Después de nueve días el Festival de Sevilla 2020 concluye hoy sábado con la entrega del Giraldillo de Oro a la Mejor Película, con todas las candidatas ya presentadas y esperando a ver cuál de ellas se lleva el honor de suceder a la italiana ‘Martin Eden‘, dejando así grabado su nombre como parte de la historia triunfal de un festival, donde Francia, Reino Unido y Suecia siguen siendo los países que más veces lo han ganado. Hasta ese momento, en las salas de Nervión se siguen recuperando obras para todos aquellos que desean exprimir esta decimoséptima edición hasta el último segundo.

Apples (Grecia). Dir. Christos Nikou

Pese a las múltiples comparaciones que se puedan sacar de la ópera prima de Christos Nikou con la obra de su compatriota y maestro griego, Yorgos Lanthimos, la más interesante de todas es la que vincula sus obras desde la perspectiva del alumno que se separa a conciencia del maestro, no tanto por voluntad sino porque no puede hacerlo de otra forma para esquivar su sombra.

Apples‘, como tantas otras obras griegas contemporáneas que no se cansan de aparecer cada ciertos meses en los festivales de cine a lo largo y ancho del planeta, podría haber sido una imitación más de esa rigidez formal, frialdad emocional y crueldad humana popularizada por el que ha acabado siendo líder espiritual de toda una nueva ola cinematográfica en el país heleno. Sin embargo, y ahí es donde caben todos los elogios hacia Nikou, lo único que resta de esas estructuras comunes son la inicial radicalidad de su propuesta y las rápidamente descartadas ausencias de conflicto emocional en sus personajes.

Porque donde otras películas parecen tener personajes que están muertos por dentro, que actúan desde la más absoluta impunidad moral que les dictan unos guiones milimetrados, ‘Apples’ de Christos Nikou tiene personajes de carne y hueso, con un protagonista que no solo no está muerto, sino que está tan vivo en su pérdida de memoria como presente en esa voluntad de reconstrucción vital que le llega tras la posibilidad de “crear una nueva identidad”.

Anímicamente mucho más cercana a la ‘Her’ de Spike Jonze, a la ¡Olvídate de mí! de Charlie Kaufman y Michel Gondry, o incluso a la obra de Drake Doremus (especialmente ‘Equals’ y ‘Zoe’); ‘Apples’ esconde una fortísima humanidad y cariño hacia sus personajes en la contención de un dolor cuya manifestación nunca acaba de materializarse pero que respira y asfixia en cada encuadre.

Repleta de sencillos pero efectivos recursos visuales para transmitir esa presión y vulnerabilidad del protagonista en un entorno donde todo lo que no ha olvidado, también desearía haberlo hecho; ‘Apples’ acaba de conquistar por su compasión en la oferta constante de oportunidades hacia todos sus partícipes, dejándoles sumergirse en cotidianos instantes de paz y regularidad, siempre con sus cámaras de Polaroid en mano para ir reaprendiendo las mil y una aristas que tiene la vida, desde el ir a una sala de cine (qué mejor momento para ver este tipo de escenas que cuando más las echamos de menos), montar en bicicleta, volver a conducir por primera vez, salir de fiesta, disfrazarse en Halloween, o volver a intimar con otro ser humano.

Es realmente en la insatisfacción y el vacío que parecen dejar esas nuevas primeras veces al personaje interpretado por Aris Servetalis cuando más nos vinculamos a su viaje, dejando atrás la severidad del singular planteamiento, y permitiéndonos recordar que más allá de las excentricidades propias de una premisa que coquetea con lo experimental y lo provocativo, lo que verdaderamente permanece es el viaje contenido y cálido de un hombre en su intento de desentrañar y dominar los extraordinarios pero a veces crueles mecanismos de la memoria.

Christos Nikou, con sus pinceladas suaves, sensibles y siempre comprensivas, consigue todo aquello que el cine griego suele dejarse perdido en los márgenes de su provocación formal: que empaticemos y reflexionemos acompañando a un personaje tan quebrado en lo personal como dulce y vulnerable en sus incansables intentos de corretear sobre el delicado terreno de los recuerdos. Porque en el fondo, ‘Apples’ nos brinda la oportunidad de comprobar la equiparable importancia y presencia en nuestras vidas tanto de aquello que hemos olvidado y queremos recordar, como de algo mucho más doloroso: todo aquello que recordamos pero nos gustaría olvidar.

Lola (Bélgica). Dir. Laurent Micheli

Resulta curioso ver cómo en ‘Lola‘ se funden las bases de tantos tipos de películas distintas. Por una parte, es una road movie familiar; por otra, un drama de identidad de género; por otra más, un drama sobre la ausencia de esa figura materna fallecida; y por una última, es hasta un paseo poético por la memoria de una infancia no tan fácil como se desearía. En todas ellas, sin embargo, la cinta dirigida por Laurent Micheli decide subvertir las posibles expectativas, aportándoles una pizca de crudeza en su sensibilidad, huyendo de la tragedia emocional para asentarse en una calma general bastante imperturbable.

