Estrenada en otoño de 1992, la película de Bernard Rose, ‘Candyman‘, marcó un antes y un después en la historia del género de terror. Por primera vez, una película de terror estadounidense contaba con un hombre negro como personaje titular y principal antagonista. Se convirtió en un «monstruo» cinematográfico totalmente diferente a lo que había existido hasta el momento en la cultura popular occidental. Jordan Peele tenía 13 años por aquel entonces. «De pequeño, me encantaba el cine de terror, pero no tenía a un Freddy Krueger negro, ni a un Jason Voorhees negro», afirma. «Por eso, cuando se estrenó ‘Candyman’, fue muy rompedor y catártico. Y era aterrador. Aunque ya existían algunos ejemplos de gente negra en películas de terror, este personaje en concreto me parecía especialmente fascinante».

Basada en el relato Lo prohibido, de Clive Barker, la película de 1992 sigue las andanzas de una estudiante universitaria blanca, Helen Lyle (Virginia Madsen), que está investigando para su tesis sobre leyendas urbanas. Está especialmente interesada en un mito que ha perdurado en las infames viviendas sociales de Chicago, las torres Cabrini-Green.

Por esa zona, la gente está convencida de que, si dices el nombre de Candyman cinco veces delante de un espejo, aparecerá armado con un garfio por mano y acabará contigo. Mientras lleva a cabo su investigación, se suceden muertes espantosas a su paso y descubre la historia que dio origen a la leyenda: que un artista negro del siglo XIX, Daniel Robitaille (Tony Todd), se enamoró de una joven blanca a la que estaba pintando. Por ese delito, una muchedumbre enfurecida de blancos le linchó. Le cortaron la mano, lo embadurnaron de miel y le soltaron encima un enjambre de abejas antes de quemarlo vivo. Sus cenizas se esparcieron por lo que fue luego el solar donde se construyeron las viviendas sociales de Cabrini-Green. Desde entonces, su espectro ha aterrorizado a los residentes.

Candyman, dirigida por Nia DaCosta
Escena de «Candyman», dirigida por Nia DaCosta.

En la época en la que la película estaba convirtiéndose en un éxito de culto, Jordan Peele y su buen amigo (y ahora socio productor) Ian Cooper crecían en el Upper West Side de Manhattan. A lo largo de los años, volverían a visitar la historia una y otra vez.

«Para cuando estaba en segundo curso del instituto, Jordan ya había amasado una considerable colección de cintas de vídeo (ordenadas alfabéticamente y organizadas por género) que consumía todo el espacio de estanterías de su dormitorio», asegura Ian Cooper. «Ahorrábamos para comprar entre los dos todas las películas que pudiéramos permitirnos. Personalmente, casi todas las películas con influencia en mi formación las he visto, a menudo por primera vez, sentado en la cama de Jordan».

Candyman‘ era una de las que más veían. «Nos entusiasmaba esa película», asegura Cooper. «Con su interpretación de Candyman, Tony Todd nos hacía disfrutar de un villano imponente, fascinante, complejo, romántico, dinámico y aterrador, y todo maravillosamente encarnado por un actor de color. Recitábamos frases enteras de memoria, nos obsesionábamos con personajes menores y, en general, escrutábamos cada detalle. Esa clase de análisis minucioso y textual se convirtió en los cimientos de nuestra amistad y, a día de hoy, sigue constituyendo ese terreno común sobre el que jugamos y creamos cada día que trabajamos juntos».

Pero, pese a todas sus admirables cualidades, la película de 1992 también fue problemática, incluso en su tiempo. Entre sus defectos destacaba la pregunta sin respuesta de por qué un hombre negro que había muerto de un modo tan violento a manos de blancos ahora se dedicaba a aterrorizar a una comunidad negra, y por qué una mujer blanca ocupaba el centro de esta historia. «La película original exploraba la leyenda de Candyman a través de la perspectiva de Helen», asegura Peele. «Pero a mí esa película me parecía negra. Una película para mí. Por eso, tenía ganas de hacer una película que enfocase esa historia fantasmagórica desde una perspectiva negra».

