
Antes de abordar una guía cinematográfica sobre esta ciudad tan turística del sur de Inglaterra, tenía pensado darle al artículo el pretencioso título de “Brighton: el origen del cine”. La razón de ello es la placa con la que me topé en Middle street:

Afirma que un tal Friese-Greene es el inventor de la cinematografía. Saltándose a la torera a los Lumière y su cinematógrafo de 1895, los ingleses tratan de defender un título incierto pero no falto de razón, pues por aquí vivieron varios cineastas clave para el desarrollo del cine.
Los pioneros
Se les conoce como la Escuela de Brighton, pero en Inglaterra para saber algo de ellos debes preguntar por The pioneers o The Hove pioneers. Fueron unos residentes de Hove, ciudad vecina de Brighton, que nada más asistir a las alucinantes proyecciones del cinematógrafo se pusieron a construir cámaras y a realizar sus propias películas, siendo este hecho lo más significativo: da igual si fueron los primeros o no en hacer algo, lo importante es que experimentaron las posibilidades que ofrecía el nuevo invento (unos años después el americano Griffith terminaría de definir el lenguaje cinematográfico).
George Albert Smith fue quizás el más relevante en términos visuales y el principal competidor de Friese-Greene, pues los dos inventaron sistemas para conseguir “color” en el cine pero ambos terminaron fracasando en la ambiciosa carrera por dominar el mercado; Kinemacolor fue el invento de Smith, que aplicaba a la película un proceso de filtros rojos y verdes. Si visitas el parque St. Ann’s Well Gardens quizás te interese saber que es allí donde Smith construyó su pequeño estudio de cine en 1897 (además de ser un lugar con ciertas connotaciones místicas acerca del agua sagrada que contiene su pozo).

Se le considera el primero en filmar un primer plano con su corto ‘La lupa de la abuela’, en el que un niño va curioseando con una lupa todo lo que le rodea. Utilizó numerosos trucajes novedosos como la sobreimpresión del tejado que vemos en ‘Santa Claus’. En el siguiente vídeo, “El beso en el túnel”, se puede comprobar cómo dio sentido al montaje, más allá de ligar una toma con otra, gracias al movimiento continuado del tren en plano subjetivo (¿secuela no oficial de “La llegada de un tren a La Ciotat” de los Lumière?):
Charles Urban estuvo asociado al Kinemacolor de Smith al estrenar la primera película coloreada, ‘A visit to the seaside‘. Además de buscar una salida comercial para el cine, a través de su compañía le dio también un enfoque informativo enviando cámaras alrededor del mundo para cubrir noticias y rodar documentales.

Hay otros nombres que merecen ser citados igualmente: Esmé Collings fue el primero de todos en filmar una película en Hove; Robert W. Paul inventó la primera cámara inglesa de cine y James Williamson usó su farmacia para encargar los químicos necesarios para rodar películas: ‘Fuego!‘ es una de acción que juega con el montaje, y ‘El gran bocado‘ podría ser un antecedente de la animación surrealista ‘Your face’ de Bill Plympton.
La mayoría de estos directores fabricaron sus propios equipos, pero Alfred Darling fue el ingeniero que les suministró las piezas básicas y creó cámaras expresamente para conseguir “efectos especiales”. Eran años en los que las cámaras inglesas se establecieron como estándar, pero fueron superadas por las francesas y americanas a partir de 1910.
Terminado este repaso de los pioneros, de los que no hace falta poner foto porque todos eran señores con bigote, me doy cuenta de que he repetido demasiadas veces “el primero en”, aún siendo absurdo afirmar algo así en cualquier cronología histórica. Sería justo recomendar el museo de Hove como principal centro de información para quien quiera conocer más detalles sobre la historia del cine y de “los cines” de la ciudad, entre los que hay uno que destaca especialmente:
Duke of Yorks Cinema
El cine más antiguo de toda Inglaterra que sigue en activo desde su construcción allá por 1910 (el Electric Bioscope abrió tres años antes pero previamente había sido una tienda).

