Siete años nos ha hecho esperar Alejandro González Iñárritu para estrenar nueva película. Desde el éxito de ‘El renacido‘, por el que ganó el Oscar, el cineasta mexicano había realizado solo dos cortometrajes. ‘Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades‘ se erige como una comedia nostálgica por la que compite por el León de Oro en la Mostra de Venecia.

‘Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades’ es una experiencia épica, visualmente impactante y envolvente, ambientada en el viaje íntimo y conmovedor de Silverio, un reputado periodista y documentalista mexicano afincado en Los Ángeles que, tras ser nombrado ganador de un prestigioso premio internacional, se ve obligado a regresar a su país natal, sin saber que este sencillo viaje le llevará a un límite existencial. La locura de sus recuerdos y sus miedos han decidido atravesar el presente, llenando su vida cotidiana de una sensación de desconcierto y asombro.

Con emoción y abundantes risas, Silverio se enfrenta a cuestiones universales y a la vez íntimas sobre la identidad, el éxito, la mortalidad, la historia de México y los vínculos familiares profundamente emocionales que comparte con su mujer y sus hijos. En definitiva, lo que significa ser humano en estos tiempos tan peculiares.

Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, dirigida por Alejandro G. Iñárritu
Escena de «Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades», dirigida por Alejandro G. Iñárritu.

La inspiración de González Iñárritu para Bardo

Mi familia y yo dejamos la Ciudad de México y llegamos a California hace 21 años. Dejar atrás tu país viene con esperanzas y planes para el futuro, pero inevitablemente también con incertidumbre, contradicciones y paradojas.

Sentí la necesidad de mirar hacia adentro y explorar algunas de esas experiencias y circunstancias que nos han ido moldeando durante las últimas dos décadas. Recuerdos y emociones de diferentes tiempos y espacios han aparecido en un orden no cronológico y están todos entrelazados.

México, más que un país, es un estado de ánimo. En realidad, todo país de origen lo es; un lugar en el que se cuentan infinidad de historias y relatos que fortalecen nuestra identidad y sentido de pertenencia, a la vez que nos dan poder colectivo.

Si el tiempo que se pasa fuera de casa se prolonga, uno empieza a tener y perder la perspectiva, y estas narrativas e historias empiezan a disolverse. La identidad de uno empieza a desvanecerse y comienza a ser cuestionada interna y externamente. La percepción de la misma se convierte en una nube mutable, que siempre y nunca es la misma.

Ha sido en los últimos años de mi vida cuando me he dado cuenta de que incluso la narración que conforma «nuestra propia vida» no es más que un falso espejismo construido a partir de acontecimientos experimentados subjetivamente por nuestro limitado sistema nervioso.

Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, dirigida por Alejandro G. Iñárritu
Escena de «Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades», dirigida por Alejandro G. Iñárritu.

La memoria carece de verdad. Sólo posee convicción emocional. Es la verdad en esa emoción lo que me propuse buscar en el enorme cajón de las quimeras que he ido cargando. Las cosas que antes eran pesadas se volvieron más ligeras y humorísticas. Esto es el Bardo, el espacio intermedio. Un lugar donde las cosas mueren, vuelven a la vida y se transforman en un estado de incertidumbre perpetua.

Silverio Gama, el protagonista de esta película interpretado por Daniel Giménez Cacho, es un periodista que ha dedicado toda su vida a encontrar la verdad detrás de cada historia. Al final se da cuenta de que la realidad es pura ficción, así que es a través de la ficción como intenta encontrar la verdad.

Estas son algunas experiencias, anécdotas, pensamientos, reflexiones y emociones por las que he pasado y que he querido compartir con vosotros de la única manera que puedo. Debo advertirte de antemano: No he encontrado verdades absolutas. Sólo un viaje entre la realidad y la imaginación. Un sueño. Los sueños no poseen tiempo. Tampoco el cine. Los sueños, como el cine, son reales pero no veraces. En ambos, el tiempo es líquido. Bardo es la crónica del viaje que hice entre esas dos ilusiones cuyas fronteras son indescifrables para mí.