No hay nadie en el panorama cinematográfico actual (e incluso pasado) que necesite menos alabanzas que Pixar. Y no porque no las merezca, sino porque es una empresa creativa tan consagrada y adorada en el planeta que el seguir dedicándole líneas puede generar una sensación de endiosamiento que habría que debatir si también sería merecido o no. Lo que desde luego es incontestable es que sus películas son carne de elogio constante, y eso es algo rotundo, más aún cuando hoy se cumplen 10 años del estreno en España de uno de sus trabajos más logrados y especiales, el de la tierna historia sobre la lealtad entre Carl Fredricksen junto al pequeño Russell y la marea de sentimientos que ‘Up‘ provocó y provoca cuando se ve.

La película va al corazón desde que empieza, literalmente. ‘Up’ tiene uno de los prólogos más extraordinarios que el cine recuerda, amén de probablemente uno de los mejores que el cine de animación ha visto. A raíz del inicio, Pete Docter (que ocho años antes ya había hecho las delicias de los más pequeños y también de los más grandes con ‘Monstruos, S.A‘ y que iba a coronar su carrera seis años más tarde con esa maravilla llamada ‘Inside Out’) y Bob Peterson trazan una historia de valores y sentimientos que circula sobre las vidas de dos personajes: el anciano involuntariamente gruñón Carl Fredricksen y el inocente pero espirituoso explorador Russell.

Up (2009), película de Pixar
El perro Dug, Carl Fredricksen y Russell en «Up» (2009) de los estudios Pixar.

Sobre las personalidades de ambos, tan diferentes como conjugables, corre como la electricidad algo más latente que el amor indestructible del primero por su añorada Ellie o el optimismo aventurero del segundo por ser el mejor explorador del mundo: la lealtad. Ambos son leales a sus ideas, formuladas y desarrolladas de manera diferente en cada uno pero sin un atisbo de duda en lo que anhelan: la consecución de un sueño cueste lo que cueste. La lealtad de Carl por no fallar a su palabra y el cómo se desvive en llevar a cabo tan ardua tarea contrasta con la lealtad de Russell en ayudar y favorecer en lo que puede la vida de Carl para conseguir lo único que necesita para labrar su sueño.

Y no les resulta fácil a ninguno de los dos, ya sea por motivos meramente generacionales o por simples diferencias en la forma de ser de cada uno. Pero el camino que siguen hasta comprobar que son iguales en la visión de la fidelidad que tienen sobre lo que hacen es un auténtico manjar para el espectador que sigue la película, a pesar de ser este endulzado con una melodía primorosa de Michael Giacchino o por una paleta de colores a la altura de una película de Wes Anderson. La auténtica magia de ‘Up‘ es enseñar con tanto cariño la simpleza de por qué siendo leal a lo que buscas consigues ser feliz.

Son diez años desde que Pixar sentó cátedra con una película mayúscula. ‘Up’ es recordada con mucha ternura en los tiempos que corren, incluso con un aura de clásico de la animación que no le queda ridículo en absoluto, pero cuando el mensaje de una película es algo tan sencillo como que hay algo precioso en tener apego por tus sueños y no simplemente darle dramatismo a una escena paternofilial con Will Smith para que esto llegue (sí, es buena película pero, ¿no es preferible esto a rozar lo melodramático?), el adjetivo es magia. Ha pasado una década desde que Pixar le hizo un poema animado a la lealtad, y diez años después el mundo añora a gente que se comporte como Carl Fredricksen y el pequeño Russell, gente que valore sus sueños y los pelee, aunque tengan incluso que volar por ello.

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