
Tras tres semanas de cine, y más de doscientos títulos proyectados, el Festival Cineuropa 2019 llega a su fin. En esta última crónica, después de la publicada hace unos días por mi compañero, hablaremos, entre otras, de dos de las películas más estimulantes del festival: la italiana ‘Sole’ y la portuguesa ‘Vitalina Varela’, que hace unos días se hacía con los premios a Mejor Largometraje y Mejor Dirección de Fotografía en el Festival de Gijón.
También hemos podido asistir al preestreno de ‘Longa noite’, tercer largometraje de Eloy Enciso, en el que contamos con la presencia del director, la productora Beli Martínez y el reparto principal de actores; y al pase de ‘Carelia: Internacional con monumento’ donde Andrés Duque puedo hablar de su nuevo documental de marcado carácter político.
Por último, en cuanto a eventos se refiere, ayer, martes, se celebraba la Gala de Clausura, donde se dieron a conocer las películas ganadoras de los distintos premios otorgados por el público, convirtiendo a ‘Reina de corazones‘ de May el-Toukhy en la más querida por los espectadores de Cineuropa 2019 de la sección europea (el resto de premios los podéis consultar al final de la crónica).
Las vidas de Marona (Francia). Dir. Anda Damian
Una película tan singular como ‘Las vidas de Marona’ me hace reflexionar sobre qué significaría –sobre que supondría– volver a ser un niño y ver una película como esta, dada la cantidad ingente de elementos que conforman cada uno de sus planos (¿hacia dónde mirarían nuestros inexpertos ojos?) y la variedad de formas, contornos, rugosidades que se irradian de unas imágenes que combinan la animación en dos dimensiones con el 3D.
Mediante la biografía de una perrita que, en la hora de su muerte, nos relata sus experiencias con cada uno de los amos con los que ha convivido, Anca Damian propone una interesante y para nada superficial reflexión de lo que supone ser feliz y las trabas y dificultades que, la mayor de las veces, los humanos nos autoimponemos para ello. Todo lo cual se pone en escena, como decíamos, mediante una amalgama de estilos artísticos que confluyen en los distintos planos visuales y que, en ocasiones, no parecen distanciarse en demasía de lo que podríamos considerar como cine experimental.
Sole (Italia). Dir. Carlo Sironi
Un volumen considerable de películas románticas de los últimos tiempos –como podría ser el caso de ‘Call me by your name’ (2017) de Luca Guadagnino, o de la maravillosa ‘Retrato de una mujer en llamas’ de Céline Sciamma– tiende a dilatar, hasta casi la parte final de su metraje, el romance entre la pareja protagonista, dedicando, por tanto, el resto al nacimiento, desarrollo y maduración del deseo. ‘Sole’, de Carlo Sironi, no es un filme romántico al uso, pero sí que sigue el esquema que acabamos de describir.
Eso es lo que sucede entre Fabio (Bruno Buzzi) y Lena (Sandra Drzymalska), quienes por penurias económicas, y siendo desconocidos, arreglan un matrimonio para a la postre poder vender al hijo de la chica sin impedimentos por parte de la justicia. De esta manera, ambos comienzan a convivir en un mismo espacio, donde el hombre tiene queda al supervisado de la mujer (cuando no está preocupado de sus propios vicios, como la ludopatía). Todo se siente contenido, llevado hacia al mínimo gesto, en ese lugar tan reducido como es el piso en el que conviven, en el que el uno se convierte en el objeto de la mirada del otro, hasta fascinarse en su observación del mismo (la secuencia del baile podría resultar paradigmática).
Rostros por los que no transitan muecas de felicidad; personas pendientes tan solo de sus propios intereses; cuerpos suspendidos filmados por una cámara inmóvil; luces frías que no hacen sino remarcar el vacío de toda una generación: razones por las cuales uno no puede sentirse sino abrumado, devastado y quebrado cuando en el plano final de ‘Sole’ una lágrima se escapa de los ojos de Lena, como si estuviera intentando redimirse de todos sus errores; errores que, una vez pasado el momento, no tendrán marcha atrás. Sin lugar a dudas, una de las mejores películas de Cineuropa 2019.
Fin de Siglo (Argentina). Dir. Lucio Castro
Quizá uno de los grandes lastres que arrastra ‘Fin de siglo’ sea el de tener que vivir bajo la sombra de una trilogía tan maravillosa como ‘Before’ (1995, 2004, 2013) de Richard Linklater, porque, como sabemos, las comparaciones son siempre odiosas. Y es que mientras que los extensos diálogos entre protagonistas de aquellas respiraban una gran naturalidad, en la película de Lucio Castro muchas conversaciones se sienten como impostadas, toscas, abigarradas.
A mayores, la memoria y el recuerdo permiten al director argentino en esta, su ópera prima, establecer un juego de capas temporales que se siente caprichoso, poco creíble, para, a la postre, terminar retorciéndolo en un atrevimiento narrativo que incita al desconcierto del espectador menos atento, pero cuyo aire de grandilocuencia autoral se torna pretencioso.
Longa Noite (España). Dir. Eloy Enciso
Después de siete años, tras la muy sugerente ‘Arraianos’ (2012), Eloy Enciso se inmiscuye de lleno en la más oscura de las noches con ‘Longa noite’, aquella que está envuelta por la reminiscencia de los trágicos sucesos que siguieron al levantamiento militar español del treinta y seis. Así, cuando Anxo vuelve a su pueblo natal, no se encuentra con personas sino con almas heridas por las cicatrices de la dictadura, cuerpos inmóviles que solo producen movimiento mediante su habla, un habla que siempre mira al pasado, a lo que no se puede retornar, al igual que sus enunciantes miran a un fuera de campo sin posibilidad de contraplano porque este se encuentra en los días de antaño.