Sin contar Londres, Brighton fue la primera ciudad inglesa en proyectar una película en 1896, un año en el que el cine era celebrado como “la sensación del siglo”, equipado con lujosas alfombras, acomodadores que ofrecían refrescos y espectadores que interpelaban a la propia pantalla. La ciudad llegó a estar llena de cines, pero con diferencia el más lujoso fue Regent Cinema: un gran auditorio con miles de butacas y todo tipo de comodidades, restaurante incluido, que desgraciadamente tuvo que cerrar en los setenta por falta de público (actualmente es la inmensa farmacia que hay frente a la torre del reloj, punto de encuentro en Brighton). A pesar de estas desapariciones, aún puedes disfrutar de películas en lugares que nunca esperarías, como ver en una iglesia el clásico de cine mudo ‘El fantasma de la ópera‘ (1925, Rupert Julian) mientras el organista pone la música de fondo.
Volviendo al Duke, mucho más pequeño que el Regent pero tremendamente acogedor, en su interior aún puedes captar la esencia de lo que sigue siendo un templo del cine en el que todavía se organizan eventos que proyectan clásicos en 35mm. Desde los años noventa asoman por el tejado unas piernas gigantes que bien podrían ser de una novia de Bitelchús. En la cafetería, a la que se accede por unas escaleras rodeadas de fotos de famosos que se pasaron por allí (como John Hurt), encontramos el siguiente póster.

Brighton Rock y Quadrophenia
‘Brighton Rock‘ es, además de una canción de Queen y una barra de caramelo, la mejor película filmada en la zona. John Boulting la dirigió en 1948 (en 2010 tuvo remake) y fue escrita por Graham Greene, responsable también de la novela homónima en la que se basó. No es tan conocida como su otro guion para ‘El tercer hombre’ (1949, Carol Reed), pero conserva el mismo aroma de cine negro: una banda de gángsters controlan Brighton en 1930 y el villano de la cinta es interpretado por un joven Richard Attenborough (el entrañable John Hammond de ‘Jurassic Park’). Resulta chocante por una puesta en escena adelantada a la época, con arriesgados movimientos de cámara como la caída por la escalera, y por tener un final ingenioso cuanto menos, pero sobre todo es una gozada comprobar que algunos elementos de la ciudad apenas han cambiado. El famoso muelle (el Pier) aparece bastante en la película y es especialmente llamativa la secuencia casi de terror que rodaron en una atracción del tipo tren de la bruja.
En un discreto paseo de la fama en Brighton Marina podemos encontrar los nombres de Graham Greene y de Attenborough. Éste último ha sido toda una eminencia en la ciudad, dirigiendo allí su película ‘¡Oh, qué guerra tan bonita!’ en 1969 y llegando a ser rector de la universidad de Sussex, a la que cedió gran cantidad de material original de su carrera profesional que actualmente está archivado en el centro The Keep (los fans de ‘Jurassic Park’ pueden revisar las cartas cruzadas con Spielberg acerca de su personaje, negociaciones de sus agentes sobre el contrato, polaroids de la premiere, etc.).

‘Quadrophenia‘ (1979, Franc Roddman) es la cinta más conocida de las que se han rodado aquí gracias a la cantidad de fans que arrastra el grupo The Who (podría decirse que Pink Floyd tendría su equivalente con la peli ‘The Wall’). Filme de culto sobre dos pandillas callejeras, este año en Brighton se celebra el 40 aniversario y seguro que veremos algunos Mods y Rockers merodeando con sus motos. Hay una tienda de ropa relacionada con la película en East Street, justo al lado de la callejuela Quadrophenia Alley donde el prota experimenta un momento muy recordado. Solo con dar un paseo reconoceréis varias localizaciones que son importantes en la trama, desde el hotel The Grand, donde tiene lugar una reveladora secuencia con el cantante Sting en el primer papel de su carrera (el hotel sufrió un atentado del IRA años después con el objetivo de asesinar a Margaret Thatcher), hasta los alejados acantilados de Seven Sisters, localización natural para la escena más intensa de todas.
Aprovechando que durante los últimos días Cannes ha sido el epicentro del cine, no está de más haber puesto el foco en esta otra ciudad costera que a finales del XIX un grupo de directores encontró perfecta para rodar sus películas. Tendremos que esperar hasta noviembre para que llegue el festival de cine de Brighton, Cinecity, pero hasta entonces podemos disfrutar del mar y del sol, un escenario idóneo en el que es fácil ver a estudiantes de cine y nuevos directores grabando en la playa con sus cámaras. Bueno, lo del sol no siempre se cumple, pero para consolarnos no tenemos más que pensar en el pintor Constable, que ya antes de los pioneros estuvo por aquí plasmando los atardeceres llenos de nubes.