
En el poema Arte poética, Borges asimilaba la vida a un río. A menudo, pienso que el arte es otra forma de río, un río interminable que nos empuja hacia otros ríos. Un diálogo donde «todo está dicho y todo está por hacer», como escribió Javier Cercas en una de sus columnas para El País Semanal, lo mismo que ya había dicho el Movimiento «plagiarista» en su manifiesto, en Los escritores plagiaristas. Entonces, ¿qué es lo original? ¿todo lo creado a partir de otras obras es plagio? ¿es lo segundo algo distinto de lo primero?
Lo nuevo es una variación de lo antiguo, una imitación de lo anterior para crear algo propio, siempre ha sido así, desde la primera novela moderna de Cervantes hasta Borges, Bolaño, Ray Loriga o Vila-Matas, por poner solo algunos ejemplos. El mismo William Shakespeare y Éric Rohmer también fueron autores «plagiaristas», sus Cuento(s) de invierno son parte de esta tradición universal.
Cuento de invierno es uno y varios al mismo tiempo
En la película de Éric Rohmer, no de manera fortuita, la obra homónima de Shakespeare aparece representada, pues para su ‘Cuento de invierno‘ (1992), Rohmer se inspiró en la tragicomedia del escritor británico, del mismo modo que este partió para la suya de Pandosto, de Robert Greene, y de las novelas bizantinas. Ambos cuentos se basan en el modelo de historia de estas novelas bizantinas en prosa de los primeros siglos después de Cristo, en las que, como apunta Ernest Schanzer, «a menudo de manera milagrosa y contra toda probabilidad, un final feliz da por terminado un largo relato de sufrimientos».
En Cuento de invierno, Shakespeare narra una historia de muerte y resurrección, una crisis en la vida de Leontes, el rey de Sicilia, que, por culpa de su temperamento, de sus celos, creía haber destruido la vida que amaba. Y en su cuento, Rohmer filma la historia de un amor de verano que resurge en invierno, de dos enamorados, Félicie y Charles, a los que la vida separó y por casualidad vuelven a reunirse en invierno.

Ambos cuentos son historias de pérdida y renacimiento, de amores que se creían perdidos y retornan, de muerte y vida. Comparten un mismo modelo de historia, estructura y elementos básicos: una progresión basada en el esquema de la Divina Comedia de Dante, el simbolismo de las cuatro estaciones, una elipsis temporal, un narrador observador, la separación de las personas amadas, y un final feliz con reencuentros milagrosos. Sin embargo, los resultados son distintos. La obra de Shakespeare es una variación de la de Greene y de las novelas bizantinas, como el cuento de Rohmer lo es del del escritor británico. Cuento de invierno es uno y varios al mismo tiempo, una variación propia de cada creador. «La originalidad no consiste en no parecerse a nadie, sino en parecerse a todos», como dice el relato La vida improbable de Félix Blanco, de Los escritores plagiaristas, citando al escritor polaco Stanislaw Lem.
El de Rohmer es la segunda entrega del ciclo Cuentos de las cuatro estaciones, y como las otras, se trata de un diálogo sobre el amor, un cuento filosófico en el que a partir de un sencillo argumento narra la complejidad de los asuntos humanos. La fuerza del amor, el significado de la religión, de la fe y la esperanza, el misticismo y lo sobrenatural, la necesidad de creer en algo, la creación de un invierno espiritual, la importancia del azar en la vida, la reflexión sobre la inmortalidad del alma, el argumento de la reminiscencia de Platón, la identidad del ser, el conflicto entre el arte y la vida o el poder del deseo son asuntos que a través de los recursos narrativos propios de la filmografía de Rohmer recorren este cuento.
Personajes afectados por un invierno metafórico
Como Shakespeare, Rohmer introduce otros personajes alrededor del protagonista (en este caso, Félicie) que se verán afectados por el invierno que este crea dentro de sí mismo y que plantearán una serie de interrogantes existenciales. Es la realidad ausente de la persona amada el motivo de creación de este invierno en las vidas de los protagonistas, y, en consecuencia, a su alrededor. En el caso de Leontes, un invierno habitado por el odio, la tiranía, la culpa y la voluntad de redención, y en el personaje de Félicie, por la melancolía y el deseo de retorno, pues es un personaje que muere y vive a través del recuerdo.
