
Vivimos condicionados por nuestros actos. Unos más, otros menos, pero es indudable la fuerza que el pasado ejerce a la hora de configurar nuestro presente: unas puertas se abren, otras se cierran. En ‘Corpus Christi’ de Jam Komasa esto se evidencia a través de la figura de su protagonista, Daniel, un joven veinteañero que, tras pasar un tiempo en un correccional, ve frustrado su sueño de convertirse a sacerdote debido a sus antecedentes penales. Aun así, las limitaciones no supondrán un escollo cuando Daniel llegue a un pueblo lleno de desconocidos y el anonimato le permita hacerse pasar por quien quiera ser.
Quizá la comunidad a la que llega y él tengan más en común de lo que pueda parecer a simple vista; a fin de cuentas, ambos llevan a sus espaldas una pesada carga: él, un secreto, una mentira (¿hasta dónde puede llegar esta?); y ellos la tragedia de un accidente automovilístico que acabó con la vida de varios jóvenes amados por el pueblo. No solo cargan culpas o remordimientos, también contradicciones; las mismas que hacen al grupo comportarse como unos cretinos con la viuda del presunto autor del accidente, y las mismas que hacen a Daniel drogarse hasta límites exacerbados y mantener relaciones sexuales con la primera persona que encuentre a su paso a la escena siguiente de expresar sus deseos de convertirse en sacerdote.

Pero, como sabemos, una buena película no es un desfile de temas o de preocupaciones que se trasladan a la pantalla sin una puesta en escena detrás. El contenido necesita de una forma que, a fin de cuentas, es lo que termina por diferenciar a un cineasta de otro. Podríamos hablar del tamaño y angulación de los diferentes planos que conforman el filme, pero en este caso me refiero a la paleta cromática de colores fríos que permea la cinta. Muchas obras del cine europeo actual utilizan las mismas tonalidades. Bien es cierto que comparten lo escabroso de sus temas, pero esto termina por generar una homogeneidad estética que hace difícil distinguir unas de otras. Lo mismo podría decirse de la danesa ‘Reina de corazones’, dirigida por May el-Toukhy y de las finlandesas ‘Oro blanco’ y ‘Un blanco, blanco día’, de Grímur Hákonarson y Hlynur Palmason respectivamente, largometrajes estrenados hace apenas unos meses.
Esta uniformidad termina por, como mínimo, problematizar las inquietudes que el polaco Jan Komasa hace transitar a través de ‘Corpus Christi’. ¿De qué sirve hablarnos de temas tan interesantes como lo dañados que podemos llegar a estar las personas y como, aun así, podemos ayudar a la gente que nos rodea si el apartado estético arduamente se diferencia de otras directoras y directos del continente? Tampoco es cuestión de malinterpretación. Komasa firma un filme notable, pero qué pena no haber ido más allá.