En no pocas secuencias de ‘Señor’ se repite el mismo motivo visual, el de escenificar a sus personajes principales con la ciudad de Mombai de fondo, como si se diese algún tipo de vínculo entre ellos. Y es que, en efecto, se da: el intento de romance entre Ashwin (Vivek Gomber) y Ratna (Tilotama Shome), su asistenta doméstica, se impondrá como imposible en una sociedad tan rígida como la de La India, erigiendo a esa bella paisajística urbana en sutil símbolo de las prohibiciones del lugar en el que habitan.

Así, se hace imposible no colocar la diferencia de clases en el foco principal del filme, en el que un hombre rico se enamora de su criada, a pesar de que ella sea reacia a llevar un paso más allá su relación (quizá no tanto porque el amor no sea correspondido sino por cómo será vista su acción en la sociedad). Y es que la directora de la película, Rohena Gera, se encarga de mostrar durante todo el metraje estas desigualdades; primero, a través de mostrarnos los hogares de cada uno de los personajes y, segundo, a través de travellings imposibles que atraviesan la vivienda del acaudalado Ashwin para contraponer su amplia habitación (cuya totalidad necesita de un movimiento de cámara para ser atisbada) con la de su criada, la protagonista de la cinta (en la cual un plano fijo es suficiente para radiografiarla).

Señor dirigida por Rohena Gera
Escena de «Señor», dirigida por Rohena Gera. Fuente: Surtsey Films.

Todo ello se justifica por las vivencias de la cineasta que, durante su niñez e infancia en La India, vivió con la ayuda de una criada doméstica. No es casual –entonces– que otro de los temas en los que se busque ahondar sea la familia, debido a que todo el trabajo que realiza Ratna sirve al propósito de pagarle los estudios a su hermana pequeña; plan de vida que comienza a desmoronarse cuando esta quiere dejar de estudiar para poder contraer matrimonio (y enfrentarse a la problemática de si su marido le permitirá seguir formándose, incidiendo, no hay duda, en la sociedad patriarcal imperante).

En ‘Señor’ asistimos a un filme que, moviéndose en el terreno del drama romántico, sacude un tanto sus tropos al dilatar y dilatar (o, si se quiere, no llegar nunca a consumar) la relación entre los dos protagonistas. Todo queda en el aire, en suspensión, en duda, por el temor que se desprende de la imagen que proyectamos en los demás.

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