
La 11ª edición de My French Film Festival, que puede verse en Filmin, deja joyas francófonas verdaderamente increíbles, de una gran profundidad y volumen. Por eso, hemos seleccionado cuatro de estas películas que nadie debería perderse de cinematografías como la francesa, canadiense, suiza y belga. Son la muestra de que el cine no es solo un arte, es un medio de expresión, una fuente de sensibilización y, sobre todo, una vía para mostrarle al mundo la variable cantidad de pensamientos y realidades que existen en el mundo.
Kuessipan (Canadá). Dir. Myriam Verreault
Una de las maravillas programadas en My French Film Festival. Es lo primero que me viene a la mente para definir esta película. ‘Kuessipan’ no es solo una película de amistad, es una película de la vida. Para Mikuan, su realidad Innu parecía grandiosa y suficiente cuando era más pequeña, era lo único que conocía, la vida de sus antepasados. Pero cuando crece, conoce otra realidad y ve que lo que ella creía enorme es una pequeña parte de la vida. Y su ambición cobra protagonismo y choca contra su amiga del alma. Shaniss es el otro lado de la balanza. Tan diferente a Mikuan que es esta contraposición una gran parte de la magia de la película.
Es increíble cómo, a lo largo del filme, uno se cuestiona su vida, lo que quiere y lo que debe. Muchos puntos de vista conviven para representar la vida Innu, que se puede llegar a extrapolar a la de cualquier persona: qué se espera y qué se quiere de verdad, un eterno conflicto.
El racismo de unos y otros, el orgullo y la tolerancia, la adaptación y la tradición, todo ello convive y forma una película redonda, profunda y que lleva a la reflexión a la vez que a la emoción gracias a unos grandes personajes y al mensaje del que se encarga cada uno.
Madame (Suiza). Dir. Stéphane Riethauser
En forma de documental y con su propia voz en off, Stéphane Riethauser hace una muy interesante reflexión del género y todo lo que ello conlleva. Toca tantos temas tan bien conectados que sorprende que haya conseguido que uno no se pierda en su discurso.
A raíz de la historia y vida de su abuela y de sus propias experiencias, hace un viaje –mediante material propio y grabaciones personales– por la evolución de los pensamientos de ellos dos a través de los años con temas como la homosexualidad o el género. Los dos hablan abiertamente de estas cuestiones, mostrando con claridad abrumadora como la sociedad construye nuestro pensamiento y no es hasta que cuestionamos si lo que se dictamina como única verdad es ciertamente eso, no conjugamos unas ideas propias.
Para ello, Riethauser se abre en canal, sin dejar nada en el tintero, ni siquiera lo que lo puede dejar en mal lugar o lo que avergonzaría a cualquier persona. Pero se ha propuesto hacer algo que muy pocos se atreverían: mostrarle al mundo, con imágenes reales, su vida como alguien que, desde pequeño, no encajó con los estándares sociales y se sintió incorrecto en este mundo.
Just Kids (Francia). Dir. Christophe Blanc
Algunas de las situaciones más absurdas o excepcionales, llamémosle como queramos, como el viaje a España y los jamones, acaban de redondear un tono de película que baila entre géneros. Desde el principio sabemos que no nos encontramos ante una película dramática al uso. La sinopsis presenta a dos hermanos, un joven y un niño, haciéndonos pensar que nos hallamos ante una película que va a reflexionar de la manera más íntima y pausada sobre la familia y la muerte. Pero estos hermanos no son comunes ni han tenido una vida común, con la muerte de su madre y con un padre con muchos secretos y despegado.
Es curioso como parece, en muchas ocasiones, que lo que ha sucedido no haya alterado significativamente su realidad. Desde hacía muchos años, los hermanos habían tenido que cuidarse mutuamente y, aunque al principio es un caos estar solos, luego encuentran un equilibrio: seguir como hasta ahora, con sus principios, su estilo de vida, pero con la conciencia de que están solos, lo que en alguna ocasión puntual los destroza.
Lo más interesante de ‘Just Kids’ es como no se limita a dibujar un simple retrato común y llano de unos niños huérfanos. Va mucho más allá, quizás siendo más realista o quizás lo contrario, siendo demasiado creativo. Pero ahí hay algo, un distintivo que la hace diferente.
Mujeres de la vida (Bélgica). Dir. Fréderic Fonteyne y Anne Paulicevich
La presencia belga en My French Film Festival empieza con una imagen digna de un gran thriller. Pero, lejos de eso, la historia no sigue por tal camino. Nos hallamos ante un retrato social, una película costumbrista protagonizada por tres mujeres que deben lidiar con unos problemas que arrastran su vida a un pozo sin fondo.
Axelle tiene tres hijos y un marido inestable y violento, enloquecido por un amor tóxico que ella no comparte; Conso, enamorada de un tipo que le prometía el cielo hasta que ella descubre que está casado y tiene un hijo, y Do, quien tiene una relación muy complicada con su hija adolescente.
Sus historias están conectadas entre sí al compartir una amistad que nació en la casa-burdel donde trabajan y las ha llevado a convertirse en una familia. Axelle, Conso y Do trabajan como prostitutas pero la película no se centra solo en eso porque ellas no solo son prostitutas, son mujeres, son personas con mil problemas a la espalda. Esa es la cuestión que hace de ‘Mujeres de la vida’ tan diferente y atractiva: no va de prostitutas, no se deja engañar por una historia básica y un retrato estereotipado. Y eso es con lo que nos tenemos que quedar de la película. Quizás ese final negro, que recupera el thriller de la primera escena, es demasiado rocambolesco, pero el filme consigue no romper con el tono a pesar de este tercer acto.