En tiempos de redes sociales donde cualquier persona puede informar ya sea grabando un video, trinando o tomando una fotografía, los periodistas deben esforzarse todavía más para comprobar sus fuentes y cautivar a la audiencia, pero al mismo intentar no perder la moribunda primicia. Ahora bien, ¿qué estaría dispuesto hacer un periodista por conseguir una gran historia que llame la atención del público y que al mismo tiempo lo ayude tanto a él como al medio en el que trabaja? Esto es precisamente lo que plantea ‘El gran carnaval‘ (1951), dirigida por el gran Billy Wilder quien además coescribió el guion con Lesser Samuels y Walter Newman.

La película cuenta la historia de Chuck Tatum, interpretado por el magnífico Kirk Douglas, un periodista caído en desgracia y que, buscando una oportunidad para salir del hoyo en el que se encuentra, llega a Albuquerque a trabajar en el diario local ofreciéndose como el gran reportero con el objetivo de buscar la gran historia que relance su carrera.

Luego de un año y en camino a cubrir una cacería de serpientes, Tatum y el fotógrafo del periódico, se topan con el evento que cambiará sus días: Leo Minosa, dueño de una especie de hotel-cafetería de Escudero, queda atrapado en una mina abandonada debajo de un montón de piedras acosado por fantasmas indígenas. Tatum decide internarse en la cueva y ve en Leo el Ace in the hole, es decir, el comodín, para construir una gran historia y reconstruir la propia.

Billy Wilder dirigiendo El gran carnavalBilly Wilder, aclamado director de ‘Perdición’ (1944), ‘Días sin huella’ (1945), ‘El crepúsculo de los dioses’ (1950) y ‘El apartamento‘ (1960), entre muchas otras grandes obras, explota, como fue una de sus grandes virtudes, el guion y el trabajo de los actores al máximo con el fin de lograr una puesta en escena en la que la mentira, el egoísmo y la moral del ser humano juegan un papel preponderante. Wilder consigue que Tatum arrastre con su ego a la gran mayoría de los personajes de la historia convirtiéndolos en peones en su juego por volver a la cima del mundo del periodismo, pero al mismo tiempo los empuja a aprovecharse, directa o indirectamente, del infortunio de Leo Minosa.

Por una parte, están el fotógrafo del periódico, Herbie, quien ve a Chuck como una especie de modelo a seguir a medida que va consiguiendo lo que desea; y el dueño del periódico de Albuquerque, el señor Boot, a quien a pesar de que no le gustan los métodos de Tatum, las ventas y el tiraje de su diario se han triplicado gracias a él. Igualmente están el Sheriff del pueblo, quien termina aceptando su rol en esta coyuntura viéndola ahora como una posibilidad de reelección en su puesto al volverse el héroe en todo el asunto, quedando en segundo plano y a las órdenes de Chuck, algo que también le sucede al señor Smollett, quien es el encargado de sacar a Leo de las ruinas de 500 años de antigüedad, pero debe obedecer a ambos con el fin de evitarse problemas lo que lo lleva a cambiar la estrategia de la misión de salvamento. Y no deja de ser menos que quien llega como el primer interesado en la noticia del momento, el padre que va de paseo con su familia, termine por aprovecharse del tumulto para ofrecer los seguros que él mismo vende.

El gran carnaval, dirigida por Billy Wilder.
Jan Sterling en «El gran carnaval» (1951), dirigida por Billy Wilder.

Por otro lado está la familia Minosa compuesta por la madre abnegada que reza todo el día por su hijo; el padre, una persona desinteresada y a la que solo le preocupa el bienestar de su hijo; y por último Lorraine, la esposa de Leo, quien al estar aburrida en el matrimonio decide irse y dejarlo todo, pero gracias a la persuasión a manera de orden que le da Tatum, se queda en el hotel, algo que la lleva a ganar una gran cantidad de dinero que nunca imaginó al convertir el infortunio de su marido en una fuente de ingreso y así tener un poco de felicidad. Para ella el periodista se convierte en su oasis en medio de ese desierto y una vía de escape.

Las malas noticias se venden mejor

Ese subtítulo es una de las líneas pronunciadas por Chuck Tatum, interpretado por un carismático Kirk Douglas, quien a propósito, falleció hace ya casi dos meses, y bajo la batuta de Wilder, logra otra vez una poderosa actuación con la cual hace que se conozca el ascenso, muy corto por cierto, y la posterior caída de un egocéntrico y arribista periodista que se desborda al punto de apropiarse de funciones que no le corresponden como lo son darle órdenes al propio Sheriff del pueblo o liderar una misión de excavación en una montaña como un experimentado ingeniero. Y es que Tatum cree saber hasta donde llegar, incluso se jacta de tener los elementos necesarios para atrapar al público con una buena historia, siempre queriéndolos dejar con más a sabiendas de que las verdaderas historias, las que importan son las de los seres humanos, que la noticia de ayer ya no es noticia y que él no hace las cosas, porque solo escribe sobre ellas.

Kirk Douglas en El gran carnaval (1951), dirigida por Billy Wilder
Kirk Douglas en «El gran carnaval» (1951), dirigida por Billy Wilder.

He sido un mentiroso le dice a quien le está pidiendo una nueva oportunidad pues la verdad es algo con lo que Chuck Tatum no comulga y parece generarle salpullido. El amarillismo y el oportunismo es lo que a él le interesa a costa de conseguir lo que quiere y no le importa pasar por encima de los demás convirtiendo sus proyectos y sus ideas en bolas de nieve. Y es que esa bola de nieve se crece y nadie la puede detener al punto que la moral de los habitantes del pueblo y de los propios visitantes se pone a prueba como le sucede al Sheriff, al señor Smollett o incluso a la esposa de Minosa que le pone precio a todo quien quiera ingresar a la propiedad e ir a visitar y observar de lejos el lugar donde su marido lucha por su vida.

¿En qué punto se establece el límite entre la amistad, la fuente periodística y la noticia misma? Eso es algo que se refleja en el intento de amistad que forja Tatum con Leo, la cual en un comienzo se establece como una forma de ayuda, aunque en realidad es de pura conveniencia con el fin de mantener y alargar la historia al punto que es el mismo Leo quien le dice a Chuck que hace una semana no lo conocía y ahora son muy buenos amigos.

Y es finalmente, pero no menos importante, el público, el último eslabón en esa cadena de emisor – mensaje – receptor. Ese público voraz es quien valida y consume finalmente la información y, en muchas ocasiones, ayudado por algunos periodistas que se escudan en esa frase de ser vehículo y transportadores de la información para la gente y en la delgada línea de libertad de prensa, el que termina impulsando o hundiendo a cualquiera a través del morbo que puede producir la noticia de un robo, una enfermedad, un desalojo, un secuestro, un fallecimiento o en este caso particular, el vía crucis de un esposo atrapado en una ruinas.

Ese morbo termina por convertirse en un espectáculo el cual el propio Chuck Tatum no puede controlar, lo que lo lleva a buscar de alguna manera una especie de redención, pero ya es demasiado tarde. Es entonces cuando la ambición se termina convirtiendo en una gran mentira y esta a su vez evoluciona hacia la delincuencia y ambas terminan imponiéndose, convirtiéndose en ‘El gran carnaval’ (título de la traducción al español y del relanzamiento de la película), en ese circo que ve el padre de Leo en la cima de la montaña y por el cual todos pagan para poder saber, estar y ser parte de él.

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