El documental ‘Tierra de leche y miel‘, dirigido por Gonzalo Recio, Héctor Domínguez-Viguera y Carlos Mora, ha ganado la sección DOC. España de la 65 edición del festival SEMINCI, en Valladolid. Dividido en cinco capítulos y un prólogo, el documental hace un retrato real y crudo de las cicatrices, efectos y salpicaduras de una guerra: los muertos, el trauma, la pena, la incertidumbre y, en especial, los desplazamientos.

Cabe decir, que en ocasiones se tiene la sensación de que falta un poco de contexto sociopolítico y puede resultar difícil de seguir al inicio, pero también es cierto que el documental no sorprende tanto por el qué, sino por el cómo. Los largos planos contemplativos, las conversaciones banales, las situaciones que se muestran… nos adentran, sin darnos cuenta y de una manera casi poética, en la cotidianidad de sus personajes. No obstante, es una cotidianidad extraña que, al nacer de una guerra, pareciera que no debería existir y que resulta difícil de aceptar incluso para sus protagonistas. Es por ello por lo que, pese a llevar años esperando una solución habitacional, Mirsada y su hija no pierden la esperanza mientras sobreviven como pueden en un centro colectivo. Que Bela, a sus 75 años, sigue buscando los cuerpos de los desaparecidos en la guerra de Abjasia. Que Alia y Hussein, refugiados sirios, siguen sintiéndose extraños en Grecia mientras esperan el reencuentro con su hija Zozan. Y que Dani, Gio y Vika, de 11 años, siguen recordando aquellos hogares que dejaron atrás, mientras se preparan para mudarse a las viviendas gubernamentales para desplazados.

“Una de las ideas previas más importantes con las que acometimos el rodaje, era la de establecer un vínculo con las personas retratadas en la película. Una relación que se basaría en la convivencia y la confianza, y cuyo resultado se reflejara en la pantalla. En este sentido, el objetivo era que el espectador pudiera coexistir con los personajes en su día a día [···] y generar un sentimiento de empatía. Este proceso fue lo más enriquecedor que nos ha aportado la realización del documental. Antes de sacar la cámara, compartimos largos ratos con las personas que retratamos. Su hospitalidad hacia nosotros fue asombrosa”. Los directores de «Tierra de leche y miel».

Tierra de leche y miel‘ es tan real, que abruma y asusta a la vez que hipnotiza. Normalizando las consecuencias de la guerra, el documental consigue el efecto contrario: una extrañeza difícil de aceptar que no deja indiferente a nadie. Aquí no vemos bombas, no vemos violencia, no vemos llantos ni ninguna de esas imágenes a las que se nos tiene tan acostumbrados al tocar este tipo de temas. Únicamente vemos a personas reales viviendo su día a día como pueden, ni siquiera como víctimas, si no como supervivientes. El dolor, la injusticia, y la tristeza de los protagonistas, las intuimos nosotros como espectadores, que al acabar no podemos más que, junto a ellos, preguntarnos: y todas estas guerras, ¿por qué? y ¿para qué?

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