Meritxell Colell: «He aprendido a quitarle gravedad a la intimidad»

La cineasta barcelonesa Meritxell Colell, que debutó en el largometraje de ficción con la premiada ‘Con el viento‘ (2018), acaba de estrenar en el Festival de Cine de Gijón ‘Transoceánicas‘, un personalísimo documental en forma de correspondencia fílmica que ha codirigido junto a su amiga Lucía Vassallo. La película parte del intercambio de material visual acompañado de cartas que Colell y Vassallo iniciaron en 2015 para mantener el contacto tendiendo un puente visual y emocional entre Barcelona y Buenos Aires.
Con experiencia en montaje, producción, dirección y guion, Meritxell Colell ejerce también como profesora asociada en la Universitat Pompeu Fabra y colabora en el proyecto ‘Cine en curso’, que impulsa la creación de cortometrajes realizados por jóvenes de entre 11 y 18 años. En la siguiente entrevista nos habla de su nuevo filme, que se ha presentado en el Festival de Nara y en el Chicago Film Festival, antes de su première española en Filmin de la mano del FICX.
• ¿Cómo te encuentras con Lucía y de dónde surge la idea de este intercambio de correspondencias visuales que acaba siendo la génesis de ‘Transoceánicas’?
Colaboré con Lucía en el montaje de dos mediometrajes en Barcelona. Una vez que Lucía estaba de vuelta en Argentina, me invitó a Buenos Aires para montar su primer largometraje documental ‘La cárcel del fin del mundo’. Tras esa experiencia, constatando la dificultad de que el cine volviera a unirnos, y dada la distancia entre las ciudades en las que vivíamos, nos decidimos a empezar este juego de presentes.
• Este juego que mencionas surge como una manera de manteneros en contacto, pero entiendo que hay un momento clave en el que el material que habéis ido intercambiando se convierte en algo con potencial para construir una película y mostrarlo al público. ¿Cuál fue el desencadenante de convertir un diálogo privado en material de un proyecto fílmico?
Nosotras nos enviábamos cartas escritas, y a esas cartas escritas las acompañaban unas imágenes. Al montar la película siempre quisimos ser muy fieles a la cronología de las cartas, dejando claro que las personas que somos al inicio son muy distintas a lo que nos hemos convertido a lo largo de los años por lo que hemos ido viviendo y experimentando a nivel creativo y personal. El momento clave se produce en marzo de 2019, cuando decidimos enviar el material que tenemos editado y nos seleccionan en el Work in Progress del Festival de Málaga, aunque allí aún lo mostramos más como un deseo de compartir cine y vida que como la película que iba a acabar tomando forma. En ese momento Lucía y yo decidimos que queremos compartir ese material con el público y continuamos trabajando en el proyecto intentando mantener la honestidad de la propuesta, tratando de trabajar en ella sin ser conscientes de estar haciendo una película.
«Nos parecía muy bello mezclar el lenguaje epistolar y el lenguaje cinematográfico.» Meritxell Colell.
• A lo largo del proceso y en especial cuando empezáis a ver que el material puede compartirse, ¿os surge en algún momento la tentación de autoficcionar el relato o siempre tenéis claro que queréis mantenerlo en vuestra realidad concreta?
La verdad es que nunca nos lo planteamos, sobre todo porque no sentíamos la necesidad, ni la una ni la otra. Lo que sí va surgiendo a lo largo del proceso es el juego formal. En un momento dado del intercambio, y de manera casi espontánea, sí que nos surge la idea de ir un paso más allá estéticamente. Un claro ejemplo son las cartas que hablan de los sueños. Intentamos que al planteárnosla como película fuese lo más heterogénea posible en lo visual y dejamos volar un poco la imaginación.

• Esa heterogeneidad también se intuye como un reto a la hora de montar el material. ¿Con qué criterio enfrentaste el proceso de montaje?
Siempre digo que he aprendido un montón en el proceso de ‘Transoceánicas’. El material que me enviaba Lucía venía sin editar, así que a la hora de montarlo tenía que intentar ponerme en su piel, que era un reto a pesar de que el hecho de conocerla bien me facilitaba las cosas. En un momento dado muestro en pantalla el escritorio de mi ordenador con el material clasificado y explico la necesidad de ser honestas y procurar que las imágenes fueran cronológicas. Ese orden a su vez dejaba espacio para que se colara lo arbitrario: preferimos que se crearan las conexiones de forma espontánea, sin buscar tanto unas relaciones tejidas entre lo que vemos en pantalla.
• En la película hay confesiones muy personales, se trata de un diario en el que os abrís emocionalmente y compartís muchas cuestiones de vuestra vida privada. Cuando el proyecto adquiere ya forma de película, ¿os surgen dudas sobre hasta qué límite queréis compartir vuestra intimidad con el espectador?
Tuvimos una crisis importante con respecto a este tema. Yo misma tenía muchos problemas de exposición emocional, me incomodaba incluso compartir mi voz. Sin embargo, la necesidad de la narración se ponía por encima de nuestros límites. Lucía, que era más generosa al mostrar su privacidad, me apretaba a menudo para exponer algo más sobre mi vida. Hay un par de temas que cruzaban líneas rojas y que dejamos fuera de la película, sin embargo, Lucía decidió exponer las dificultades en su proceso de embarazo como forma de romper un tabú a nivel público y hablar abiertamente de un tema como el aborto. De nuevo para mí se trató de un ejercicio de aprendizaje. He aprendido a quitarle la gravedad a la intimidad.
«El cine te descubre lo potente que es comunicarte profundamente con alguien.» Meritxell Colell.
• Volviendo a la dualidad de ‘Transoceánicas’ como diálogo entre amigas y película, ¿hasta qué punto trabajar en un proyecto de estas características y el intercambio a través de imágenes ha ampliado vuestra amistad o permitido extender el conocimiento mutuo entre tú y Lucía?
Siempre decimos que la amistad ha sido un motor para hacer cine juntas. Y el cine es un medio para hacer crecer esa amistad y para reencontrarnos, para reconocernos desde un lugar distinto al que estábamos. Nos parecía además muy bello mezclar el lenguaje epistolar y el lenguaje cinematográfico, el de la imagen y el sonido. Esa verticalidad única del cine como arte en el que conviven distintas capas, como en la vida, y en el que la temporalidad no es estrictamente lineal.
• Por último, ¿cómo decidís dónde detener el proyecto? Y por otra parte, ¿se extiende ese intercambio de material con Lucía más allá de ‘Transoceánicas’?
El proceso de ovodonación en el que entraba Lucía cerraba de alguna forma un ciclo para ella. Y para mí también era muy especial el concretar el deseo de filmar a mi abuela. Evitamos intelectualizar esto en exceso, sin querer subrayar el concepto de coincidencia de las transferencias intergeneracionales, pero surgió así y nos parecía un broche oportuno. En cuanto a la continuidad de mi diálogo con Lucía, este es efectivamente un cuaderno que se sigue escribiendo más allá de la película. Ese deseo de comunicación continúa en el presente. Seguimos enviándonos cartas y notas de voz. El cine te descubre lo potente que es comunicarte profundamente con alguien. Dejar de tener eso sería una pérdida demasiado grande.