Con su madre recientemente fallecida y un padre que no apoya ni su identidad transgénero ni su próxima operación para cambiar de sexo, Lola se embarca en un viaje en coche junto a su padre para cumplir los últimos deseos de su madre: esparcir sus cenizas en la costa de Bélgica. Con la tensión propia de una relación familiar donde un miembro no acepta y ni siquiera comprende las decisiones del otro, el viaje apunta maneras para acabar estallando en cualquier momento.

En cambio, y pese a que esos choques estén presentes en múltiples puntos de la cinta, la verdadera destreza de la película es la de reformular el tono del conjunto, posándose en unas formas repletas de pasividad para establecer el tablero de juego. Cuando Lola hace, sin que la dirección fuerce a ello, la reacción es siempre distanciada. Es en esa incomprensión y desconexión entre padre e hija donde Laurent Micheli nos sitúa como espectadores, ansiosos porque se rompa la barrera en algún momento, pero conocedores a cada minuto que pasa de que las cosas difícilmente van a cambiar.

Misteriosamente más certera en todos aquellos instantes donde se decide a narrar sin palabras a través del potencial máximo de las imágenes como lugar discursivo, frente a aquellas  otras oportunidades donde se formulan los diálogos claves entre padre e hija, ‘Lola’ flaquea con una dirección consciente de su bipolaridad pero repleta de destellos pasajeros tanto en sus montajes musicales como en las valientes decisiones para fundir el tiempo pasado y el presente en una misma imagen, paseando por los recuerdos de una niñez rescatada en el plano actual para su definitiva aceptación por parte de la protagonista.

Llegado el tramo final, y con los matices ya más que expuestos en la hora anterior de metraje, solo queda la ruptura absoluta del dramatismo, con un clímax donde la posibilidad de lo pasional y las redenciones están fuera de toda verosimilitud, siendo la resignación educada entre dos personajes vinculados por la sangre el único golpe restante. Un pulso que, precisamente, late más fuerte por el vacío que deja, que por lo duro de su descarga. Porque como ‘Lola’ parece querer evidenciar, hay actitudes y personas que, aunque duela, no se pueden cambiar. Y eso, también forma parte de la vida.

Make up (Reino Unido). Dir. Claire Oakley

Cantaba La Oreja de Van Gogh en La Playa aquello de “Te voy a escribir la canción más bonita del mundo, voy a capturar nuestra historia en tan solo un segundo…”, y hay mucho de esas palabras agazapadas esperando a salir en la ópera prima de Claire Oakley, una suerte de thriller psicológico que aterroriza tanto como sorprende con su tacto a la hora de tumbar los cimientos desde el guion, entregando una película que acaba siendo incluso mejor de lo que promete en su sinopsis.

Make up‘ nos sitúa junto a Ruth, una chica de dieciocho años que viaja hasta un parking de caravanas junto a la costa para vivir con su novio Tom, que trabaja allí. Convencida de que su novio la engaña tras encontrar unos cabellos pelirrojos de mujer mientras limpia su habitación, la joven se obsesiona con descubrir la verdad, explorando su entorno a conciencia para llegar hasta la verdad. Por el camino, Ruth entabla amistad con Jade, una compañera de trabajo apasionada del maquillaje.

Levantada casi desde su inicio como un thriller, ‘Make up’ raciona de manera exquisita sus dosis de tensión con las de un clásico drama de relaciones, plantando las bases para un relato donde las dudas empiezan rápidamente a convertirse en puro terror, para acabar aprisionando al espectador con una presión psicológica que le obliga a plantearse qué parte de lo que está viendo es real, cuál es consecuencia de esa semi psicosis vivida por la protagonista y cuál no es más que la fragmentación derivada de esa inseguridad personal propia de una adolescente cuyo universo identitario aún está en construcción.

Probablemente la mayor virtud de ‘Make Up’ es su capacidad para asentarse sobre un tono que, lenta pero imparablemente, va haciendo mella en un espectador que no sabe qué esperar de la cinta en ningún momento, puesto que opta en todo momento por esconder sus cartas narrativas, cediéndole el liderazgo a la creación de un ambiente terrorífico en su aislamiento y a la interpretación de Molly Windsor que devuelve toda la confianza depositada en ella, amplificando ese magnetismo confuso de la obra en cada primer plano, en cada mirada perdida, en cada diálogo interno y hasta en los múltiples paseos por ese parking de caravanas frente a una costa de olas siempre embravecidas e impracticables.

En esa misma capacidad y voluntad para la exploración, resulta estimulante ver el equilibrio con que Oakley compensa y estabiliza la inspección del entorno y la observación de la propia intimidad de la protagonista, encarrilando ambas a un mismo ritmo para acabar siendo parte indivisible de un único relato que acaba teniendo mucho más de tierno despertar de identidad de lo que pueden aparentar sus formas.