Candyman, dirigida por Nia DaCosta
Escena de «Candyman», dirigida por Nia DaCosta.

Candyman, versión de 2021

«Candyman es, en esencia, una alegoría del racismo en Estados Unidos«, sentencia Jordan Peele. «Con esta película, Nia ha explorado el factor raza a muchos niveles, desde lo incómodo a lo sencillamente devastador. Cuando los espectadores van a ver una película de terror, aceptan una especie de contrato que dice: “He venido aquí a asustarme. He venido a que me traumaticen y me desafíen». Lo importante y especial sobre el género es que te permite explorar los horrores de la vida real en el mundo. Y con ‘Candyman’ Nia ha representado el terror primigenio a la violencia racial en Estados Unidos».

En la película de 1992, Candyman secuestra a un bebé del apartamento de Cabrini-Green de su madre, Anne-Marie McCoy (Vanessa Estelle Williams). En esta nueva película, ambientada 30 años después, Anthony McCoy (Yahya Abdul-Matten II) es el personaje central, que ha crecido sin recordar ese incidente de su infancia. Inconsciente de su propia historia, se muda al ya gentrificado barrio en el que, en su día, se erigían las viviendas sociales de Cabrini-Green. Cuando conoce a William Burke (Colman Domingo), un veterano sabelotodo que le cuenta a Anthony la leyenda de Candyman, Anthony sigue sin ser consciente de la conexión biográfica que guarda con él.

A medida que los cineastas desarrollaron la historia, tomaron una decisión clave sobre quién era Candyman. Ya no es simplemente la encarnación sobrenatural de Daniel Robitaille; es algo mucho más doloroso, poderoso y peligroso. «Ya no es solo un hombre de color que ha sido objeto de una violencia injusta», explica Ian Cooper. «Ha habido un ciclo infinito de actos de violencia horripilantes contra los negros en ese barrio y en todo el país». Candyman, en esta película, es la personificación del dolor, la rabia y la ira de incontables negros que han muerto a causa de la violencia blanca. O, como William Burke expresa en la película, Candyman no es un individuo; Candyman es todo un enjambre.

«Candyman es una figura eterna», Jordan Peele

Candyman, dirigida por Nia DaCosta
Colman Domingo en una escena de «Candyman», dirigida por Nia DaCosta.

Esa decisión creativa conecta a Candyman no solo con la historia del pasado de un hombre, sino con millones de historias, pasadas y presentes. «No puede reducirse a un individuo. Es un concepto y una historia. Es el hombre del saco, y eso significa que traspasa los límites del tiempo. Queríamos coger lo que se hizo en la película original y aplicar una sensación de urgencia aún mayor; queríamos que se notara que este monstruo llevaba metido bajo la alfombra demasiado tiempo».

La nueva película no es que lo haga asomar, es que arranca la alfombra del suelo. «Candyman trata de las muertes de negros a manos de blancos«, dice DaCosta. «Cuando oímos la palabra “linchamiento”, puede que nos suene a otra época del pasado. Lo que esta película transmite es que no es algo del pasado. Está pasando ahora».

Sin embargo, curiosamente, la violencia cometida contra victimas negras en la película no se visualiza con escenas de acción real, sino que se expresa con tenebrosas sombras. «Quería ser cuidadosa sin dejar de ser explícita con el modo en que mostrábamos violencia contra negros en la película», dice DaCosta. «En la primera película, se veían muertes a diestro y siniestro. En esta película no hacemos eso. Las sombras, una forma ancestral de contar historias, acabaron siendo un recurso muy útil para hacerlo, porque conectaba con la larga historia de la mitología de Candyman».

Fuente: Universal Pictures

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