Se cumplen 25 años del estreno de ‘Hamam, el baño turco‘, un drama romántico por el que debutó en la dirección el cineasta nacido en Estambul, Ferzan Ozpetek. La película, que causó una excelente impresión en la Quincena de Realizadores del Festival Cannes de 1997, ha envejecido como los buenos vinos convirtiéndose en un título de referencia del cine de temática LGTBI.

En ‘Hamam, el baño turco‘, el matrimonio formado por Francesco y Marta no pasa por buenos momentos. Ella mantiene un romance con Paolo, que trabaja con ambos en su taller romano de artes aplicadas. Una carta de la embajada turca en la capital italiana le avisa a Francesco que debe viajar a Estambul para hacerse cargo de una propiedad que ha heredado de su tía Anita, residente durante muchos años en la ciudad turca. Inesperadamente, Francesco descubre en su estancia en Estambul un mundo fascinante y misterioso. Decide quedarse y restaurar lo que heredó, el hamam, un baño turco. Después de un tiempo sin noticias, Marta va en busca de Francesco para arreglar su situación legal. Pero el hombre que era su marido no tiene nada que ver con este nuevo, interesante y ambiguo propietario de un baño turco.

Ozpetek tuvo la suerte de haber crecido con dos culturas, la turca y la italiana, algo que se refleja en el filme. El encuentro con una persona o cultura diferente, desde nuestra propia experiencia nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos. Uno de los puntos claves de ‘Hamam, el baño turco’ es esa diferencia, no plantearlo como un riesgo sino como una posibilidad de enriquecimiento, es indispensable para la formación del hombre. Justo como lo que les sucede a los protagonistas de la película.

Hamam, el baño turco (1997), dirigida por Ferzan Ozpetek
Escena de «Hamam, el baño turco» (1997), dirigida por Ferzan Ozpetek

Desde la seguridad de una vida rutinaria en Roma, Francesco (Alessandro Gassman), hijo del gran Vittorio, es el personaje principal de ‘Hamam, el baño turco’. Él ve como una molestia poco digerible el tener que viajar a Estambul, una ciudad con una cultura diferente y, piensa, más insegura.

Sin embargo, en Estambul, Francesco descubre un mundo que es, efectivamente, de una cultura diferente, pero para su sorpresa, encuentra fascinante las diferencias sociales y sexuales, que contribuyen de la manera más completa a su enriquecimiento y forma de enfrentarse a la vida. Lentamente comienza a darse cuenta de que las personas y los lugares con los que ha entrado en contacto permanecen como testigos de un mundo que está condenado a desaparecer.

Una película dotada de una sensibilidad única que cuenta con una sugerente fotografía y banda sonora, y de fondo el hechizo de una ciudad maravillosa como Estambul, la cara auténtica que pocas veces vemos reflejada en el cine.

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