
2020 ha sido el año en que Joaquin Phoenix por fin se ha llevado a casa su ansiado galardón, el Oscar a mejor actor, después de tres nominaciones. Un merecido premio, a pesar de tener entre sus competidores a Adam Driver, Leonardo DiCaprio, Jonathan Pryce o nuestro representante español, Antonio Banderas, cada uno de ellos con unas interpretaciones estelares en sus respectivas películas. Sin embargo, el premio solo podía caer en manos de un solo ganador y éste, sin que a nadie se le hayan cruzado los cables – sin mirar a nadie ¿Verdad, Warren Beatty?-, solo tenía grabado en oro el nombre del actor que nos ha enseñado el atormentado mundo del Joker.
Y es posible, que este Oscar, más que por una película, Joaquin Phoenix se lo merezca como reconocimiento a su brillante carrera, manteniéndose siempre en su línea – ‘En la cuerda floja‘ (2005), nunca mejor dijo – para traernos a la pantalla personajes cargados siempre de un excepcional dramatismo. Un dramatismo introspectivo, cromático, nunca plano, siempre complejo; como la vida misma.
La carrera hacia el Oscar de Joaquin Phoenix
Si se hace un rápido repaso a su filmografía, se observa que el Joker no es resultado única y exclusivamente de su talento, si no de un meticuloso trabajo que ya venía cocinándose durante años a fuego lento. Como los grandes chefs, Joaquin Phoenix siempre ha tenido en cuenta qué ingredientes encajaban mejor dentro de su rol interpretativo, amoldándose a la imagen que el público se hacía de él, y, salvo contadas excepciones para cumplir con sus obligaciones comerciales, fue labrándose un buen camino como actor dramático.
Desde el papel que dio vida al ambicioso emperador Cómodo, con el que casi arrebata el protagonismo a Russell Crowe en ‘Gladiator‘ (2000); pasando por otros personajes emocionalmente inestables como el judío fotógrafo de ‘Two Lovers‘ (2008), debatiéndose entre un trastorno bipolar que le hacía amar la cara y la cruz al mismo tiempo; su magistral treta en falso documental, al estilo de Orson Welles, que nos obligó a preguntarnos cuando lo vimos en Late Show David Letterman si de verdad había algo de cierto en ‘I’m still here‘ (2010); el reencuentro con su público tras un silencio de dos años con su oscuro Freddie Quell en ‘The Master‘; o sus últimas actuaciones estelares en ‘Her‘ (2013), mostrándonos la triste vida de una sociedad distópicamente feliz o, por el contrario, las azarosas aventuras de un maniaco depresivo en ‘Irrational Man‘ (2015) que no dudaba en jugársela a la ruleta rusa si se presentaba la ocasión. También brillante en ‘En realidad, nunca estuviste aquí‘ sumergido en un personaje que tiene recuerdos que lo torturan psicológicamente.

Y como guinda a un pastel a punto de ser lanzado sobre la cara de un payaso, Joaquin Phoenix nos presentó a Joker como protagonista, lejos del molesto murciélago salva patrias rondando su cabeza, y evitando con ello cualquier comparación con el testamento vital de Health Ledger, pues ambas sonrisas resultaban distintas. Si la de Ledger apuntaba siempre hacia arriba en busca de acción, la de Phoenix se acentuaba hacia abajo, revelándonos su oscuro pasado.
Sin embargo, y manteniendo en el debate una postura bipolar, defendiendo en primer lugar el merecido galardón de Joaquin Phoenix en los premios de la Academia, debe analizarse también esta última cinta con cierta neutralidad, dejando a un lado la emotividad y preguntarnos si realmente se esta haciendo un buen trabajo en representar las enfermedades mentales como locuras que inevitablemente acaban en final trágico.
Obviamente, el cine es un imaginario colectivo que nos permite construir un final acorde a las expectativas de las historias que en él se narran. De alguna forma debía explicarse las razones que llevaron al Joker a matar a los padres de Batman pero, ¿es necesario usar la mal llamada “locura” para resolver un final? El trauma, la esquizofrenia, las paranoias delirantes, problemas también expuestos en otras joyas de Martin Scorsese al que Joker rinde homenaje, como ‘Taxi Driver ‘(1976) o ‘El rey de la comedia’ (1982), resultan complejos de abordar sin que parezcan meras justificaciones para tachar rápidamente al loco de asesino.
Quizás, por este motivo, el legado que nos deja Joaquin Phoenix con su extensa filmografía, a la espera de ser completada en el futuro, sea un bien necesario para cuestionarnos y no creernos todo lo que vemos. Como en ‘I’m still here’, nada es real, pero todo puede parecer cierto.