme desorientado ante la infinita variedad de temas que sus verborreicos personajes ponen sobre la mesa, y pese a que quizá lo que me haya encandilado de la nueva propuesta del cineasta francés no se encuentre en su superficie sino en lo que se esconde detrás de cada uno de sus brillantes personajes.

La película da comienzo con el encuentro entre Leónard (Vincent Macaigne), un escritor cuyas novelas están totalmente inspiradas en sus vivencias, y Alain (Guillaume Canet), su amigo y editor habitual, quien no quiere publicar su nueva novela porque asegura ser más de lo mismo. Durante toda esta primera secuencia –y a lo largo de todo el filme– los personajes no paran de platicar, no dejan un hueco para el silencio, pero ¿están hablando de algo o, en realidad, no están hablando de nada?

Sus vidas (sus dobles vidas), en un intento frustrado por rellenar el vacío evidenciado en los diálogos que mantienen, están guiadas por las contradicciones: Alain ama a su mujer Selena (Juliette Binoche) pero le es infiel, se considera defensor del formato físico de las obras pero lee en su eBook… Leónard, por su parte, también mantiene una aventura –irónicamente, con la mujer de Alain–, y el protagonista de sus libros es una suerte de alter ego suyo, utilizado para hacer creer a los demás que tiene una vida mejor (el momento en que se hace referencia a la saga Star Wars y Michael Haneke es, cuando menos, sublime).

Dobles vidas dirigida por Olivier Assayas
Nora Hamzawi (Valérie) en una escena de «Dobles vidas», dirigida por Olivier Assayas. Fuente: BTeam Pictures.

Es como si los protagonistas del nuevo filme de Assayas estuviesen obligados, condenados a tener dos reversos para poder sobrevivir en el mundo en el que habitan; como si tuviesen que interpretar a un personaje para poder relacionarse con la gente de su alrededor: ¿no es esto acaso lo que el cineasta pone en escena cuando nos muestra a Selena –inmensa Juliette Binoche– interpretando una y otra vez el mismo rol en una serie televisiva, un rol que detesta pero del que parece no poder desquitarse?

¿Y qué sucede, de hecho, con los personajes de los libros que escribe Leónard, aquellos que son traslaciones exactas de su círculo íntimo? ¿Tiene el escritor potestad para hacer pública la vida de otras personas, además de la suya? ¿Escribe de esa manera para intentar mejorar su vida –como señalábamos un poco más arriba– o porque intenta desahogarse, escritura mediante, debido al vacío que sacude hasta su vida amorosa? Y es que, para mí, la clave de ‘Dobles vidas’ reside en este tipo de detalles dramáticos, soterrados debajo de la superficie, que uno encuentre detrás de toda la comedia que el filme pone en primer término.

Y pese a todo ello, pese a todo lo trágico de las vidas líquidas de sus personajes, ellos parecen aceptarse entre sí tal como son. Después de todo el daño que Léonard haya podido ocasionarle a Valérie (Nora Hamzawi) a causa de sus infidelidades, ella decide ignorar la situación, seguir mirando hacia delante, interpretando, quién sabe, a un nuevo personaje porque, quizá, esa sea la única manera de sobrevivir en un mundo dominado por la velocidad y la superficialidad de los actos, donde se respira lo efímero en cada rincón de nuestras vidas, donde nada permanece.

Dobles vidas’ nos devuelve a un Olivier Assayas en plena forma, a un cineasta que tuve el placer de descubrir años atrás con las hipnóticas ‘Viaje a Sils Maria’ (2014) y ‘Personal Shopper’ (2016), a un cineasta que no deja a títere con cabeza en una película que radiografía con ejemplar maestría –y humor excelso– la vacuidad de la sociedad que habitamos.

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