Ramin Bahrani adapta la novela de Aravind Adiga del mismo título ‘El tigre blanco’ y nos presenta una película que, siguiendo la estela en varios aspectos de la oscarizada ‘Parásitos’, muestra la abismal desigualdad económica y social de la India. Lo hace con un tono híbrido de comedia, drama, crítica, retrato social, con toques de thriller y grandes cambios de ritmo, creando una historia impactante que no decae en ningún momento (aunque se pase de duración).

El tigre blanco es Balram (Adarsh Gourav), cuya historia escucharemos de su propia boca. Desde que nació, estuvo condenado a su casta, la inferior, la pobre, la humillada, la que sirve. Él es un criado, o al menos, así lo elige él. Tampoco tiene mucho donde elegir, mejor eso que servir en la tetería de su pequeña aldea. Con entusiasmo, abandona su pueblo para servir a la familia más rica del lugar y una de las más importantes de la India. Aprende a conducir para ser su chófer y, tras literalmente arrastrarse ante ellos, lo consigue. Humillación tras humillación, toca la riqueza que no puede tener, la tiene allí mismo pero no es suya. Es del amo. Y él es el criado. No puede olvidarlo, todos se ocupan de que no lo haga.

Pero Belram era el niño más espabilado de su aldea, el tigre blanco, un animal salvaje que aparece en los bosques de la India cada mucho tiempo, una especie única. Luego, se convierte en un joven “a medio cocer”, o así es como lo define su amo: una promesa de algo que falta pulir. Mientras trabaja para Ashok y su familia, entre vejaciones y desprecios, él se dedica a observar, a escuchar y, sin vergüenza y con instinto de supervivencia, construye su historia. Sale de esa oscuridad, del gallinero al que estaba condenado por nacer en la familia en la que lo hizo. Su dulce amo, aquel que le abofetea y se emborracha con él, el que lo abandona en la carretera y luego le da dinero para su billete a casa, el que parece piadoso y solo es una sombra mal hecha de ello, le enseña lo que es la vida. Con él, aprende qué quiere y cómo debe conseguirlo: siguiendo su estela. Si no, va estar mordiendo el polvo hasta su muerte.

La gran provocación

‘Tigre blanco’ es provocadora en sí. ¡Qué cantidad de emociones despierta! Te sientes avergonzado, furioso, ajeno a la pena del personaje por ser tan lejano pero cercano al conocer sus pensamientos y sentimientos. Esa voz en off (recurso que crea tantos amores y desamores) es aquí clave, el recurso ideal para entenderlo todo. Estar en su mente te hace comprender algo que, quizás, no podríamos si no viéramos el mundo como él lo ve. A Belram le han enseñado a ser un criado, ni siquiera sabe lo que es aceptar que le vean como a un inferior porque, para él, es la normalidad más pura y más correcta.

Tigre blanco, escrita y dirigida por Ramin Bahrani
Escena de «Tigre blanco», escrita y dirigida por Ramin Bahrani. Fuente: Netflix

Al ver mundo y al sufrir lo que en la India significa ser el criado de un amo rico, es cuando toma conciencia de lo que está pasando. Y no quiere que le pase a él. Y, más tarde, a los que son como él fue. Y eso es lo mejor de la película. Sus últimos veinte minutos de lección son contundentes con su mensaje. Y sí, perdonamos que haya matado por ello. Aceptamos que haya robado. Estamos felices del negocio que construye porque ese negocio y cómo lo crea es la guinda de una historia que se merecía ese final tan significativo.

Cuestión de castas

La realidad de la India nos es tan ajena que somos incapaces de comprender que convive con nuestro presente. La película nos retrata un país lleno de tradiciones, religión y principios totalmente diferentes (a simple vista e intrínsecamente tan semejantes) como un gran choque de clases tan evidente y extremo que se hace inconcebible. Una sociedad en la que el 99,9% de su población es esa casta inferior de la que habla el protagonista.

‘Tigre Blanco’ es una muestra de una realidad lejana, una historia típica de ambición pero con un marco que no estamos acostumbrados a ver. Otra perspectiva del mismo cuento de venganza, de poder y de codicia. Sigue las claves del género, es una fórmula que ya hemos visto, un relato que ya conocemos de memoria y, sin embargo, es una película tan peculiar que atrapa.

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