La franquicia más popular de la historia del cine cierra una etapa con ‘Star Wars: El Ascenso de Skywalker’, filme que supone el desenlace de una trama que se ha extendido a lo largo de 9 películas. Tras la división que supuso ‘Los Últimos Jedi’ y el rechazo que generó en un sector muy ruidoso de fans, J.J. Abrams vuelve a la silla del director para atar todos los cabos y finiquitar una saga que él mismo revitalizó con la notable ‘El Despertar de la Fuerza’.

Abrams ha utilizado ciertos elementos de su predecesora, pero otros directamente los ha ignorado o modificado para continuar la historia que siempre quiso contar, provocando una serie de decisiones que no sólo se sienten forzadas y poco orgánicas sino que acaban convirtiendo la película en ‘fan service’ mediocre y muy lejos de capturar el alma que poseen esfuerzos anteriores en la franquicia.

Giro de timón

El primer acto de ‘Star Wars: El Ascenso de Skywalker’ sienta las bases del nuevo conflicto a través de varias subtramas y ‘macguffins’ que son explicados mediante escenas expositivas que matan la urgencia dramática por acumulación. Al tener que introducir tantas partes móviles al mismo tiempo, la trama se siente sobrecargada y parece dar demasiadas vueltas innecesarias para alcanzar el punto al que quiere llegar. Además, las misiones son poco interesantes y en algunas ocasiones se introducen personajes que parecen tener peso específico pero acaban en meras comparsas que solo sirven para avanzar la trama y pasar a la siguiente misión o búsqueda (hay ‘deus ex machina’ en este filme para parar un tren).

La historia funciona mejor cuando gira en torno al núcleo temático del filme, y la interacción entre los personajes principales es suficientemente sólida para que enriquezcan sus escenas y sus intercambios sean realmente divertidos en momentos puntuales. Pero el nivel de exposición es tan grande y tan obvio a ratos que se vuelve irritante. Es cierto que tras una media hora inicial bastante irregular, la película pisa el acelerador y la maquinaria parece funcionar bien a ritmos altos. No aporta nada especialmente nuevo u original, pero al menos tiene la suficiente fuerza visual para captar mi atención. El problema no es tanto el cómo, sino el qué.

Tras haber revisionado ‘Los Últimos Jedi’ justo antes de ver ‘Star Wars: El Ascenso de Skywalker’, está muy claro que Disney y Kathleen Kennedy no tenían un plan fijado para esta nueva trilogía. Al darle libertad a Abrams y Johnson en sus filmes, ambos han tirado por caminos distintos y la vuelta de Abrams ha provocado un choque de personalidades que se oponen en intención. J.J. Abrams es reverencial a la saga, así que en esta última entrega ha optado por traer personajes de vuelta, homenajear momentos de filmes anteriores y entregar a los fans acérrimos lo que en teoría deseaban (o creían que deseaban). El problema es que ha metido tantos nuevos conceptos y elementos de manera forzada que acaba por ser un intento fallido de complacernos mediante castillos en el aire. No hay tiempo material para que los arcos que construye tengan entidad y florezcan en el tercer acto, por lo que uno asiste con estupefacción a ciertas revelaciones o giros, en vez de sentir emoción.

Daisy Ridley en Star Wars: El Ascenso de Skywalker
Daisy Ridley en «Star Wars: El Ascenso de Skywalker», dirigida por por J.J. Abrams. Fuente: Disney

Fantasmas del pasado

Uno de los aspectos más llamativos del marketing de ‘Star Wars: El Ascenso de Skywalker’ era la vuelta de Palpatine y su relevancia en esta última entrega. Este icónico personaje no tenía importancia alguna en los dos filmes anteriores, y en esta película es introducido mediante el texto inicial de la película, lo cual me hace cuestionar su presencia desde el primer momento. Llevan dos películas desarrollando el villano principal de esta nueva trilogía (Kylo Ren) para luego preponderar el rol de Palpatine en esta guerra entre la Primera Orden y la Resistencia. En su afán por devolver a la saga y a los fans algunos personajes de la trilogía original, han tirado de reduccionismo y diluido los viajes de Rey y Kylo Ren.

Hay dos momentos del filme en los que he abierto los brazos mientras miraba la pantalla de hito en hito. No os voy a contar cuáles, pero creo que cuando lleguéis a dichos momentos sabréis a qué me refiero. Uno de ellos no sólo traiciona un aspecto relevante del filme de Rian Johnson, sino que lo enrevesa de una manera tan forzada para que «funcione» que acaba pareciendo una broma de mal gusto. Star Wars tiene un universo tan rico y lleno de posibilidades, que resulta realmente frustrante cuando deciden optar por lugares comunes en vez de alejarse de terreno conocido y apostar por nuevas historias y conexiones entre personajes. El segundo momento es doblemente doloroso por lo abrupto y gratuito que se siente. Es una decisión tan horrible que acaba por matar la película y las intenciones que se había marcado con anterioridad.

El reparto lo hace muy bien en general, aunque siempre a pesar de un guion que no les da lo que merecen. John Boyega y Oscar Isaac brillan en dos papeles en los que se sienten muy a gusto y la química es palpable. C-3PO no sólo no es irritante (he tenido mis problemillas con él en el pasado), sino que se vuelve uno de las ases de la manga del filme por su comicidad y su capacidad para ser entrañable. Driver y Ridley tienen una papeleta complicada. Se dejan la piel en la película y su talento interpretativo eleva a sus personajes, que por otra parte no son servidos de conflictos que funcionen de manera orgánica. Sus escenas son muy repetitivas y llega un momento en el que acabo cansándome hasta de los sables láser, que ya tiene delito. No exploran nuevos niveles de su relación y se quedan en un terreno tan redundante y poco estimulante que acabo por desconectar emocionalmente en el tercer acto. Son dos personajes tan interesantes por sí mismos (al menos en filmes anteriores), que el desenlace que le proporcionan me ha parecido agridulce y decepcionante.

Cerrar una saga de películas con decenas de personajes, planetas, subtramas y conseguir que sea un homenaje a la franquicia y sus integrantes sin sentirse artificial y forzado no es una tarea fácil. Tras ver ‘Star Wars: El Ascenso de Skywalker’, considero que lo hecho por los hermanos Russo en ‘Vengadores: Endgame’ es un verdadero milagro. Abrams ha querido hacer su particular Endgame con esta película, pero le ha salido una amalgama de ideas sin fuerza ni coherencia que ahogan el filme cuando realmente debería atravesar nuestro corazón. Es uno de los blockbusters recientes que mayor decepción me han causado, y cuanto más pienso en él más claro tengo que se trata de una de las peores películas de la saga y un burdo intento de comprar nuestro amor desde la nostalgia impostada. J.J. Abrams me parece un cineasta notable, pero no entiendo muchas de las decisiones que ha tomado en esta película y no reconozco al director que nos regaló ‘Misión Imposible 3’, ‘Super 8’ y ‘Star Trek‘.

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