Como suele ocurrir con todas esas películas que morimos por ver, nunca mejor dicho, que casi siempre vienen precedidas de excelentes críticas, las expectativas difícilmente son superadas por lo que vemos en pantalla. Con su estreno en Francia, las primeras opiniones de ‘Verano del 85‘ apuntaban al regreso del mejor Ozon. Quizás no sea así, pero no importa porque el cineasta francés vuelve a brindarnos otra sugerente película donde el amor, el sexo, la muerte y la obsesión vuelven a darse la mano. El tiempo será benevolente con ella, ya solo por estar asociada a ese inconfundible estilo, fiel a su “cinema du corps” que tanto nos gusta, forjado en su etapa de cortometrajista.

Con 19 largos, desde su decepcionante debut con ‘Sitcom‘ en 1998, el prolífico François Ozon solo ha recurrido a la literatura en ocho ocasiones, la última en ‘El amante doble‘. En ‘Verano del 85’ decide adaptar la novela británica Dance on My Grave de Aidan Chambers, un texto que le impresionó mucho siendo adolescente. En ocasiones, ser fiel a la novela, con su autor vivo y vigilante, es una atadura de manos a la hora de sentarse a escribir un guion. Pocas licencias se puede permitir aquí Ozon, más allá de ambientar la historia en la costa francesa en los años ochenta.

El filme nos cuenta la historia de dos adolescentes, Alex y David, que tienen un romance durante el verano del 85 en Normandía, donde no puede faltar una idílica puesta en escena estival, con sus baños en la playa, paseos en barco, el cine, bailes en la discoteca, la libertad que se experimenta montando en moto en un día soleado, la humedad del mar y una impactante sorpresa que como es obvio, no podemos desvelar. Ozon, como ya lo hiciera Éric Rohmer, dispone de todos estos elementos y les aporta una textura maravillosa a través de la fotografía, consiguiendo aflorar lo bello y sensual de los personajes, así como un matiz en los colores que nos transporta ineludiblemente a otra época, quien sabe si mejor.

Sin embargo, el amor y la pasión, iluminado por ese sol estival, se nubla con ese aura de misterio que tiene la película al más puro estilo Ripley. Desde el principio se intuye el peligro, percibimos que hay algo corrosivo en David y que Alex va a pasarlo mal. Muy astuta, la película crea pistas falsas para mostrar y esconder lo que hay que enseñar y ocultar. Alex se proyecta en David, y para este último es más una aventura que una historia de amor. Esto nos permite descubrir la torpeza del primer amor, el descubrimiento de la sexualidad, lo que supone crecer y superar los miedos. Sin embargo, los protagonistas no podrán evitar su tragedia.

Verano del 85, escrita y dirigida por François Ozon
Philippine Velge, Félix Lefebvre y Benjamin Voisin en una escena de «Verano del 85», dirigida por François Ozon. Fuente: Golem

‘Verano del 85’ supone el descubrimiento de dos jóvenes promesas de la interpretación como Félix Lefebvre (Alex) y Benjamin Voisin (David). Una nueva pareja de enamorados que nos depara el cine romántico francés. Dos personajes con un fuerte contraste, y no solo físico, sino a nivel psicológico. Al igual que Elio y Oliver en ‘Call me by your name‘, la química entre los protagonistas es abrumadora, algo fundamental para este tipo de dramas románticos. Una complicidad compartida con el espectador que respira autenticidad. También las dos madres están soberbias, tanto Isabelle Nanty como Valeria Bruni-Tedeschi, con algunas escenas que reafirman el talento de estas dos grandes actrices.

La película, construida en base a recuerdos, recurre a los flashbacks y a la voz en off de Alex, en su intento de darle sentido, pero hubiera funcionado mejor siendo menos fiel a la estructura narrativa de la novela. Elementos de la trama como la asistente social, el profesor o el judaísmo justifican las consecuencias del «significado del pacto» que han hecho los protagonistas, sin embargo el argumento daba pie a muchas variantes y podría haber sido más retorcido de lo que es. La fascinación de Alex por la escritura y, sobre todo por la muerte, chirría y no son del todo convincentes, dejando con la sensación de que tiene que ser así solo para justificar su estructura narrativa. Hasta el clímax corre el riesgo de caer en la comicidad precisamente por ese subrayado dramático al que recurre.

Las canciones, que seguramente sonaban en la cabeza de los protagonistas, junto con la música de Jean-Benoît Dunckel es uno de los grandes aciertos. Transmite el ambiente sexy, romántico y nostálgico que pide a gritos la historia. La escena del walkman en la discoteca, cuando están bailando los dos personajes al ritmo de Rod Stewart, que bien podría aparecer en una película de Dolan, es sin duda la mejor del filme.

A medio camino entre el drama romántico, el thriller erótico y un coming-of-age, ‘Verano del 85se revela como una experiencia desasosegadora y arriesgada. Una dicotomía entre Eros y Tánatos, entre la alegría y la tristeza, entre la esperanza y la desesperación, donde la claridad, el día y la vida se funden con el misterio, la noche y la muerte, para dejarnos la incógnita del precio que tiene la pérdida de la inocencia. Ahora, «solo cuenta escapar, de una forma u otra, de la propia historia”.

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