
El cine nació como cortometraje. Fue a través de las primeras proyecciones de la imagen en movimiento donde este formato cobró vida al retratar la cotidianidad de la sociedad. Hoy en día, el corto demuestra que no tiene frame y ofrece una infinidad de posibilidades para narrar una historia.
Hacer un cortometraje tiene el mismo procedimiento que hacer un largo; está compuesto de un desarrollo, un presupuesto, un plan de financiación y una estrategia de distribución. Sin embargo, esto es a diferente escala ya que tiene la limitante, o más bien desafiante, peculiaridad de su duración, su idea se basa en condensar una historia concisa que exprese un concepto o un sentimiento en tan solo unos minutos.
El corto es tan heterogéneo que seduce a cualquier realizador y le permite experimentar de todas las formas posibles. Para el caso de los nuevos cineastas, muchos lo ven como una carta de presentación para mostrar el talento del equipo y poder dar el brinco y acercarse al largometraje, mientras que en el caso de los directores consagrados, es común que vuelvan a este formato para manifestar una pulsión creativa.
Algunos ejemplos recientes son el ‘El despertar de las hormigas: La niñez‘ de Antonella Sudasassi, un drama de 17 minutos que funcionó como una ventana para mostrar a un personaje, un mundo y una posibilidad de una buena historia, abriendo paso a una película con el mismo nombre.
Del mismo modo está ‘Madre‘ de Rodrigo Sorogoyen, donde dos mujeres, una locación y un problema fueron suficientes para continuar el camino al largo. A través de la angustia, estrés y tristeza, la producción genera un vínculo de empatía con los personajes por medio de la narrativa en la que está contado: un plano secuencia, permitiendo adentrarse en el ambiente y psicología de la protagonista. Es así como estos cortos funcionaron como teasers para dar referencia a lo que sería una película.

Asimismo, también encontramos otras posibilidades como las películas compuestas de cortometrajes, como ‘7 días en la Habana‘ o ‘La danza de las fieras‘, en la que varios directores participan y narran una historia bajo una misma temática; hasta la publicidad se aprovecha de este formato, mediante el cual promociona sus productos, ya sea un billete de lotería, una cerveza y hasta un coche (The Hire de BMW), mientras cautiva a su audiencia de forma innovadora.
Viendo esta gran capacidad narrativa, también es importante destacar que el cortometraje tiene un mercado más limitado que su sucesor ya que no hay suficientes ventanas para su exposición; sin embargo, esto ha venido cambiando progresivamente puesto que cada vez se le da mayor importancia.
Actualmente grandes festivales de cine, plataformas VOD y canales de televisión van incluyendo este formato en sus programaciones. Tanto La semana del cortometraje de Madrid, la cual surge como un espacio de encuentro y reflexión en torno al corto; así como Movistar + con El día más corto, el cual busca apoyar y exponer estas historias; y en el ámbito internacional, uno de los ejemplos prometedores es el Festival de Cortos de Bogotá – BOGOSHORTS-, que más que un festival es un movimiento durante todo el año, surgen como alternativas para aquellos interesados en pertenecer a este universo audiovisual y contar todo tipo de historias. Esto, a su vez ha permitido encontrar mejores fuentes de financiación, equipo y distribución para cautivar tanto a realizadores como público.
No obstante, aunque el camino parezca largo, es posible afirmar que el cortometraje está para quedarse. Su forma de contar historias es tan variable y con tan pocas limitantes que cada vez va teniendo mayor demanda y nuevos espacios. Este formato es tan especial porque así mismo, como la vida, se narra en pequeños instantes donde no hay un frame.