Félicie vive a través de la esperanza de reencuentro con su amado. Al mismo tiempo, este amor ausente le hace sacrificar su vida, su felicidad, aun sabiendo de la poca probabilidad de que su deseo se cumpla. Su vida sigue el mismo razonamiento que la apuesta de Pascal, pues para ella, «vivir con la esperanza es una vida que vale como cualquier otra». En este sentido, como en Vanka, de Chéjov, en Cuento de Invierno está presente el pensamiento de Tolstói sobre la fe como la verdadera fuerza de la vida, pues la reflexión sobre el significado de esta recorre todo el relato. Son los deseos, miedos e ilusiones de los personajes los principales instigadores de los acontecimientos de la obra.
Ahora bien, más allá de sus motivos temáticos, el valor de Cuento de invierno, como el de toda obra, se debe a sus cualidades narrativas, a la rigurosidad del lenguaje para construir el relato. Como Shakespeare en sus obras, a través de una construcción armónica, del buen uso de los recursos cinematográficos, Rohmer refleja las distintas dimensiones de la realidad: una exterior y otra interior, el mundo sensible y el inteligible. El diálogo, la acción y la metáfora iluminan lo que permanece oculto a los sentidos, a través de estos recursos, Shakespeare y Rohmer nos revelan la identidad de los personajes, sus pensamientos y actitudes frente a la vida.
Como Mekas y Jonás Trueba, Rohmer es deudor de los Lumière, pues a partir de una concepción primitiva del cine y de la idea emersoniana de lo conversacional filma unos personajes en su entorno. Las imágenes registran conversaciones, paseos, gestos de amor, personajes en sus tareas cotidianas, comiendo, en el trabajo, en los desplazamientos habituales de cada día, personajes que esperan algo o que simplemente observan, maneras de estar en el mundo y paisajes, lo humano de la vida. Aquí reside lo magistral de su cine, en saber filmar lo extraordinario de lo ordinario, en captar con naturalidad la fuerza expresiva de lo cotidiano.
En ‘Cuento de invierno‘, el poder de lo conversacional está muy presente a través de lúcidos diálogos y discursos filosóficos mediante los cuales los personajes se reconocen a sí mismos. A través de la conversación, de la reflexión sobre una serie de cuestiones inherentes a la condición humana como son el significado de la fe y del amor o la discusión sobre la inmortalidad del alma, Rohmer nos va revelando el mundo interior de esos personajes. La estructura de la obra, en correspondencia con el simbolismo de las imágenes, los colores y las estaciones termina de construir un relato sugerente y equilibrado.

Una variación de la Divina Comedia
Desde el punto de vista de su estructura, Cuento de invierno, tanto en Shakespeare como en Rohmer, es una variación de la Divina Comedia de Dante, pues en lugar de seguir un esquema tripartito, parten del Paraíso para volver a él, representado por el orden de la vida. La frase con la que empieza la canción de Antíloco en la escena segunda del acto cuarto de la obra de Shakespeare resume esta afinidad entre el simbolismo y la progresión básica de ambos cuentos: «Todo se rejuvenece y colorea en los pálidos dominios del ivierno».
Bajo la superficie de Cuento de invierno hay un significado interior, una correspondencia entre las cuestiones humanas y el ciclo de las estaciones, pues ambas obras narran una crisis en la vida de unos personajes, el invierno que estos crean dentro de sí mismos y en su entorno, y su viaje espiritual de retorno a la felicidad perdida. Asimismo, la expresión simbólica del período del año en el que suceden los acontecimientos alude al significado religioso del relato. La correspondencia entre el período de meditación de Félicie y arrepentimiento en Leontes, previo a la resurrección del ser amado, con el de Adviento, tiempo de oración, esperanza y alegría, de preparación al nacimiento de Jesús en la festividad cristiana de la Navidad, y entre renacimiento y nacimiento, sugiere este significado.
Cuento de invierno, como dice el personaje de Mamilio en la obra de Shakespeare, es un cuento propio para esta estación del año, un cuento triste en el que ocurren hechos extraordinarios, pues como en las novelas bizantinas, de manera milagrosa sucede un final feliz. El retorno de la persona amada significa el renacimiento de la alegría, el triunfo del amor y de la vida frente al dolor, la tristeza y la muerte. A partir de un relato fantástico y rocambolesco, Rohmer construye una película armónica y de insondable profundidad, donde la verosimilitud de la historia queda en segundo plano. Pues como argumenta Pascal, la ganancia de Félicie es la de una vida empujada por la fe. Lo que no es otra cosa que una cuestión de azar acaba significando el triunfo de esa fe, simbolizado por el reencuentro con los seres amados en el Cielo, y su sacrificio termina compensando la poca probabilidad que había de realizarse lo deseado.
La apuesta de Félicie en Cuento de invierno nos recuerda los pensamientos de Tolstói, quizá también inspirado por Shakespeare: «No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo».