Nacido en Viena en 1890 y muerto en Beverly Hills en 1976, Fritz Lang es un caso excepcional en la historia del cine, un creador dotado de una asombrosa capacidad de adaptación. En 40 años dirigió cerca de 40 películas, pasando del mudo al sonoro, del blanco y negro al color, rodando en tres lenguas (alemán, francés e inglés) y otros tantos países, atravesando todos los géneros, de la ciencia ficción al western, del más oscuro cine negro al relato de aventuras.

El cineasta estrella de la UFA, autor de obras maestras como ‘Metropolis‘ (1927), ‘M, el vampiro de Düsseldorf’ (1931), ‘El testamento del Dr. Mabuse’ (1933), ‘Furia’ (1936), ‘Peversidad’ (1945) o ‘Mientras Nueva York duerme’ (1956), no dejó de desanimar a los biógrafos convirtiendo su vida en una novela. Aun repitiendo que su existencia no tenía nada que ver con sus películas, hay un acontecimiento personal que parece extraído de una de sus mejores tramas cinematográficas.

En 1920, el director y productor austríaco Joe May, considerado uno de los pioneros del cine alemán, presenta a Fritz Lang a Thea von Harbou, una rubia de ojos azules, de 32 años, hija de un oficial prusiano, criada entre religiosas y preceptores. Habla varias lenguas y acaba de publicar su  primera novela de aventuras. En aquella época, muchas jóvenes de la alta sociedad se divertían firmando folletines populares. Evitando el veto familiar se convierte en actriz. Poco después de su matrimonio con el actor Rudolf Klein-Rogge, la vemos convertida en novelista a tiempo completo: sus relatos son ricos en peripecias y exotismo -lo que no disgustará a Fritz Lang- y la guerra los ha vuelto cada vez más patrióticos.

Fritz Lang y Thea von Harbou
Fritz Lang en compañía de Thea von Harbou, que se convertirá en su compañera sentimental y en la guionista de todas sus películas mudas.

Elisabeth Rosenthal: ¿Suicidio, accidente o homicidio?

Fritz Lang y Thea von Harbou escriben juntos dos películas para Joe May, entre ellas ‘La tumba india’ (basada en un relato de ella), que el socio insiste en realizar él mismo, para lamento de Lang. A continuación, Fritz y Thea se enamoran: ella se muda al 32 de Hohenzollerndamm de Berlín, en el mismo edificio en el que Fritz Lang vive con Elisabeth Rosenthal, la actriz con la que se había casado discretamente en 1919.

Durante el otoño de 192o, la señora Lang sorprende a los amantes en pleno abrazo, vuelve a su apartamento… y se suicida. Se mata en el cuarto de baño, de una bala en pleno pecho, con la pistola que su marido guardaba desde sus tiempos de oficial en la Primera Guerra Mundial. En todo caso, es la versión oficial, acreditada por los informes policiales. Sin embargo, persiste una duda, que se convertirá en rumor, amparada por los interrogatorios que sufren Fritz Lang y Thea von Harbou antes de que el caso se dé por cerrado, y por la actitud cada vez más fría de algunos colaboradores del cineasta después de este drama familiar, especialmente el director de fotografía Karl Freund. Entre las sombras de este triste suceso afloran el adulterio y la infidelidad que Lang (no era un secreto para la comunidad cinematográfica) tenía con la escritora y guionista.

¿De qué es culpable Fritz Lang? ¿De tardar en avisar a urgencias, con la complicidad de su amante? ¿O, lisa y llanamente, de asesinar a su mujer? La prensa sensacionalista de la época publicó que Elisabeth, al llegar a casa y descubrir a la pareja haciendo el amor en el sofá del salón, discutió acaloradamente con su marido, y en el forcejeo con una pistola, esta se disparara y la pareja de amantes se las arregla para que parezca que se ha suicidado en la bañera. Incluso hay rumores que apuntan a que la pareja, conocedora de que Elisabeth se iba a suicidar, siguiera con sus devaneos amorosos, no impidiendo su muerte ni auxiliándola inmediatamente.

Fritz Lang en el rodaje de 'La mujer en la luna' (1929)
Fritz Lang en el rodaje de ‘La mujer en la luna’ (1929), la aventura espacial cuyo guion escribió junto con su segunda esposa, Thea von Harbou.

Nunca sabremos con certeza si estas sospechas son fundadas, pero el drama marcó al cineasta hasta el punto que mantuvo su primer matrimonio en secreto durante el resto de su vida, y algunos críticos vieron en el episodio el origen de uno de sus temas recurrentes: todo hombre es un asesino en potencia, corroído por la culpabilidad. Con o sin remordimientos, Fritz Lang se casa con Thea von Harbou en agosto de 1922, cuando el cineasta adopta la nacionalidad alemana, un matrimonio turbulento con mutuas infidelidades.

No hay un final hollywoodiense en esta historia, ni un conjunto de indicios que apunten a una resolución. Solo hay una mujer muerta con una herida de bala en el pecho que se desangra en una bañera y un montón de preguntas sin respuesta. Ese es el final de la historia. Sea cual sea la naturaleza del asunto, queda silenciado por los buenos oficios de la UFA, ya que el todopoderoso Erich Pommer, productor alemán y amigo de Lang le protege moviendo los hilos para que el asunto desapareciera de los archivos policiales y no hubiera ninguna investigación. Porque tras ‘La muerte cansada‘ (1921), Fritz Lang se convierte en el director estrella de los famosos estudios alemanes. Hasta ‘La mujer en la luna’ (1929), el proceso creativo es idéntico: escritura del guion junto a Thea von Harbou. Lang casi nunca escribirá solo.

Fritz Lang, el maestro de la muerte

Decía el cineasta francés Benoît Jacquot que el tema del maestro es la muerte, el maestro de todos los maestros, y provocarla de todos los modos posibles, afrontarla o engañarla, es su gesto. El maestro cede las mujeres, como rehenes, a la muerte, ajusticiadas, sacrificadas. «Se habrá advertido que los personajes de Lang rara vez son femeninos; también podríamos señalar que sin mujeres aquí y allá esos filmes permanecerían inmóviles, ellas lo ponen en marcha (por así decir), asesinadas la mayor parte de las veces (mueren para que todo prosiga)», afirma.

Podemos compilar la tenebrosa lista de esas mujeres entregadas a la muerte o al tormento, desde las primeras a las ultimas películas, de ‘Mabuse’ en 1922 a ‘Mabuse’ en 1960. Y no podemos olvidar aquel episodio en la existencia de Fritz Lang, aquella muerte violenta y oscura de su primera esposa, oficialmente un suicidio, probablemente asesinada por Lang con la complicidad de la que se convertiría en su segunda esposa, Thea von Harbou, y de la que, sin embargo, huirá al escapar del nazismo cuando se divorcia en abril de 1933, mientras ella se convierte en una ferviente nazi.

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