Mope‘, ópera prima del director estadounidense Lucas Heyne, traslada a la pantalla la fugaz carrera de Stephen Clancy Hill (Nathan Stewart-Jarrett) en el mundo del porno. Recuperamos aquí la historia interminable: ascenso y caída de una estrella del cine (para adultos). Hollywood nos cedió los sueños y se quedó con la fábrica: véanse ‘El crepúsculo de los dioses‘ (Billy Wilder, 1950) o ‘Mulholland Drive’ (David Lynch, 2001) como ejemplos paradigmáticos de este subgénero del audiovisual norteamericano. Esta vez, el realizador parte de un caso real (que me ahorraré comentar con el fin de evitar el tan temido territorio del spoiler) para reflejar la psicosis que envuelve el mundo del estrellato en los Estados Unidos.

El espectador se encontrará, o por lo menos así lo considera el autor del texto, ante una película que se queda a medio camino de todo aquello que pretende abarcar: el documental, la ficción, la comedia, lo bizarro, la subversión, la violencia, el drama, lo pornográfico (soft-porn). Fracasa en su dispersión, no termina de encontrar el espacio en el que desarrollar sus numerosas (aunque pobres) potencialidades. La cámara, resistiéndose a la quietud, contagia a las escenas de un tembleque mareante que acaba resultando agotador. Desestabiliza los planos de comienzo a fin, sin una lógica aparente. No existen elementos que sostengan una puesta en escena reiterativa (primerísimos planos, gags absurdos, personajes neutros e incapaces de aguantar sobre sus hombros la escena) y pobre.

El problema en ‘Mope’, al igual que ocurre con el cine porno y sus subproductos, nace de una artificialidad que lo devora todo. Nada escapa al cartón piedra del cine para adultos. El filme encontrará sus adeptos. A fin de cuentas, la propuesta de Hayne goza de ciertas particularidades que atraerán a más de un espectador: histrionismo, suciedad, perversión, etc. Que no cuenten conmigo.

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