
Existen diversas películas con temáticas distópicas sobre el fin del mundo; los zombies, plagas, enfermedades, conforman un universo donde lo único que importa es sobrevivir. Sin embargo, en ‘La luz de mi vida‘, a pesar de estar envuelta en esta realidad apocalíptica, la película se centra en la relación de un padre y su hija.
Criar a un hijo es todo un reto y lo es aún más cuando es una familia monoparental y que además está envuelta en un mundo donde la mayoría de las mujeres desaparecieron debido a una plaga, dejando un entorno puramente masculino. Sirviendo así como telón de fondo, aparece Rag, una niña de ocho años que vive su vida entre su niñez y adolescencia, entre la prohibición y la libertad, entre estar en un constante nomadismo donde el significado de hogar se encuentra en su relación con su protector padre.

Comenzando con un ritmo lento y pausado, la acción va en crecimiento mientras estos dos personajes intentan entenderse a la vez que van sobreviviendo; muchas veces la situación se transforma, donde el protector termina siendo el protegido y viceversa. De la misma forma, la película tiene una constante tensión que además de resistir a las condiciones sociales y climáticas, los dos personajes van viviendo una típica relación de padre e hija, donde crecer se entremezcla con un miedo latente a la muerte.
‘La luz de mi vida‘ expone una reivindicación frente al rol femenino, a pesar de estar casi extintas, una mujer, en este caso, una niña, parece ser la única y última esperanza de darle equilibrio a este mundo que ha creado el director.
Siendo la segunda película de Casey Affleck, quien debutó como director hace nueve años con ‘I’m still here’, en este caso escribe, protagoniza y produce esta producción que ha pasado por las más recientes ediciones de festivales como el de Berlín y San Sebastián.