Sorprende sobremanera la valentía y la destreza tanto desde la dirección como desde el guion para cerrar la historia de forma completamente disruptiva en tono y en expectativas, pero de manera absolutamente satisfactoria sin embargo en su resultado, quedando en toda una declaración de intenciones sobre cómo esquivar ciertos tropos narrativos en los que suelen caer los relatos de similar temática, despreciando sin titubear ni un segundo siquiera la tentación de huir hacia lo trágico, y optando por un desenlace mucho más redondo, sencillo, humano, apacible y orgullosamente político en la calidez de sus consecuencias.

Porque si en La Playa, La Oreja de Van Gogh prometía escribir la canción más bonita del mundo; en ‘Make Up’, Claire Oakley ha acabado escribiéndole a su protagonista el amanecer más placentero y dulce que se pueda imaginar, bañándola en las aguas de una playa británica donde las olas por fin están en calma.

Y los ganadores del Festival de Sevilla 2020 son…

El productor portugués Luis Urbano, artífice de algunos de los éxitos de Manoel de Oliveira; el distribuidor español Carlos R. Ríos, director del  D’A Film Festival Barcelona; el productor francés Frédéric Niedermayer y la española Rosa Bosch, productora y miembro del comité de cine de los BAFTA y de la Academia del Cine Europeo, conforman el jurado oficial y han sido los encargados de otorgar los premios de la sección oficial, donde diecisiete títulos han luchado este año por el Giraldillo de Oro.

Imbatible en su capacidad para desarrollar una obra que acaba siendo un verdadero mastodonte artístico, y no solo por su duración, pocas películas podían plantar cara realmente a ‘Malmkrog’ de Cristi Puiu a la hora de pelear por el Giraldillo de Oro en esta edición. Con otras grandes candidatas finalmente premiadas como ‘Ondina’ de Christian Petzold, a cuyos manos a ido a parar el premio a la Mejor Dirección y al Mejor Montaje (para su editora, Bettina Böhler), fuera de la pelea por el premio principal; y otras pequeñas outsiders como ‘Gagarine’ conformándose con el premio interpretativo masculino para su protagonista, Alsény Bathily; el camino para la igualmente ganadora a Mejor Guion estaba despejado.

Con la española ‘El año del descubrimiento‘ alzándose con el Gran Premio del Jurado, el segundo más importante de la Sección Oficial (al menos sobre el papel), y ‘Notturno’ de Gianfranco Rossi llevándose el premio a Mejor Fotografía; las grandes olvidadas del palmarés han acabado siendo propuestas como ‘Ammonite’, esa pieza de orfebrería británica capitaneada por Kate Winslet y Saoirse Ronan, la polémica y provocativa ‘DAU Natasha’, la rusa ‘Queridos Camaradas’ o ‘Quo Vadis, Aida?’ que levantó una ligera pasión entre cierto sector de la prensa.

El palmarés en otras secciones se completó con los maravillosos premios a ‘Apples’ en la sección Nuevas Olas, a ‘Petite Fille’ en Nuevas Olas No Ficción, o el siempre prestigioso Premio del Público de la Sección EFA para ‘El Profesor de Persa’, que acabó batiendo a ‘Berlín Alexanderplatz’ y a la favoritísima ‘Another Round‘ de Thomas Vinterberg. Con la vista ya puesta en una próxima edición que confiamos sea menos movida que la de 2020, el Festival de Cine Europeo de Sevilla puede decir con orgullo que ellos sí celebraron su edición anual pese a la pandemia que tantos otros festivales ha dejado por el camino. Que esto haya sido únicamente un orgullo, o quizás también un orgullo inevitablemente arriesgado, queda a gusto del consumidor. Como cada año, no queda más que repetir el mantra de: nos vemos en las salas de Nervión, ¡larga vida al mejor festival del sur de Europa!

Aquí los premiados de esta edición.

Palmarés del Festival de Sevilla 2020
  • Giraldillo de Oro: Malmkrog  (Rumanía) de Cristi Puiu.
  • Gran Premio del Jurado: El año del descubrimiento (España) de Luis López Carrasco.
  • Mejor dirección: Christian Petzold por Ondina (Alemania).
  • Mejor guion: Malmkrog (Rumanía).
  • Mejor actriz: Petra Martínez por La vida era eso (España).
  • Mejor actor: Alseni Bathily por Gagarine (Francia).
  • Mejor dirección de fotografía: Notturno (Italia).
  • Mejor montaje: Ondina (Alemania).
  • Mejor Película Sección Las Nuevas Olas: Apples (Grecia) de Christos Nikou.
  • Mejor Película Sección Las Nuevas Olas (no ficción) (ex aequo): Petite Fille (Francia) de Sébastien Lifshitz y Nueve Sevillas (España) de Gonzalo García Pelayo y Pedro G. Romero.
  • Gran Premio del Público EFA: El profesor de persa (Alemania) de Vadim Perelman.

Podéis consultar la lista completa de galardonados en la página oficial del 17 Festival de Sevilla. Hasta la décima octava edición.

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