Dividida en tres episodios, la obra de Enciso se adentra progresivamente en el interior de su protagonista a la vez que en el inmensidad de la noche, como si el propio filme quisiera proponernos un estudio, una experimentación, sobre la nocturnidad, sobre sus posibilidades simbólicas, metafóricas y plásticas, a medida que todo colisiona con unos cuerpos –como decíamos– cuasi estatuarios, cuyas dilatadas y artificiosas narraciones hacen pensar en ellos como depósitos de lo enunciado por ese ventrílocuo que es todo el material literario con el cual el propio Enciso ha construido su pieza.
Carelia: Internacional con monumento (España). Dir. Andrés Duque
En ‘Carelia: Internacional con monumento’, Andrés Duque se sumerge en el universo de Carelia, una región a la suerte fronteriza entre Finlandia y Rusia, cuya cultura va languideciendo con el paso del tiempo. El filme es un perfecto ejemplo de cómo jugar con las expectativas del espectador, ya que Duque no cesa de cambiar la manera de abordar su representación del pueblo en cuestión. Durante el comienzo, nos adentramos en el seno de una familia que convive alejada de la civilización, y que sigue poniendo en práctica determinados rituales chamánicos, en un acto que parece estar evocando –a través del contacto de los niños con la naturaleza y de las cuestiones familiares– al Terrence Malick de ‘El árbol de la vida’ (2011), salvaguardando las distancias.
Pero, por otro –oscuro– lado, Carelia esconde el horror, lo que los medios encargados de lo visible quieren condenador a lo, en efecto, in-visible. El bosque de Sandarmoh fue el lugar de ejecución, y posterior fosa común, de muchos de los enemigos del régimen estalinista, y Yuri Dmitriev, historiador encargado de investigar este tema en profundidad, ha sido detenido porque, como se asegura en el documental, hay gente poderosa a la que no la interesa destapar el pasado, a la que le interesa reescribir –hacer tabula rasa– la historia en beneficio de sus intereses (¿no ha sido siempre así?). Es entonces cuando la película se convierte en otra cosa, y la cámara de Duque radiografía el lugar de los hechos en la actualidad, además de insertar una entrevista que, plano fijo de larga duración mediante, esclarece los hechos acaecidos.
Podría antojarse, en primera instancia, el conjunto como abigarrado, pero nada más lejos de realidad: ‘Carelia: Internacional con monumento’ se presenta, pues, como un nuevo experimento en el terreno documental, que no solo intenta reflejar costumbres que, parece, se están intentan olvidar, sino erigirse en documento político contra el estado ruso. Pero no todo termina aquí: Duque tiene planeado volver y seguir investigando, filmando, presentando su obra por el país, pese a que haya sido advertido de no hacerlo. Solo queda saber cómo terminará todo.
Vitalina Varela (Portugal). Dir. Pedro Costa
En determinado momento de ‘Vitalina Varela’, alguien abre la puerta de la casa de su protagonista, dejando entrar unos rayos de luz en el hogar. Es ahí que el espectador puede respirar, relajarse por no durante mucho tiempo, ya que la opresiva oscuridad que permea la cuasi totalidad de los planos del filme parece haberse evanescido por unos instantes. Víctimas de un claoscuro marcadísimo, los personajes –las personas– de Pedro Costa parecen vivir inmersos en las sombras, en las sombras de un pasado que azota y agita el presente.
Vitalina Varela, a quien ya habíamos visto en ‘Caballo dinero’ (2014), y Ventura, el protagonista de aquella –si es que podemos utilizar un término como este en el cine de Costa–, se erigen en una especie de muertos vivientes que pululan por las calles del ya mítico barrio de Fontainhas, sin sentido ni necesidad, intentando colmar la angustia que los corroe. No hay felicidad, no hay amor (aunque Vitalina diga que es necesario), no hay una salida a la miseria de los caboverdianos representados por el cineasta portugués; al contrario, se incide en lo más hondo de ella: de ahí esos monólogos de Vitalina donde intenta establecer un contacto con su marido muerto; monólogos o diálogos con un contraplano que vendría a estar representado por la misma muerte.
Con encuadres de una densidad apabullante, Pedro Costa es nuevamente confirmado como unos de los cineastas que mayor confianza deposita en las imágenes que crea, unas imágenes que ponen en escena el infierno, literal y metafórico, de los entes que recorren –que vagabundean en– el barrio de Fontainhas. Nadie se salva de la opresión del paso del tiempo en el lugar, un tiempo que, por otra parte, parece haberse detenido, como si espectadores y personajes nos sumergiéramos en un limbo desolador. No obstante, en los últimos minutos, en el último plano, de una belleza radical, Costa parece querer señalar una pequeña esperanza o, al menos, que siempre nos quedará la nostalgia del pasado para poder seguir adelante y mantenernos vivos.
Y los Premios del Público de Cineuropa 2019 son…
- Sección Europea : Reina de Corazones (Dinamarca) de May el-Toukhy.
- Sección Internacional: Papicha (Argelia) de Mounia Meddour.
- Latinoamericano: La llorona (Guatemala) de Jayro Bustamante.
- Docs Cineuropa: For Sama (Reino Unido) de Waad Al-Khateab y Edward Watts.
- Animaeuropa: Un día más con vida (España) de Raúl de la Fuente y Damian Nenow.
Podéis consultar las puntuaciones del Premio del Público en la página oficial del Festival Cineuropa. ¡Hasta la treinta y cuatro edición!