John Ford (1894-1973) ocupa un lugar muy prominente en el olimpo del Hollywood clásico. Fue uno de los pioneros de la industria y es seguramente el director estadounidense sobre el que más se haya escrito, no solo gracias a sus películas, sino también a su fuerte carácter y a su rigurosa profesionalidad. Sin embargo, John Ford nunca tuvo demasiada suerte con las grandes obras literarias que llevó al cine, todo lo contrario de las novelas baratas o de los bestsellers que inspiraron un buen número de sus mejores películas.

Cuando Ford cogía una novela clásica para desarrollar un argumento cinematográfico, casi siempre de la mano de Dudley Nichols, el resultado era inferior al esperado: su estilo se amaneraba, se perdía la fuerza y la naturalidad del mejor cine de John Ford, y aparecía una dirección efectista y académica, a excepción de ‘Las uvas de la ira‘ (1940), adaptación literaria, realizada en esta ocasión por Nunnally Johnson, de la novela homónima de John Steinbeck.

Las uvas de la ira, la mejor adaptación cinematográfica de John Ford

Tanto por motivos de censura como para hacer la película más accesible al gran público, el guion de Johnson se vio obligado a atenuar la crudeza de algunos capítulos de la novela. Se eliminaron muchas reflexiones que la obra planteaba acerca de la necesidad de una revuelta organizada, y se dulcificó la amarga imagen que describía la novela sobre el sistema socioeconómico norteamericano. Ademas, se invirtió el orden cronológico del relato para llenar algo de optimismo a la película.

De todas las adaptaciones, sin duda esta fue la más conseguida. En cambio, tanto ‘El delator’ (1935), como sobre todo ‘El fugitivo‘ (1947), libre adaptación de la novela de Graham Greene El poder y la gloria no satisficieron nunca a su director. Podríamos decir que el peso de la novela, la voz de su autor, ahogó la del realizador, y John Ford se perdió en un marasmo estilístico inusual en él.

Sin duda, la influencia de Nichols tuvo mucho que ver en ello, pero no deja de ser significativo que después de ‘El fugitivo’, Ford abonadora los proyectos pretenciosos de llevar al cine sesudas novelas «de autor», y opta por relatos de género, mucho más adaptables y que casaban mucho mejor con su forma de filmar. En este segundo caso, John Ford sabía que podía y debía mejorar el original. En el primero, era francamente difícil conseguir que la película estuviera a la altura del libro, aunque él lo consiguió en una ocasión con ‘Las uvas de la ira’, una obra maestra por la que el cineasta de Maine ganó el Oscar al mejor director, premio que ganaría hasta en cuatro ocasiones.

En palabras de Roger Ebert «no contiene ni un solo plano que parezca descuidado o rutinario». También de esta manera se expresaba sobre ‘Las uvas de la ira’ el crítico Andrew Sarris: «Este filme le hizo pasar de un solo golpe de ser un narrador de la pantalla a ser el poeta cinematográfico laureado de América».

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