Klaus‘ es el debut en la dirección de Sergio Pablos y Carlos Martínez López, ambos con experiencia previa como animadores (especialmente reseñable el caso de Pablos, con casi 30 años de labor como animador a sus espaldas). Se trata de una producción española que ha tenido el respaldo de Netflix, plataforma en la que el filme está disponible desde el 15 de noviembre, y tiene la particularidad de ser una película en animación 2D, una técnica que gradualmente está cayendo en desuso debido al ascenso de la animación 3D. No obstante, el filme de Pablos y Martínez López ha tenido una animación en soporte digital con iluminación volumétrica, proporcionándole a la película esa curiosa textura en la que 3D y 2D se fusionan como si fueran uno. Pero esta película destaca especialmente por su corazón y su manera de reinterpretar la figura de Santa Claus y todo lo que rodea al día de Navidad, y por eso se trata de unas de las cintas de animación más luminosas y entrañables de los últimos años.

Uno de los aspectos que más me han impactado en ‘Klaus’ es el uso de la luz, así como ciertos escenarios de la misma. A ratos, el pueblo en el que transcurre gran parte del filme tiene pequeñas pinceladas de expresionismo alemán con el diseño de las casas, sus líneas sinuosas y formas excesivas que aportan una personalidad muy específica al lugar en el que se desarrolla la acción. Por otra parte, este elemento se conjuga a la perfección con la iluminación del filme, la cual intenta ser lo más natural posible con el uso de candelabros y la luz del sol, la cual atraviesa las ventanas creando un constraste realmente hermoso. La calidez de los tonos amarillos y anaranjados funciona como contrapunto del frío que asola al pueblo, no solo a nivel climático sino también humano. Dicho pueblo está dividido por dos familias que se odian y desprecian a la menor oportunidad, asentando el conflicto de manera rápida y sencilla.

Klaus dirigida por Sergio Pablos
Escena de «Klaus», película de animación española dirigida por Sergio Pablos. Fuente: Netflix

La película tiene una estructura convencional y el viaje que vive el personaje principal no es nada nuevo, pero si esta película destaca por algo sobre todo lo demás es por lo inventiva que puede llegar a ser a la hora de aunar todos los elementos que componen la idea de la Navidad así como de Santa Claus, e irlos distribuyendo uniformemente a lo largo de su metraje. Cada nueva «revelación» la he vivido con la inocencia de un niño, al comprobar cómo la película introduce nuevos conceptos que nosotros conocemos desde que tenemos uso de razón, y aparecen de forma inesperada, juguetona o casi improvisada, generando una sensación de familiaridad que apela a la nostalgia y a nuestra propia concepción de la Navidad.

Klaus‘, ganadora de siete premios Annie y entre las favoritas para ganar el Oscar de animación, es una película tan entrañable y deliciosa que es fácil caer rendido ante ella. Quizás al tratarse de un cuento tan optimista y mágico, la historia no se permite ahondar en pasajes más oscuros de ciertos personajes (al menos no del todo), y se conforma con perfilarlos en base a un detonante que altere su vida, lo cual no es malo, pero podría haber aportado mayor riqueza narrativa a la hora de profundizar en lo que ansían y temen sin dejar de lado lo demás. Pero realmente es una pega bastante inane porque la cinta funciona a las mil maravillas de principio a fin, y nos regala uno de los relatos más honestos, inocentes y positivos sobre los valores que hay tras la Navidad.

Vivimos en un mundo realmente cínico que rechaza la inocencia porque no se siente realista. Y quizás ese es el problema. Hemos naturalizado la resignación, apatía y decepción constante y películas como ésta reafirman ideales que parecen provenir de otra época, pero que son más esenciales que nunca. Es un cuento con el que enamorarse y al que aspirar, una historia con la que reír y llorar mientras nos deleitamos con su preciosismo visual. ‘Klaus‘ es un lugar feliz, un sillón reconfortante y cómodo en el que hundirse junto a la chimenea mientras sorbes una bebida caliente. Porque, a veces, los placeres más sencillos son los que nos regalan mayor felicidad.

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