
La nueva película de Kike Maíllo, que ha estrenado Filmin después de su paso por Sitges, es un thriller psicológico que ha causado un cierto revuelo por sus críticas. El público la estaba esperando y, ahora que la tiene, parece ser que ha provocado más decepciones que alegrías. ‘Cosmética del enemigo’ está basada en una novela de Amélie Nothomb y que Maíllo ha decidido seguir esa estela narrativa en su adaptación a la pantalla.
Jeremiasz es un arquitecto que, en un taxi camino al aeropuerto Charles de Gaulle para coger su vuelo de vuelta a casa, conoce a Texel. La joven holandesa se sube a su coche con la urgencia de no encontrar ningún taxi que la lleve al aeropuerto. Qué casualidad que, además de ir al mismo sitio, los dos se vuelven a reencontrar allí al haber perdido su vuelo. Texel, habladora compulsiva, le explica la historia de su vida a Jeremiasz, quien, al principio, no quiere escucharla pero que, más tarde, queda atrapado en su relato.
Texel es alguien oscuro, la locura que tenemos todos en el interior llevada al extremo, el diablo que habita en cada uno de nosotros. En cambio, Jeremiasz es nuestro lado «correcto», la contraposición a la tenebrosidad fría del lado «incorrecto» que es Texel. Dos personas distintas que tienen muchas más semejanzas de las que parece. El bueno y el malo, el juez y el juzgado, ¿cuál es cuál en realidad? Y nosotros, ¿cuál somos?
¿Podemos hablar de adaptación?
La narración va a caballo entre el presente y el pasado según la voluntad de Texel. Eso, en un principio, hace perfectamente su función porque, como a Jeremiasz, al espectador le nace una curiosidad apremiante en cuanto a lo que Texel explica. Pero, al final, acaba siendo excesivo. Si lo que se quiere conseguir con la interrupción constante de la narración es crear expectativas, un rumor que se aloje en la cabeza y te haga pensar: “constrúyeme esa historia, la quiero escuchar ya”, realmente no se acaba de conseguir. ¿Por qué? Simple: se hace pesado. Y eso es curioso porque el relato de Texel le promete al espectador “algo asqueroso”, “algo terrorífico” y una “historia de amor”, además de hablar de monstruos interiores. Grandes promesas que despiertan un interés que se acaba desvaneciendo por la pesadez de su narración interrumpida.

Además, ‘Cosmética del enémigo’ se asemeja más a un libro que a lo que realmente es. Se convierte en una película excesivamente explicativa, en la que el espectador es un mero observador al que la información se le da picadita y en cuchara. Habría sido una película mucho más interesante si se hubiese dado un papel más activo al espectador, si la información se hubiese sesgado más, hubiese habido más sutilidades, más misterio y más prolongado, dándole la oportunidad de ir adivinando lo que realmente está pasando. Porque, en realidad, lo que sucede en la película puede intuirse demasiado temprano.
Promesas
La película tiene grandes ingredientes, acierta en estética y la historia es entretenida, el tono oscuro del fondo de la trama es atractivo, retazos de los relatos de Texel son geniales y el concepto de “nuestro lado oscuro” es siempre muy interesante de tratar. Pero su gran fallo es no acabar de meter al espectador dentro de la película. Promesas que no se culminan… No hay nada peor que no calar, que no provocar. Y eso es lo que le pasa a ‘Cosmética del enemigo’, que no acaba, que te deja frío y que, a pesar de la cantidad de contenido que tiene la historia, te quedas vacío.
¿Será por la frialdad de la fotografía? ¿Por lo correcto que resulta todo, como si fuera una persecución de la perfección que, a su vez, se supone que busca su protagonista también? ¿Será por la música? ¿Por la locura tan absurda de algunos momentos que buscan un juego psicológico de misterio pero que se convierte en un pensamiento tipo “¿¡qué es esto!?”, quizás? ¿O porque, al hacer la inevitable comparación con otras películas del género, esta película sale perdiendo? Es curioso como ‘Cosmética del enemigo’ podría haber sido sorprendente, un juego mental apasionante y acaba siendo simplemente una película más… sin más.