
Sobrepasado el ecuador de ‘Clara y Claire’, un plano punza en la mirada del espectador: Claire (Juliette Binoche) se queda paralizada al escuchar una noticia trágica sobre un ser querido. La cámara, entonces, comienza a alejarse en una toma aérea que hace que la figura del personaje se funda con el paisaje que vemos en pantalla, reduciendo su silueta a un mero añadido más de la imagen. ¿Cómo es posible que alguien tan pequeño, tan insignificante, pueda ocasionar tanto daño a otra persona? ¿Cómo puede haber herido de manera tan profunda a alguien sin haberlo conocido siquiera en persona?
Claire, mujer divorciada y en la cincuentena, se crea un perfil falso de Facebook con el propósito de espiar a su amante, un hombre que parece que tan solo busca sexo ocasional. Para ello, escoge fotos de una chica que tiene la mitad de años que ella, y se hace llamar Clara. Todo cambiará cuando, mediante esta falsa identidad, comience a hablar con Alex (François Civil), el mejor amigo de su amante, y ambos se enamoren perdidamente el uno del otro. Se enamoran, pero sin haberse conocido nunca, reduciendo su relación a las incontables horas que dedican a hablar por teléfono.
¿Pero por quién siente amor Alex? ¿Por Claire, la mujer de cincuenta años que nosotros vemos en pantalla? ¿O por Clara, esa chica de veinticinco, cuya voz y pensamiento es dada por Claire? Bajo esta dificultad, Safy Nebbou, el director del filme, nos habla de los personajes que nosotros mismos proyectamos en redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter y de lo poco que estos tienen que ver con la realidad. Claire, pero sobre todo Alex, se enamoran de un vacío, de un vacío que nunca podrá satisfacerse porque no existe; lo que cada uno tiene del otro es un vacuo reflejo que difícilmente podrá tomar verdadera forma. Si cada vez que hablan se nos muestran tan solo planos del rostro de Claire (¿O Clara?) mientras que habla por teléfono con Alex es porque un contraplano se antoja imposible, porque, repitamos, ante ella se encuentra un vacío indiscernible.

Lo único que nosotros vemos del hombre durante gran parte del metraje son los auriculares del teléfono de Claire a través de los cuales su voz de materializa. El celular, por tanto, pasa a ser una extensión más de la protagonista, al dedicar la mayoría de horas al día –sino la total integridad– a hablar por el dispositivo. Pareciera como si ya no hiciese falta estar en presencia de otra persona para mantener una relación –incluso sexual, como evidencia la secuencia que tiene cabida en un coche, que parece evocar, salvando las muy dilatadas distancias, a la escena de la fuck box que Juliette Binoche protagonizaba en la colosal ‘High Life’ de Claire Denis–, como si ya no hiciera falta que alguien te ame por lo que realmente eres, sino que ahora una falsa imagen ya es suficiente.
Claire, después de mucho tiempo, vuelve a sentirse deseada, vuelve a sentir la felicidad que había perdido tras su divorcio. Pero esto es un arma de doble filo: Alex intentará insistentemente que se conozcan en persona, situación que ella intentará alargar porque no es a Claire a quien el chico realmente desea, sino a Clara. ¿Hasta qué punto son naturales los encuentros que alguien puede hacer a través de un medio como Internet? ¿Hasta qué punto se está engañando a la otra persona al tener un control casi total de la situación, al tener, en fin, el poder de, por ejemplo, cancelar una llamada y no tener la necesidad de pagar las consecuencias de tus actos?
En ‘Clara y Claire’, Safy Nebbou pone sobre la superficie muchas de las preocupaciones que asolan a nuestra sociedad, una sociedad acusadamente contaminada por la utilización de las tecnologías (sin ir más lejos, en la 72º edición del Festival de Cannes que tuvo lugar la semana pasada, el cineasta Quentin Tarantino materializaba su deseo de vivir en cualquier época en la que no hubiera móviles). Parece que, con el paso del tiempo y el incremento de la digitalización, cada vez damos menos importancia al contacto cara a cara, o, al menos, estas son las impresiones que a este humilde crítico le han suscitado un filme tan complejo e interesante como ‘Clara y Claire’.