Una estación de ferrocarril. El tren llega y la gente comienza a abandonar los vagones, inmiscuyéndose, de nuevo, en la realidad cotidiana. El plano se mantiene durante dos, tres minutos donde ‘Fourteen’, la nueva película de Dan Sallitt, parece adentrarse de lleno en el terreno del cine contemplativo hasta que finalmente la cámara efectúa un suave travelling que sigue a una figura que, aun en la distancia, nos es conocida. La toma, de larga duración, bien podría ser considerada como compendio de un filme donde los personajes –esos seres con problemas que crea Sallitt– interactúan en los límites del cuadro, de un cuadro la mayor de las veces estático, en el que los espectadores estamos relegados a observar, durante dilatados periodos de tiempo, esta interacción constante entre unos y otros en los límites (y limitaciones) de un espacio reducido.

Fourteen’ –que alarga la sombra de estilemas de su director, tales como la amistad, el amor y la familia– sigue de cerca la relación entre Mara (una Tallie Medel deslumbrante, en una de las mejores interpretaciones del año) y Jo (Norma Kuhling) a lo largo del periodo de diez años, donde el devenir temporal (escenificado por el corte de una secuencia a la siguiente, sin previo aviso) se torna protagonista indiscutible, provocando que actos propios de nuestra cotidianidad, tales como un cambio de pareja, una mudanza o una visita, alcancen un estatus de gran importancia, lo que se suma a la naturalidad con la que todo es puesto en escena gracias a la sencillez y delicadeza del cineasta.

Fourteen dirigida por Dan Sallitt
Escena de «Fourteen», dirigida por Dan Sallitt. Fuente: Paco Poch Cinema.

Sencillez y delicadeza que se desprenden de una planificación en la que destacan planos fijos de extensa duración donde –como adelantábamos antes– dos o más personajes interactúan los unos con los otros, preocupándose por los problemas que los asedian en su rutina –si es que podemos hablar de rutina en un filme en el que la temporalidad varia fugazmente entre secuencia y secuencia–, en un lugar concreto. El cine de Dan Sallitt, por su precisión, hace que volvamos a valorar todos y cada uno de los encuadres (estáticos y, en su minoría, móviles) de los que está compuesta la cinta; ningún corte parece casual, ningún corte parece, en suma, destinado a cambiar su punto de vista por mero capricho.

Y entre esos cuerpos parlantes que transitan por espacios se nos hace reflexionar sobre la vida, sus escollos, el paso del tiempo y lo que este deja tras de sí. ‘Fourteen’, pese a que sus protagonistas estén en la treintena, pone en primer término las dificultades de lo que supone crecer y hacerse mayor, no sin antes hacer un análisis exhaustivo de lo que significan las relaciones humanas a través del contacto entre sus personajes, pero sobre todo entre la amistad entre Mara y Jo (víctima de ese gran mal de nuestra generación que es la depresión): de lo que implican, de lo nada sencillo que es convivir con nosotros y de cómo interferimos (y cambiamos) las vidas de las personas de nuestro alrededor.

Así las cosas, el quinto largometraje de Dan Sallitt –después de explorar los sentimientos de incesto, y postreras frustraciones entre dos hermanos en ‘The Unspeakable Act’ (2012)– supondrá un aire fresco dentro de la panoplia de películas mainstream que llegan semana a semana a nuestras salas, porque, no tan en el fondo, ‘Fourteen’ juega con lo básico, lo mínimo, lo íntimo para que no nos olvidemos que los mayores problemas a los que nos enfrentamos en nuestro día a día surgen –no podía ser de otra manera– de la relación con nuestros seres más queridos.

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